Los comandantes del ej茅rcito persa hab铆an acudido a la reuni贸n convencidos de la victoria. Alejandro Magno hab铆a cruzado el Helesponto con sue帽os de conquistar el Imperio persa, una muestra de arrogancia juvenil a ojos de sus enemigos. Entre los asistentes a ese encuentro destacaba Memn贸n de Rodas, comandante de los miles de mercenarios griegos que serv铆an al Imperio aquem茅nida.
Este soldado de fortuna dio su consejo a los l铆deres persas: replegarse. Consideraba una locura plantar cara a las poderosas falanges macedonias. Memn贸n apostaba por una estrategia de tierra quemada: destruir los pastos y las cosechas. As铆, Alejandro no podr铆a aprovisionarse y tendr铆a que volver a Grecia.
Los gobernantes y generales persas se escandalizaron ante aquella propuesta: comandaban a las poderosas huestes del rey de reyes Dar铆o III, y no pod铆an esconderse sin presentar batalla a un joven e insolente griego.
Un hijo de su tiempo
Memn贸n puede considerarse como un aut茅ntico hijo de su tiempo. Miles de soldados griegos serv铆an como mercenarios por todo el Mediterr谩neo en el siglo IV a. C. Su pericia con las t谩cticas de choque de la infanter铆a pesada hac铆a que fueran guerreros muy demandados.
Nacido en Rodas en el a帽o 380 a. C., sigui贸 los pasos de su padre, Tim贸crates, y a los veintid贸s a帽os estaba al servicio de los s谩trapas (gobernadores provinciales) persas de Asia Menor. Entonces era lugarteniente de su hermano mayor, Mentor, y los dos rodios trabaron una estrecha relaci贸n con uno de los gobernadores, Artabazo de Frigia.

Artabazo de Frigia.
Los lazos entre ambas partes fueron m谩s all谩 de la relaci贸n habitual entre patr贸n y mercenario. La hermana de Mentor y Memn贸n se cas贸 con el s谩trapa, en tanto que el mayor de los rodios contrajo matrimonio con Barsine, hija del persa. Con estos lazos, los mercenarios no dudaron en apoyar a Artabazo cuando capitane贸 una revuelta contra Artajerjes II.
La rebeli贸n fracas贸, y los hermanos acabaron exiliados. Mentor fue a Egipto y Memn贸n, con Artabazo, a la corte de Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, que entonces ten铆a seis a帽os.
All铆 conoci贸, de primera mano, las ambiciones de este monarca: convertir su reino en la fuerza hegem贸nica en Grecia y lanzarse un d铆a a la conquista del Imperio persa. Tambi茅n fue consciente de los recelos que despertaban estas aspiraciones entre las otras polis.
Tras diez a帽os de exilio, en 342 a. C., Memn贸n pudo volver a los dominios persas. Mentor hab铆a conseguido el perd贸n del nuevo soberano aquem茅nida, Artajerjes III, y la gracia real inclu铆a al hermano menor.

Efigie de Memn贸n de Rodas en el anverso de un dracma acu帽ado en L谩mpsaco, Misia, en el siglo IV a. C.
Mentor muri贸 dos a帽os despu茅s del reencuentro con su hermano. Memn贸n mantuvo la confianza de Artajerjes III, que lo nombr贸 comandante militar de la Tr贸ade, una regi贸n al noroeste de la actual Turqu铆a.
Adem谩s, el rodio se cas贸 con la viuda de su hermano, Barcine; pero la situaci贸n no era todo lo acomodada que pod铆a parecer: las 茅lites persas miraban con recelo que un griego ocupara cargos tan importantes.
La invasi贸n de Alejandro Magno
Los sucesores de Artajerjes III, Artajerjes IV (338-336 a. C.) y Dar铆o III (336-330 a. C.), mantuvieron a Memn贸n, sin darle m谩s peso en la estructura de poder aquem茅nida. Pero el mercenario se iba a mostrar como un activo muy importante para hacer frente a la invasi贸n macedonia, que, como se ha dicho, parti贸 de una idea de Filipo II, quien envi贸 un primer contingente en 336 a. C.
Al mando de esta avanzadilla de diez mil hombres, se encontraba Parmenio, uno de los generales de confianza de Filipo. Sus objetivos eran ocupar una franja importante de la costa de Asia Menor y establecer una base para el grueso de las fuerzas griegas que llegar铆an despu茅s.
Memn贸n propuso recurrir a la estrategia de tierra quemada, que los s谩trapas rechazaron
Memn贸n fue el responsable de contrarrestar este primer golpe, pero solo contaba con cinco mil mercenarios. El rodio opt贸 por la paciencia y esper贸 que el enemigo redujera el grueso de sus tropas, al tener que dejar guarniciones para proteger a la retaguardia. Con las fuerzas equilibradas, ambos ej茅rcitos se encontraron en Magnesia, y la victoria fue para Memn贸n.
Parmenio se retir贸, pero los macedonios volver铆an. El asesinato de Filipo II hizo que su hijo Alejandro asumiera el proyecto de invasi贸n. En 334 a. C., el nuevo rey heleno asumi贸 el mando de la expedici贸n y cruz贸 el Helesponto. Su objetivo original era similar al fijado por su padre: ocupar las polis de la zona para obtener fondos y suministros.

Representaci贸n de algunos s谩trapas persas.
Fue en ese momento cuando Memn贸n propuso recurrir a la estrategia de tierra quemada, que los s谩trapas rechazaron no solo por sus ganas de combatir. Lo cierto es que muchos de estos nobles persas ten铆an propiedades en la zona que no quer铆an ver destruidas.
Cuesti贸n de confianza
Igualmente, hab铆a que a帽adir un punto de recelo hacia el rodio. Los mercenarios ten铆an mala fama, porque se consideraba que cambiaban con facilidad de bando, si ve铆an que sus patronos llevaban las de perder.
Tampoco olvidaban los s谩trapas las ra铆ces griegas de Memn贸n, que lo convert铆an en sospechoso de simpatizar con Alejandro. Para probar su fidelidad, envi贸 a la corte de Dar铆o III, en calidad de rehenes, a su esposa Barsine y al hijo que esta hab铆a tenido con su hermano.

La familia de Dar铆o III frente a Alejandro Magno, obra de Justus Sustermans en la Biblioteca Museo V铆ctor Balaguer de Vilanova i la Geltr煤
Pero Memn贸n acat贸 con fidelidad la decisi贸n de sus empleadores. La idea de plantar cara a Alejandro se mostr贸 desastrosa en la batalla del r铆o Gr谩nico, donde los persas fueron arrollados. El rodio dirigi贸 el ala izquierda, pero se vio superado por las maniobras de la caballer铆a macedonia, y tuvo que huir para evitar la captura.
Dar铆o III culp贸 a sus s谩trapas de la derrota. En cambio, Memn贸n sali贸 reforzado, al demostrarse que una batalla directa con los macedonios no ten铆a sentido. El rey de reyes lo nombr贸 comandante de todas las fuerzas persas en Asia Menor.
El rodio apost贸, entonces, por la defensa de Halicarnaso, principal base de la flota aquem茅nida en la zona, y reuni贸 tropas y suministros para afrontar un largo asedio por parte de Alejandro.
En Halicarnaso, el macedonio se enfrent贸 a una primera prueba de fuego para su campa帽a. La victoria en Gr谩nico hab铆a sido sencilla, pero aqu铆 tuvo que asaltar unas murallas muy bien defendidas. Adem谩s, Memn贸n prepar贸 una serie de exitosos golpes de mano contra las torres de asedio, con ataques nocturnos desde la costa.

Restos de la puerta de Myndos, parte de la antigua muralla de Halicarnaso, que Alejandro no pudo salvar
Memn贸n rechaz贸 dos envites macedonios sobre Halicarnaso, aunque Alejandro consigui贸 reconstruir parte de sus m谩quinas de asedio y lanz贸 un tercer asalto m谩s exitoso, gracias a su superioridad num茅rica m谩s que a su genio t谩ctico. El l铆der mercenario, viendo que no pod铆a defender la ciudad, se retir贸 por mar, aprovechando su ventaja en barcos.
Pero el rodio no concedi贸 la victoria sin m谩s. Dej贸 guarniciones en las fortalezas que controlaban el puerto de Halicarnaso, y los macedonios no consiguieron hacerse con 茅l hasta un a帽o despu茅s.
Llevar la guerra a Grecia
La habilidad estrat茅gica y la pericia de sus tropas certificaban que Alejandro era imbatible en tierra. As铆 que Memn贸n decidi贸 centrar sus esfuerzos all铆 donde los macedonios eran m谩s d茅biles, en el mar. El comandante mercenario no hab铆a perdido el favor de Dar铆o III, que puso a su disposici贸n otros diez mil mercenarios y trescientos barcos de guerra.
Alejandro hab铆a podido cruzar de Grecia a Asia porque la escuadra persa estaba en Egipto, controlando una revuelta. La idea del rodio era ocupar varias islas en el Egeo para contar con bases que le permitieran llevar la guerra a Grecia y Macedonia.
Recordando su 茅poca en la corte de Filipo II, Memn贸n sab铆a que muchas polis detestaban el dominio de Alejandro, y confiaba en que un desembarco desencadenara una revuelta contra el dominio macedonio.
En un principio, la estrategia de Memn贸n dio buenos resultados. Ocup贸 Qu铆os, y luego se lanz贸 a la conquista de Lesbos. All铆, sus tropas controlaron casi toda la isla menos la ciudad de Mitilene, donde la guarnici贸n de mil soldados macedonios se hizo fuerte. Con todo, el mercenario no quiso entretenerse mucho tiempo, dej贸 a uno de sus lugartenientes a cargo del asedio y sigui贸 avanzando hacia Grecia.

Alejandro Magno representado en un mosaico de Pompeya.听
Sus progresos alentaron la reacci贸n de las polis deseada por Memn贸n. Atenas y Esparta estaban dispuestas a encabezar una rebeli贸n contra Macedonia. Estas noticias preocuparon, enormemente, a Alejandro, quien orden贸 a sus aliados que le proporcionaran barcos para contrarrestar la amenaza persa en el Egeo.
La muerte s铆 fue el final
Al final, el destino iba a sonre铆r a los macedonios. En la primavera de 333 a. C., Memn贸n muri贸 a causa de una enfermedad, sin que las fuentes precisen los detalles. En palabras de Arriano, fue una 鈥渃ircunstancia que perjudic贸 como ninguna otra la pol铆tica del rey persa鈥. Plutarco, en el tomo de las Vidas paralelas dedicado a Alejandro Magno, resalt贸 la pericia del rodio al frente de la flota persa.
Este historiador griego destac贸 que el rey de Macedonia solo se atrevi贸 a avanzar hacia el coraz贸n del Imperio persa cuando se enter贸 de la muerte del mercenario rodio.
En el curso de esas conquistas, Alejandro captur贸 a Barsine, la convirti贸 en su amante y tuvo con ella un hijo, Heracles, si bien algunas fuentes cl谩sicas, como Arriano, no mencionan esta relaci贸n, ni la paternidad, por lo que los historiadores las ponen en duda.