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La guerra de Invierno

Con una desigualdad de fuerzas descomunal a favor de los sovi茅ticos, Finlandia resisti贸 m谩s de tres meses el acoso de Stalin y logr贸 conservar su independencia.

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Patrulla de esquiadores finlandeses en enero de 1940.

Tiradores finlandeses en la Guerra de Invierno

Desde la Edad Media hasta finales del siglo XVIII, los finlandeses estuvieron bajo la 贸rbita sueca. Su idioma fue adoptado por las 茅lites finesas y se convirti贸 en la lengua administrativa del pa铆s. En 1581, Juan III de Suecia adopt贸 el t铆tulo de Gran Duque de Finlandia, y ratific贸 la autonom铆a de que disfrutaba esta a trav茅s de su Parlamento estamental.

Sin embargo, Rusia siempre dese贸 el territorio finland茅s, y, a principios del siglo XIX, el zar Alejandro I lo incorpor贸 a su imperio. Lo hizo como ducado aut贸nomo, respetando sus instituciones, y abri贸 Finlandia a una era de prosperidad sin precedentes. Pero ello no evit贸 un creciente sentimiento nacionalista que cristaliz贸 en 1835 con la publicaci贸n del Kalevala, el poema 茅pico nacional.

A finales de la centuria, el autocr谩tico zar Nicol谩s II desposey贸 a la Dieta finesa de la mayor parte de sus prerrogativas, al tiempo que otorgaba amplios poderes al gobernador general, que propugn贸 una acelerada rusificaci贸n.

Su asesinato en 1904 no resolvi贸 la situaci贸n, que se mantuvo tensa hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Durante la conflagraci贸n, unidades de voluntarios finlandeses combatieron junto a los alemanes contra Rusia, pero no fue hasta el colapso del Imperio zarista, en 1917, cuando Finlandia declar贸 su independencia.

Trotski, entonces ministro ruso de Asuntos Exteriores, la reconoci贸 poco despu茅s. Ser铆a solo un par茅ntesis. Con el apoyo de los bolcheviques rusos, los autodenominados guardias rojos finlandeses intentaron hacerse con el poder.

Se les enfrentaron las fuerzas agrupadas en la Guardia Blanca, dirigida por un antiguo oficial zarista que por aquellas fechas apenas sab铆a hablar fin茅s: Carl Gustav Mannerheim. Este, apoyado por un cuerpo expedicionario alem谩n y voluntarios suecos, logr贸 la victoria en una corta pero cruenta guerra civil que hizo de 茅l un h茅roe nacional.

Como resultado se instaur贸 una rep煤blica democr谩tica de corte conservador, que mirar铆a m谩s a Berl铆n que a Mosc煤. El Tratado de Tartu de 1920 confirm贸 los l铆mites fronterizos entre Finlandia y la URSS, y supuso el reconocimiento t谩cito de su independencia por parte de los sovi茅ticos.

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El mariscal Carl Gustav Mannerheim.

TERCEROS

Las tentativas diplom谩ticas

En las procelosas aguas internacionales de los a帽os treinta Finlandia 颈苍迟别苍迟贸 mantenerse neutral, al igual que sus vecinos escandinavos, aunque siempre con un ojo puesto en la Uni贸n Sovi茅tica, su 煤nica y potencial enemiga.

Ya en 1920 estableci贸 el servicio militar obligatorio, complementado por un sistema de reservas territoriales que permit铆a levantar un ej茅rcito en poco tiempo. Diversas asociaciones c铆vicas contribuir铆an a su log铆stica. Se construy贸 迟补尘产颈茅苍 una l铆nea defensiva de unos ciento cuarenta kil贸metros en el istmo de Carelia, entre el lago Ladoga y el golfo de Finlandia.

Era v铆a obligada para cualquier penetraci贸n que, procedente de Rusia, intentara dirigirse hacia Viipuri, segunda ciudad del pa铆s, y Helsinki, la capital. Remozada en varias ocasiones, la L铆nea Mannerheim, como se la conoc铆a, se manten铆a fiel a la concepci贸n de defensa est谩tica preconizada por la doctrina militar francesa.

Deseosos de evitar cualquier conflicto con su poderoso vecino oriental, los gobiernos fineses buscaron siempre el entendimiento con la URSS.

A pesar de los puntos fortificados, sus instalaciones eran muy modestas. Se reduc铆an en muchos casos a barreras antitanque de cemento y piedra y a puestos de tiradores construidos con troncos de abeto, incapaces de resistir el impacto de un proyectil de mediano calibre. Cuando eran de cemento, este no sol铆a estar armado.

Aun as铆, deseosos de evitar cualquier conflicto con su poderoso vecino oriental, los distintos gobiernos fineses buscaron siempre el entendimiento con la URSS. En 1932 ambos estados firmaron un tratado de no agresi贸n, prorrogado en 1934 por diez a帽os.

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Firma del pacto de no agresi贸n entre Finlandia y la URSS en 1932.

TERCEROS

No contaron con la personalidad de Stalin. Hoy sabemos que su ambici贸n territorial no ten铆a fin, pero en una cosa ten铆a raz贸n: la segunda ciudad sovi茅tica, Leningrado, estaba demasiado cerca de Finlandia, y, si bien Stalin no esperaba un ataque fin茅s, no estaba tan seguro de que Berl铆n no aprovechara las buenas relaciones que ten铆a con Helsinki ante la guerra que se estaba fraguando.

Su soluci贸n personal al problema la resumi贸 en la siguiente frase: 鈥淐omo no podemos mover Leningrado, debemos mover la frontera鈥. La primera advertencia lleg贸 en abril de 1938, cuando Mosc煤 anunci贸 su temor a que Finlandia fuera v铆ctima de un ataque 补濒别尘谩苍.

Fiel a su pol铆tica de apaciguamiento, el gobierno de Aimo Cajander se avino a entablar consultas al respecto, que se alargaron durante meses sin propuestas sovi茅ticas concretas. No era m谩s que una t谩ctica de desgaste.

La petici贸n oficial tuvo lugar en agosto. Se exig铆a al pa铆s n贸rdico el compromiso p煤blico de frenar cualquier intento alem谩n de invasi贸n, y si esta se produc铆a, Helsinki deb铆a solicitar la ayuda del Ej茅rcito Rojo, que tendr铆a libre acceso a su territorio y podr铆a construir una base aeronaval en la isla Suursaari para controlar el golfo de Finlandia. La propuesta no solo vulneraba la soberan铆a finlandesa, sino que pon铆a en peligro la pol铆tica de neutralidad a la que tanto se aferraban sus dirigentes, por lo que fue rechazada. Mosc煤 contest贸 con una airada campa帽a de prensa y la congelaci贸n de las relaciones comerciales.

Pero Stalin no iba a cejar en su empe帽o. En la primavera de 1939 lanz贸 una nueva proposici贸n: pretend铆a alquilar diversas islas finlandesas frente a Leningrado o bien intercambiarlas por territorios en la Carelia Oriental. La idea alemana de firmar un pacto de no agresi贸n con Noruega, Suecia y Finlandia, aun desestimada por los tres estados escandinavos, no hizo sino aumentar el nerviosismo en Mosc煤.

Pero el cambio de estrategia alem谩n con respecto a la URSS dio al traste con tantas cautelas. La firma del Tratado de no agresi贸n germano-sovi茅tico en agosto conmocion贸 al mundo, por la entente que hab铆an alcanzado tan irreconciliables enemigos.

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Stalin y Ribbentrop tras firmarse el pacto germano-sovi茅tico, 23 de agosto de 1939. Foto: Wikimedia Commons / Bundesarchiv, Bild 183-H27337 / CC-BY-SA 3.0.

TERCEROS

Pero lo que casi todos desconoc铆an era que, en virtud de un protocolo secreto, las dos potencias hab铆an delimitado sus respectivas 谩reas de influencia. Estonia, Letonia, Lituania y Finlandia, entre otros territorios, se considerar铆an de la 贸rbita sovi茅tica, algo que los alemanes respetaron escrupulosamente.

Ahora, con las espaldas cubiertas, el dirigente sovi茅tico iba a mostrar al mundo sus intenciones. Tras deglutir la parte oriental de Polonia, el Ej茅rcito Rojo entr贸 sucesivamente en Estonia, Letonia y Lituania. Una delegaci贸n finlandesa se traslad贸 a Mosc煤 con la intenci贸n de parar lo inevitable, as铆 como con la autorizaci贸n para realizar algunas concesiones territoriales que tranquilizaran a Stalin.

Con el pacto de no agresi贸n germano-sovi茅tico, las dos potencias hab铆an delimitado sus respectivas 谩reas de influencia.

Las negociaciones comenzaron en octubre, pero para entonces las peticiones sovi茅ticas eran mayores: una base militar en la pen铆nsula de Hanko, que controlaba la salida al mar B谩ltico; la cesi贸n de diversas islas en el golfo de Finlandia, as铆 como de P茅tsamo, cerca de la frontera noruega en el 脕rtico; y el avance de entre 12 y 30 km de la frontera rusa en el istmo de Carelia. Todo ello a cambio de una zona pr谩cticamente yerma cerca del lago Ladoga.

Las negociaciones, en las que lleg贸 a participar el propio Stalin, se prolongaban. A cada cesi贸n finlandesa segu铆a una nueva petici贸n sovi茅tica. De las propuestas se pas贸 a las amenazas. Una respuesta del negociador fin茅s Juho Paasikivi a Viacheslav Molotov, ministro de Exteriores sovi茅tico, ilustra el enrarecido clima de las reuniones. Molotov le pregunt贸 si acaso quer铆a la guerra: 鈥淣osotros no 鈥揹ijo Paasikivi鈥, pero al parecer ustedes s铆鈥. Estaba en lo cierto.

A finales de noviembre, tras un confuso ca帽oneo, cuatro soldados sovi茅ticos resultaron muertos y nueve heridos en la aldea fronteriza de Mainila. Mosc煤 exigi贸 la retirada inmediata de las fuerzas finlandesas de la frontera, dando por concluido el pacto de no agresi贸n entre ambos pa铆ses. El 29 rompi贸 relaciones diplom谩ticas, y al d铆a siguiente Helsinki y otras ciudades finlandesas fueron bombardeadas por la aviaci贸n sovi茅tica. La guerra de Invierno hab铆a comenzado.

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Tanques sovi茅ticos T-26 avanzan por el istmo de Carelia en diciembre de 1939.

TERCEROS

Desequilibrio de fuerzas

La desproporci贸n de fuerzas entre Finlandia y la URSS resultaba abrumadora. El coloso comunista (con una poblaci贸n de m谩s de ciento ochenta millones de personas, frente a los escasos cuatro del pa铆s atacado) acumul贸 en la frontera cuatro ej茅rcitos con 30 divisiones, as铆 como seis brigadas acorazadas.

Es decir, cerca de seiscientos mil hombres, procedentes en su mayor铆a de los distritos militares de Ucrania y Leningrado, as铆 como unas reservas infinitas. Dichas divisiones contaban con sus servicios completos y estaban apoyadas por m谩s de dos mil piezas de artiller铆a; unos dos mil veh铆culos blindados, entre los que destacaban los carros T-26 y BT-7; y 2.318 aviones, entre ellos los cazas Polikarpov I-16 y los bombarderos medios Tupolev SB-2, que tan buenos resultados hab铆an dado en la Guerra Civil espa帽ola.

Agrupado en nueve divisiones, el ej茅rcito finland茅s, dirigido por el mariscal Mannerheim, contaba con solo 33.000 hombres, m谩s los 127.800 del Ej茅rcito Territorial, los 100.000 de la reserva y otros tantos de la Guardia C铆vica, aunque carec铆a de equipo para todos ellos. Su artiller铆a era escasa, y proven铆a de los excedentes de la Primera Guerra Mundial. Dispon铆a de unas decenas de obsoletos blindados Renault FT-17 y Vickers Mark E, y su variopinta aviaci贸n se reduc铆a a 119 aviones, entre los que destacaba el caza de origen holand茅s Fokker D.XXI, fabricado bajo licencia. El eficaz ca帽贸n antitanque Bofors de 37 mm, que empezaba a llegar desde Suecia, merec铆a una menci贸n aparte.

Los finlandeses, a diferencia de los sovi茅ticos, conoc铆an el terreno a la perfecci贸n y estaban habituados al clima 谩rtico y la escasez de horas de luz.

Pero el principal as de los n贸rdicos ser铆a su perfecta adaptaci贸n al terreno. Finlandia era un pa铆s hendido por millares de lagos, rodeados de frondosos e intransitables bosques de abetos, completamente cubiertos de nieve durante los meses de guerra. Aquel invierno de 1939-1940 se iba a revelar, adem谩s, como uno de los m谩s fr铆os del siglo, con temperaturas que con frecuencia alcanzaron los 30 e incluso los 40 潞C negativos.

El clima 谩rtico limit贸 al m谩ximo las horas de luz, con los consiguientes problemas para la Aviaci贸n y para quienes no conoc铆an el territorio que pisaban. Por el contrario, los finlandeses estaban perfectamente habituados a semejantes circunstancias.

Con sus ligeros y estrechos esqu铆es de fresno y su uniforme mim茅tico con el entorno, su capacidad para desplazarse parec铆a no tener l铆mites. Buenos cazadores, su punter铆a era magn铆fica. El excelente subfusil Suomi dotaba a sus pelotones de una alta potencia de fuego, mientras que su pu帽al ligeramente curvado (puukko) marc贸 muy a menudo la fina l铆nea entre la vida y la muerte.

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Soldados finlandeses durante la guerra de Invierno.

TERCEROS

Sin embargo, durante los primeros d铆as de la guerra, Mannerheim se encontr贸 con una desagradable sorpresa. En lugar de atacar solo por el istmo de Carelia, donde los fineses hab铆an concentrado la mayor parte de sus tropas, las fuerzas sovi茅ticas lo hicieron por varios puntos de la frontera.

El general Kiril Meretskov, que ostentaba el mando t谩ctico, envi贸 a sus hombres en cuatro direcciones principales: el extremo norte, para tomar P茅tsamo y bloquear la frontera noruega; la parte central en direcci贸n a Oulu, para alcanzar el golfo de Botnia, dividir el pa铆s y cortar la l铆nea ferroviaria con Suecia; la regi贸n de los lagos al norte del Ladoga, para tomar la L铆nea Mannerheim por detr谩s; y el istmo de Carelia en direcci贸n a Viipuri, Helsinki y Tampere, es decir, el coraz贸n del pa铆s.

Excepto en este 煤ltimo caso, previsto por el Estado Mayor fin茅s, el planteamiento acrecentaba la desproporci贸n de fuerzas y pon铆a a los finlandeses, casi carentes de reservas, en un verdadero brete. El propio Mannerheim sab铆a que no se podr铆a resistir m谩s all谩 de dos semanas.

Por si fuera poco, al gobierno de concentraci贸n presidido por Risto Ryti le sali贸 un competidor. El 2 de diciembre nac铆a la autodenominada Rep煤blica Democr谩tica de Finlandia, presidida por Otto Kuusinen, uno de los pocos l铆deres comunistas fineses que hab铆a sobrevivido a las purgas de Stalin. Acab贸 disuelta a los tres meses ante la escasa respuesta de la comunidad internacional, que ve铆a como agresora a la Uni贸n Sovi茅tica.

La expulsi贸n de la URSS de la Sociedad de Naciones, una de las 煤ltimas decisiones de este organismo, no se tradujo en una ayuda apreciable para Finlandia, salvo la recibida de Suecia y el reclutamiento de algunos voluntarios.

A medida que los sovi茅ticos se adentraban en Laponia, su situaci贸n se volv铆a m谩s penosa, por el hostigamiento de los cazadores lapones y el fr铆o glacial.

Pero las operaciones militares no se desarrollaron de forma satisfactoria para el Ej茅rcito Rojo, a pesar de su superioridad. Su oficialidad, mal preparada, estaba atenazada por el temor a tomar decisiones equivocadas que provocaran represalias, de modo que se aten铆a r铆gidamente a los planes y carec铆a de iniciativa. La coordinaci贸n era nula, y los tanques sol铆an avanzar sin esperar el respaldo de la infanter铆a.

La doctrina militar finlandesa de defensa el谩stica, en cambio, otorgaba gran capacidad de decisi贸n a los mandos intermedios, que no dudaban en ceder algo de terreno para luego contraatacar. La escasez de sus medios no les permit铆a llevar a cabo acciones de gran envergadura, y cuando lo hicieron, la feroz defensa sovi茅tica les provoc贸 unas bajas dif铆ciles de reponer. De ah铆 que apostaran, si era posible, por infiltrar peque帽as unidades entre las columnas enemigas que circulaban por las estrechas y congestionadas carreteras finesas. Los n贸rdicos romp铆an su continuidad y eliminaban los grupos aislados, a los que denominaban 鈥渕otti鈥, pilas de troncos cortados.

La primera fase

Fue en el extremo norte donde el desequilibrio de fuerzas result贸 mayor. Tan solo la Guardia C铆vica y algunas compa帽铆as regulares deb铆an obstaculizar el paso al XIV Ej茅rcito sovi茅tico del general Valerian Frolov. No pudieron impedir el desembarco de la 52.陋 Divisi贸n en P茅tsamo, y tampoco el avance de la 104.陋, que ocup贸 la pen铆nsula de Rybachi.

Sin embargo, a medida que los atacantes penetraban en Laponia, su situaci贸n se volv铆a m谩s penosa. El continuo hostigamiento de los 谩giles cazadores lapones en sus trineos de renos y el fr铆o glacial, que causaba tantas bajas como los fineses, acabaron por detenerlos cerca de Nautsi. De poco sirvieron sus tanques, neutralizados por los c贸cteles Molotov, que se bautizaron aqu铆 con ese nombre.

El mundo qued贸 asombrado ante la defensa numantina de los finlandeses.

En el frente central, las divisiones 88.陋 y 122.陋 del IX Ej茅rcito del general Mihail Dukhanov, ampar谩ndose en una amplia cobertura artillera y sin importarle las bajas, hab铆an penetrado m谩s de cuarenta kil贸metros en una amplia franja. El 10 de diciembre lograron ocupar Salla y se dirigieron peligrosamente hacia Rovaniemi, la capital de la Laponia finesa. La llegada de nuevos reclutas fineses permiti贸 una contraofensiva que congel贸 la posici贸n sovi茅tica hasta el final de la guerra.

M谩s al sur, las cosas parec铆an irle mejor a la 163.陋 Divisi贸n, que hab铆a ocupado Suomussalmi el d铆a 7. Pero el eficaz contraataque del coronel Hjalmar Siilasvuo no solo recuper贸 la aldea, sino que cerc贸 la divisi贸n, fraccion谩ndola en varios mottis que fueron aniquilados uno tras otro. El env铆o de la poderosa 44.陋 Divisi贸n en su ayuda no solo no impidi贸 la destrucci贸n de la 163.陋, sino que provoc贸 la suya propia en la carretera de Raate. Culminaba as铆 la mayor derrota sovi茅tica de la guerra, con m谩s de 27.000 bajas a cambio de 1.700. Los finlandeses obtuvieron con su triunfo inestimables pertrechos.

La ofensiva del VIII Ej茅rcito sovi茅tico al norte del lago Ladoga 迟补尘产颈茅苍 hab铆a comenzado aparentemente con buen pie. Una serie de retiradas t谩cticas por parte del 16.潞 regimiento fin茅s del resolutivo coronel Paavo Talvela permiti贸 la progresi贸n de las divisiones 139.陋 y 75.陋. Sin embargo, el posterior contraataque envolvente de los locales no solo detuvo su avance, sino que provoc贸 su casi total destrucci贸n cerca de Tolvaj盲rvi. Los gases t贸xicos lanzados por los sovi茅ticos no pudieron evitar el rev茅s.

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Soldado finland茅s con ametralladora a principios de 1940.

TERCEROS

Pero el plato fuerte de la guerra iba a librarse en el istmo de Carelia, donde las fuerzas enfrentadas eran mayores y la forma de combate, m谩s convencional. Una feroz barrera artillera de saturaci贸n cay贸 sobre las defensas finesas. Tras ella, Meretskov lanz贸 toda la fuerza de su VII Ej茅rcito (12 divisiones y 3 brigadas acorazadas) contra las 5 divisiones del general Oesterman. Inmunes a las bajas (se obligaba a los soldados a detonar los campos de minas), los atacantes avanzaron m谩s de diez kil贸metros el primer d铆a.

En la zona sur la situaci贸n devino dram谩tica para los fineses, empe帽ados en un combate cuerpo a cuerpo. Contraviniendo las directrices de Mannerheim, Oesterman orden贸 una retirada parcial hasta el r铆o Taipale, que actuar铆a como barrera. En los d铆as siguientes, los sovi茅ticos fueron detenidos a lo largo del frente de Carelia.

Los finlandeses consiguieron frustrar una nueva ofensiva en el 谩rea de Summa, y aunque su posterior contraataque fracas贸, elev贸 la moral de los hombres. Las bater铆as costeras rechazaron 迟补尘产颈茅苍 el ataque naval a Hanko y Turku.

El mundo qued贸 asombrado ante tan numantina resistencia. El territorio cedido a los atacantes era escaso, aunque las bajas resultaban dif铆ciles de reponer. A ello se sumaba el problema de los refugiados. Miles de civiles tuvieron que ser evacuados, y unos setenta mil ni帽os trasladados a Suecia. Para un pa铆s tan peque帽o, representaba un esfuerzo herc煤leo, y la ayuda internacional tardaba en llegar.

Los Estados Mayores franc茅s y brit谩nico prepararon un proyecto de intervenci贸n (por entonces Hitler y Stalin todav铆a eran aliados), pero la decisi贸n pol铆tica para ponerla en marcha no ten铆a lugar. Stalin se impacientaba. El Ej茅rcito Rojo estaba empantanado, y el l铆der sovi茅tico tem铆a una intervenci贸n aliada.

Stalin encarg贸 la direcci贸n t谩ctica de la campa帽a al competente y sistem谩tico Semi贸n Timoshenko.

Adem谩s, los informes, como el del general Kliment Vorosh铆lov, no eran muy halag眉e帽os: 鈥淟as carreteras est谩n obstruidas, la infanter铆a no funciona en el frente como una fuerza organizada, solo movimientos aqu铆 y all谩 m谩s o menos fuera de control, y a la primera descarga de disparos se rompen en desorden huyendo hacia el bosque鈥. Hab铆a que hacer algo.

Mientras las operaciones sovi茅ticas se reduc铆an al m铆nimo, Stalin encarg贸 la direcci贸n t谩ctica de la campa帽a al competente y sistem谩tico Semi贸n Timoshenko. Este se tom贸 su tiempo. Reforz贸 y reorganiz贸 las unidades existentes, dot谩ndolas del m谩s moderno material, como los tanques pesados KV-1 y KV-2. Cre贸 otras nuevas, en especial de esquiadores, y acumul贸 toda la potencia artillera que pudo. Los vuelos de reconocimiento se multiplicaron, lo que permiti贸 localizar los puntos d茅biles del sistema defensivo fin茅s. Pero lo m谩s importante fue que, en lugar de atacar en todo el frente, concentr贸 sus fuerzas en una franja de 16 km cerca de Summa, en el extremo sur del istmo. Las dem谩s operaciones ser铆an solo de distracci贸n o para rectificar l铆neas.

La ofensiva final

El ataque comenz贸 el 1 de febrero de 1940. La proporci贸n de fuerzas era de cuatro a uno a favor de los sovi茅ticos, cuyos carros e infanter铆a actuaban al fin coordinadamente. Por primera vez en aquella guerra se emplearon lanzallamas, y se lanzaron unidades de paracaidistas tras las l铆neas finlandesas. Aun as铆, la L铆nea Mannerheim resisti贸, aunque las bajas entre los defensores comenzaron a ser prohibitivas.

Era solo el principio. Una segunda ofensiva se desencaden贸 el d铆a 5. Los combates se prolongaron durante dos semanas, con L盲hde como epicentro de los ataques m谩s violentos. A pesar del valor derrochado por los defensores, las l铆neas comenzaron a ceder, mientras las reservas se agotaban. Los sovi茅ticos, en cambio, enviaban m谩s y m谩s fuerzas, ensanchando la brecha que hab铆an logrado abrir.

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Un grupo de soldados sovi茅ticos muestra una bandera finlandesa capturada.

TERCEROS

La progresi贸n era lenta, pero persistente. Se produjo un primer repliegue, al que siguieron otros, siempre ordenados, sin que ello impidiera a los locales causar grandes bajas a los atacantes. Pero el n煤mero acabar铆a imponi茅ndose. La ca铆da de Koivisto el d铆a 22 dej贸 cercada el ala derecha del ej茅rcito finland茅s y puso en peligro directo a la ciudad de Viipuri. La derrota se ve铆a pr贸xima, y el gobierno finland茅s comenz贸 a negociar con Mosc煤 v铆a Estocolmo.

Las fuerzas finlandesas intentaron recuperar, sin 茅xito, el terreno perdido por el tratado de 1940 aprovechando la invasi贸n nazi de la URSS.

Mientras, el Ej茅rcito Rojo segu铆a presionando en direcci贸n a Viipuri, a cuya bah铆a lleg贸 el 5 de marzo. Los ataques prosiguieron con inusitada virulencia, y el sistema defensivo finland茅s se acercaba al colapso. Las peticiones de ayuda por parte de Helsinki a Berl铆n no hallaron respuesta, aunque Par铆s y Londres parecieron m谩s receptivos. Sin embargo, la falta de entendimiento pol铆tico y la excesiva burocracia retrasaron toda decisi贸n.

Finalmente, viendo que los aliados no saltaban al ruedo, el gobierno fin茅s acept贸 las hirientes propuestas sovi茅ticas, no sin la oposici贸n de algunos de sus miembros y las dudas del propio Mannerheim. El cese de hostilidades, que entr贸 en vigor el 13 de marzo, preve铆a, entre otras cosas, la entrega a la URSS de todo el istmo de Carelia, la regi贸n al norte del lago Ladoga y las islas m谩s orientales del golfo de Finlandia, as铆 como la cesi贸n de Hanko por 30 a帽os. Las condiciones eran dur铆simas, puesto que supon铆an la p茅rdida de m谩s del 10% de la superficie total de Finlandia y el 茅xodo de casi medio mill贸n de refugiados.

No obstante, visto el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, podr铆an haber sido peores. A pesar de los 200.000 muertos sovi茅ticos y los cerca de 25.000 finlandeses, la paz amparada por el Tratado de Mosc煤 dur贸 poco. Aprovechando la invasi贸n alemana de la URSS en junio de 1941, las fuerzas finlandesas intentaron recuperar el terreno perdido en la llamada guerra de Continuaci贸n. No fue posible. La derrota nazi supuso para Helsinki la vuelta a las fronteras de 1940 y la p茅rdida de nuevos territorios en la regi贸n 谩rtica.

Este art铆culo se public贸 en el n煤mero 540 de la revista Historia y Vida. 驴Tienes algo que aportar? Escr铆benos a redaccionhyv@historiayvida.com.

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