En menos de tres meses en el cargo, Donald Trump ya ha conseguido algo tangible: ha deprimido Wall Street. El trimestre que se acaba de cerrar es el peor en términos relativos de los últimos 23 años. Hacía más de dos décadas que la bolsa estadounidense no lo hacía tan mal respecto al resto, si se toma como referencia el índice Morgan Stanley MSCI.
En comparación con lo logrado por las otras plazas financieras, el mercado estadounidense acumula hasta marzo un diferencial negativo del 10%. Hace años Wall Street era la locomotora de la renta variable mundial. Ahora es el vagón de cola.
Las principales víctimas de este repliegue bursátil son las empresas que más se habían beneficiado en los meses anteriores: las tecnológicas. Por mucho que los grandes líderes empresariales del sector, desde Jeff Bezos hasta Mark Zuckerberg, salieran en la foto durante la toma de posesión de Donald Trump, parece que, por lo menos a escala bursátil, las políticas económicas del mandatario estadounidense les han perjudicado. Porque el índice Nasdaq Composite, el de referencia del sector, cotiza en mínimos de seis meses con un descenso de más del 11% sólo este año.
Y el próximo 2 de abril, el autoproclamado “día de la liberación”, los inversores ya anticipan el anuncio de la Casa Blanca de una batería de derechos de aduana generalizados con el objetivo de conseguir “reciprocidad” y reequilibrar la balanza comercial, tal vez el paso definitivo para una guerra planetaria a golpe de derechos de aduana .
El mercado descuenta el anuncio de mañana de derechos de aduana globales por parte de EE.UU.
El día empezó el lunes con las bolsas europeas en rojo. El Ibex cerró el mes de marzo con un descenso del 1,6%. Sin embargo, en el primer trimestre se revalorizó un 13,3%, después de alcanzar el nivel de los 13.000 puntos en febrero por primera vez en 17 años. Un buen ejemplo de la mencionada divergencia con Wall Street, que en cambio, en el año, está en terreno negativo: el índice SP500 ha cerrado su peor trimestre desde el 2022. Europa lo está haciendo mejor, en cuanto a renta variable se refiere.
“Donald Trump quiere dos cosas: unos tipos de interés bajos y el dólar bajo. Y no se parará hasta que lo consiga, pero siempre echando un ojo a la bolsa, porque sabe que Wall Street es un medidor de su popularidad”, comentaba ayer un gestor de AllianzGI. De momento, Jerome Powell se resiste a recortar el precio del dinero y el billete verde, aunque se está depreciando, lo hace a un ritmo suave. ¿Funcionará este plan?
Blerina Uruçi, economista jefe para T. Rowe Price, en una nota difundida ayer expresaba así su desconcierto. “No está claro si los aranceles generalizados se materializarán o son más bien una amenaza para ganar margen de negociación en otras cuestiones. Pero seamos claros: perjudicarán al comercio mundial, con el sector manufacturero llevándose la peor parte. Las guerras comerciales acaban infligiendo daños a las empresas y a los consumidores de todos los países implicados”.
Así que la justificación de la Casa Blanca parece limitarse, según este analista, al terreno político con el objetivo de facilitar –en teoría– la implantación de fábricas y empresas en territorio estadounidense. Algo muy incierto y, además, poco eficiente.
ó, China y Corea barajan una respuesta conjunta a los aranceles de Trump
“Hay una muy buena razón por la que Estados Unidos importa bienes de todo el mundo: sería ineficaz y mucho más caro producir internamente todo lo que el país necesita”, concluye Uruçi. Por cierto: el banco Goldman Sachs ha elevado su probabilidad de que EE.UU. caiga en recesión este año hasta el 35%.
Mientras tanto, el resto del mundo se organiza. El pasado domingo, los ministros de Comercio de China y ó acordaron cooperar con vistas a un tratado de libre comercio a tres bandas con Corea del Sur para promover el comercio regional y global, en particular estableciendo sinergias y compras conjuntas de semiconductores. Los tres países acordaron responder conjuntamente a los aranceles estadounidenses. ¿Qué puede salir mal?