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El calvario o la gloria

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Francesc Peirón Corresponsal en Nueva York

Empieza la Semana Santa y la señal es que aquí, al oeste de Manhattan y desde la ventana que da a la calle 86, vuelve la procesión del domingo de Ramos. La encabeza un burro (real, no es una metáfora). Un par de feligreses lo llevan de las riendas, aunque nadie lo monta porque no hay Jesucristo que se valga.

El falso mesías del presente está hoy en Florida, tras darse un baño de masas en un combate de la UFC, a la espera de regresar a Washington para seguir pateando la paz global como si fuera el chutador de un equipo de fútbol americano.

Pero esa es otra historia en una jornada que rememora aquellos días de la niñez, palmón en mano, y con los zapatos Gorila de estreno. En la caja iba una pelota verde de goma, tipo tenis, que por lo que fuera siempre botaba mal. O al menos así quedó grabado en el magín.

Este es un recuerdo de aquella infancia en el que los niños culés no hacían más que esperar un milagro, similar al de la resurrección del hijo de Dios. Cada temporada sucedía lo mismo y el aquest any, si se desvanecía, por ejemplo, en los Arcángeles, ante un descendido Córdoba que ganaba 1-0 (de penalti) en la última jornada. Una vez más, los niños culés lloraban al irse a la cama.

Hasta que, tras tantos fichajes en vano, el presidente Agustí Montal Costa contrató a Johan Cruyff y cambió el relato.

Todas esas cosas emergieron sin previo aviso en la mente al estar frente a Joan Camprubí Montal (bisnieto y nieto de dos presidentes blaugrana muy significativos) cuando rendía tributo en el Pier 40 de Manhattan, a la orilla del Hudson, a su hermana Mercè, su cuñado Agustín y sus tres sobrinos, fallecidos al precipitarse en el río el helicóptero turístico en el que viajaban.

Dice el FC Barcelona que habrá homenaje el próximo sábado. Por en medio habrá transcurrido una semana que puede contener de forma anticipada un miércoles de gloria o una nueva estación del calvario en la Champions, depende del prisma con que se mire.

Los culés, que se dan por clasificados, apuestan por esta última versión y que los cañoneros del Arsenal sean capaces de tener la trinchera en orden para preservar su 3-0 logrado en Londres. O incluso que lancen algún obús que frene aún más el discurso de la épica blanca tan al uso. A su favor juega la maldición que parece arrastrar Mbáppe, un extraordinario futbolista tocado por el mal fario en la competición europea.

Sin embargo, rezan los merengues, la Semana Santa es el momento propicio para que el crack francés conjure su sambenito y el madridismo abrace de nuevo su retórica de la invencibilidad.

Plegarias atendidas, o no.