El d铆a de A帽o Nuevo de 1968 fue triste para muchos estadounidenses, sobre todo para las familias de los 20.000 soldados que ya hab铆an muerto en Vietnam desde el inicio de la implicaci贸n de Washington en 1964 a favor del sur. Tampoco fue mucho m谩s alegre para el medio mill贸n de militares que 鈥渃elebraron鈥 la nochevieja a miles de kil贸metros de casa. Sin embargo, el presidente Johnson estren贸 1968 con motivos para el optimismo. Recibi贸 el a帽o disfrutando de las mejores encuestas de los 煤ltimos meses.
Su gobierno se hab铆a lanzado a una ofensiva de relaciones p煤blicas para explicar a los estadounidenses que, en realidad, s铆 que estaban ganando la guerra. Un a帽o m谩s tarde, otros 15.000 estadounidenses m谩s habr谩n muerto en Vietnam, Johnson estar谩 haciendo las maletas para dejar la Casa Blanca y el pa铆s habr谩 cambiado para siempre.
La victoria que lo cambi贸 todo
Mientras Johnson recibe el nuevo a帽o en Texas, su hom贸logo norvietnamita Ho Chi Minh lo estrena igual que en los 煤ltimos veinte a帽os, leyendo a los suyos un poema a trav茅s de Radio Han贸i. Su voz se escucha al norte y al sur de la frontera que divide Vietnam, y la frase 鈥淟a victoria total debe ser nuestra鈥 da la se帽al para el gran ataque que lo cambiar谩 todo: la Ofensiva del Tet.
Entre el 30 y el 31 de enero de 1968, justo al inicio del a帽o nuevo vietnamita, el Viet Cong ataca un centenar de ciudades de Vietnam del Sur. Los estadounidenses, a los que Johnson ha prometido que la victoria est谩 cerca, ven por televisi贸n que les han mentido.

Campamento del Viet Cong en M峄 Tho incendiado por tropas estadounidenses en 1968.
Los periodistas se convierten en un inc贸modo obst谩culo para el relato edulcorado del gobierno de Johnson. Cuando, el 1 de febrero, un equipo de la NBC y un fot贸grafo de Associated Press inmortalizan la ejecuci贸n de un guerrillero de un disparo en la cabeza por parte del mism铆simo jefe de la polic铆a de Vietnam del Sur, en muchos hogares estadounidenses se preguntan si sus aliados merecen la pena.
Johnson est谩 enfurecido. Insiste en que la Ofensiva del Tet ha sido una victoria total de los estadounidenses. Militarmente tiene raz贸n, pero ha ca铆do la ficci贸n de que la victoria de Estados Unidos est谩 a la vuelta de la esquina y el regreso de los soldados es inminente. En marzo, el general Westmoreland reclama que le env铆en 200.000 chavales m谩s para combatir en Vietnam. Y el p煤blico se pregunta: 驴por qu茅 m谩s, si estamos ganando? La respuesta est谩 clara: no est谩n ganando.
La guerra de los pobres
Una de las claves para entender por qu茅 la guerra se est谩 haciendo tan impopular en 1968 es que la luchan solo unos pocos: los tres millones y medio de militares que fueron a Vietnam eran proporcionalmente m谩s pobres y menos blancos que la sociedad estadounidense en general. De esos soldados, adem谩s, uno de cada cuatro fue a la guerra obligado. Los reclutas eran a煤n m谩s j贸venes, m谩s pobres y ten铆an m谩s probabilidades de volver muertos que el resto del Ej茅rcito.
Si ibas a la universidad, por ejemplo, no ten铆as que incorporarte a filas. Pero solo val铆a para los estudiantes matriculados a tiempo completo, lo que quiere decir que solo se libraban aquellos cuyas familias pudieran pagarles la educaci贸n. Eso provoc贸 que tres de cada cuatro de los soldados que lucharon en esa guerra vinieran de las clases baja o media baja. Donald Trump, por ejemplo, se libr贸 cuatro veces por pr贸rrogas universitarias y una m谩s, en 1968, por una extra帽a lesi贸n en los pies. Nunca fue a Vietnam.
Estas desigualdades provocaron un interesante conflicto. El movimiento pacifista ten铆a su centro en las universidades y estaba controlado principalmente por j贸venes de clase alta y media alta generalmente exentos de ir a Vietnam. En muchos hogares humildes, la impresi贸n era que un pu帽ado de ni帽os pijos criticaba el esfuerzo de los soldados desde la seguridad de no tener que combatir.
El camino a Canad谩
Para los que recib铆an la carta de reclutamiento y no eran estudiantes ni ten铆an problemas de salud, quedaba una 煤ltima opci贸n: la huida. Se calcula que unos 100.000 j贸venes estadounidenses abandonaron el pa铆s para evitar ir a Vietnam, la inmensa mayor铆a a trav茅s de la frontera con Canad谩. Las autoridades canadienses han reconocido en muchas ocasiones su contribuci贸n a mejorar el pa铆s, ya que se trat贸 de un grupo con un nivel educativo muy alto. Eran casi siempre universitarios, y muchos de ellos reci茅n licenciados que ya no pod铆an obtener m谩s pr贸rrogas por estudios. Huir del reclutamiento era un delito, pero, en 1977, el presidente Carter conceder铆a un indulto general para que todos pudieran regresar a casa. Las asociaciones de veteranos de guerra pusieron el grito en el cielo y, aunque algunos volvieron, unos 50.000 decidieron quedarse para siempre en el pa铆s vecino.
Adem谩s de esa divisi贸n econ贸mica y social, la guerra de Vietnam tambi茅n provoc贸 una sorprendente brecha generacional. Contra lo que pueda parecer a la vista de las manifestaciones pacifistas llenas de veintea帽eros, los m谩s cr铆ticos con el gobierno fueron aquellos que hab铆an vivido su juventud durante la Segunda Guerra Mundial.
La guerra en casa
A finales de marzo, ante la avalancha de malas noticias, Lyndon Johnson tira la toalla: en un discurso televisado anuncia que no se presentar谩 a la reelecci贸n. En la misma intervenci贸n, ordena que se detengan los bombardeos en casi todo el territorio de Vietnam del Norte para poner en marcha conversaciones de paz.
Los muchos problemas de los dem贸cratas
El presidente Johnson, que lleg贸 al poder con la promesa de erradicar la pobreza, ha aparcado sus programas sociales para pagar la guerra y deja a su partido completamente enfrentado. En 1968, los dem贸cratas han gobernado EE. UU. durante 28 de los 煤ltimos 36 a帽os y sus divisiones son las de la propia sociedad. Son dem贸cratas los pol铆ticos de la vieja guardia que dise帽aron las mentiras de Vietnam y son dem贸cratas los j贸venes activistas que han entrado en pol铆tica para acabar con ellas. Los dem贸cratas son el partido de los trabajadores y las minor铆as 茅tnicas en las grandes ciudades de las dos costas, pero tambi茅n siguen siendo el partido de los blancos del sur, dedicado en cuerpo y alma a mantener sometidos a los afroamericanos.
La enorme prosperidad que lleg贸 despu茅s de la Segunda Guerra Mundial ha tapado muchos conflictos, pero en 1968 todos parecen llegar a su auge. Los soldados negros que regresan de Vietnam se dan cuenta de que siguen siendo ciudadanos de segunda en gran parte de EE. UU. 鈥淎rmamos a soldados negros para que maten en el extranjero, pero no protegemos a sus familias de las palizas y los asesinatos en nuestro propio sur鈥, dice el l铆der afroamericano por excelencia, Martin Luther King.

Detenci贸n de un manifestante contra la guerra.
En abril de 1968, King es asesinado. EE. UU. se entera esa misma noche por boca del senador Bobby Kennedy, el hermano del presidente asesinado JFK. Bobby Kennedy comprend铆a bien los motivos para no dejar caer a su aliado survietnamita, pero tambi茅n hab铆a aprendido que la victoria no era posible. Decide presentarse a presidente, pero tambi茅n es asesinado.
Los dos cr铆menes son las grandes tragedias de 1968, y llevan al pa铆s a una espiral de caos que a煤n tiene por delante su episodio m谩s esperp茅ntico: la Convenci贸n Nacional Dem贸crata de Chicago.
La batalla de Chicago
Los dem贸cratas se re煤nen para elegir a su candidato a la presidencia. Con Kennedy asesinado y el presidente Johnson retirado, est谩 bastante claro que el vicepresidente Hubert Humphrey tiene los votos necesarios para lograrlo. Sin embargo, el ala pacifista del Partido Dem贸crata quiere convertir la convenci贸n en una plataforma para dar a conocer su mensaje.
La gran apuesta de los manifestantes contra la guerra es bloquear la ciudad, y la 煤nica misi贸n del alcalde dem贸crata de Chicago, Richard Daley, va a ser intentar imped铆rselo. Para ello cuenta con un espectacular despliegue de seguridad: 12.000 polic铆as y 12.000 militares que blindan el anfiteatro donde se celebra la convenci贸n y los hoteles donde se hospedan los delegados del partido. El alcalde ha denegado todas las solicitudes para celebrar manifestaciones durante esos d铆as salvo uno. Aun as铆, las grandes organizaciones estudiantiles pacifistas han reunido en Chicago a miles de manifestantes que acampan sin permiso en el parque Lincoln desde una semana antes.
El alcalde Daley no ha puesto problemas a la acampada, hasta que el d铆a previo al inicio de la convenci贸n decide intentar un golpe de efecto. Con la excusa de que la hora de cierre del parque es a las 11 de la noche, env铆a 2.000 agentes a desalojar a los pacifistas con botes de humo.
Las escenas de terror en el centro de Chicago y las im谩genes del inmenso despliegue policial tienen el efecto contrario al que buscaba el alcalde. Elevan al m谩ximo la tensi贸n justo antes de la convenci贸n, y adem谩s no crean una impresi贸n de seguridad, sino todo lo contrario.

Los guardias vigilan a los manifestantes durante la Convenci贸n Dem贸crata de Chicago.
El lunes, d铆a de la inauguraci贸n, las cosas no mejoran. Los manifestantes no pueden ni acercarse a menos de diez kil贸metros del anfiteatro donde se celebra la convenci贸n, pero se esfuerzan en hacerse o铆r tanto en la calle como dentro del plenario. Los numerosos delegados pacifistas quieren forzar una discusi贸n real sobre la guerra, aunque el establishment dem贸crata parece ir un paso por delante.
Los jefes del partido prometen un debate sobre Vietnam durante la primera jornada, pero logran retrasarlo hasta pasada la medianoche, cuando la gente que ve la televisi贸n se ha ido a dormir. La protesta es tan fuerte dentro del anfiteatro que el alcalde Daley, que preside la convenci贸n, tiene que suspender la sesi贸n.
Al d铆a siguiente, martes, la situaci贸n est谩 ya descontrolada. Los manifestantes ponen cerco a los hoteles donde se hospedan los delegados dem贸cratas, incluido el vicepresidente y candidato Hubert Humphrey. El alcalde solicita el despliegue de los militares reservistas y las organizaciones estudiantiles anuncian que al d铆a siguiente llevar谩n su protesta hasta el lugar de la convenci贸n 鈥減or cualquier medio que sea necesario鈥.
El mi茅rcoles se produce la explosi贸n. Los estadounidenses presencian el caos en directo por televisi贸n, tanto dentro del palacio de congresos como en las calles. Por fin se celebra el anticipado debate sobre Vietnam, pero la convenci贸n vota 鈥渘o鈥 a incluir el rechazo a la guerra en el programa del partido.

Manifestantes en las calles de Chicago en el verano de 1968.
La desolaci贸n de los delegados pacifistas se transforma en la ira de los manifestantes que se concentran frente al hotel Hilton. All铆 comienza una batalla campal en la que la polic铆a de Chicago carga una y otra vez, mientras que algunos pacifistas poco pac铆ficos les arrojan piedras. Cuando uno de los l铆deres estudiantiles m谩s importantes trata de mediar con los agentes y les recuerda que tienen un permiso de manifestaci贸n para estar all铆, le golpean hasta dejarlo inconsciente.
En un pa铆s ya acostumbrado a cenar cada d铆a viendo en televisi贸n el horror de Vietnam, las im谩genes de los disturbios resultan a煤n m谩s impactantes. En el interior de la convenci贸n, un delegado le recrimina al alcalde el uso de 鈥渢谩cticas propias de la Gestapo鈥.
El que deber铆a haber sido el gran d铆a triunfal del candidato a la presidencia, Hubert Humphrey, queda totalmente arruinado, y el partido sale de Chicago m谩s dividido a煤n. El vicepresidente sabe que, despu茅s de este espect谩culo, lo tiene muy dif铆cil para librarse de la sombra de Vietnam y derrotar a Nixon en noviembre.
La traici贸n de Nixon
Richard Nixon ha realizado un verdadero milagro al conseguir convertirse de nuevo en el candidato republicano a la presidencia. Con los dem贸cratas en plena autodestrucci贸n, lo tiene mejor que nunca. No le resultar谩 dif铆cil asociar al n煤mero dos de Johnson con los desastres de la guerra, y sus grandes lemas de campa帽a ser谩n 鈥淟ey y orden鈥 y 鈥淟a mayor铆a silenciosa鈥, dos gui帽os claros a muchos americanos hartos de manifestaciones y tensiones en las calles. A ese 56% que, seg煤n la empresa de consultor铆a Gallup, apoyaba la actuaci贸n de la polic铆a de Chicago durante la convenci贸n dem贸crata.
Nixon sabe que lo 煤nico que puede apartarle de la presidencia es que las negociaciones que se mantienen en Par铆s con el Vietnam comunista vayan demasiado bien. No se equivoca: cuando, cuatro d铆as antes de las elecciones, Johnson anuncia la suspensi贸n de todos los bombardeos en Vietnam del Norte y nuevos avances en Par铆s, su vicepresidente y candidato dem贸crata se dispara en las encuestas.

Partidarios de Nixon en la Convenci贸n Nacional Republicana de agosto de 1968.
Nixon act煤a r谩pidamente. A trav茅s de un emisario, convence al gobierno de Vietnam del Sur de que boicotee las negociaciones. A cambio, le promete m谩s apoyo si resulta elegido. El presidente survietnamita Thieu accede y anuncia el 2 de noviembre, a solo dos d铆as de que los estadounidenses vayan a las urnas, que su pa铆s se levanta de la mesa de negociaci贸n.
Johnson se entera de la jugada porque el FBI y la CIA intervienen la conversaci贸n del enviado de Nixon con los survietnamitas. El todav铆a presidente advierte a los republicanos que negociar con un gobierno extranjero en tiempos de guerra es un delito de traici贸n, pero no lo hace p煤blico para no desvelar los pinchazos telef贸nicos.
La jugada le sale muy bien a Nixon: el d铆a de las elecciones obtiene un 43,2% de los votos, por un 42,7% de Humphrey. A todos los dem谩s les sale mal: el gobierno de Vietnam del Sur acabar谩 abandonado por el nuevo presidente y, tras otra oportunidad perdida para la paz, la guerra se prolongar谩 otros siete a帽os.
1968 acaba con Nixon a punto de mudarse a la Casa Blanca, un pa铆s dividido y casi 38.000 estadounidenses muertos en un pa铆s que pocos de sus compatriotas saben situar en un mapa. A煤n morir铆an 20.000 m谩s antes de abandonar definitivamente aquella guerra en 1973.听

Este texto forma parte de un art铆culo publicado en el n煤mero 607 de la revista Historia y Vida. 驴Tienes algo que aportar? Escr铆benos a redaccionhyv@historiayvida.com.