Al otear las elecciones anticipadas que se celebran el domingo, la extrema derecha alemana transita de la euforia al desaliento, y viceversa. Envalentonada por muchos meses cabalgando bien en las encuestas, la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), fundada en el 2013 y con representación parlamentaria federal desde el 2017, decidió en estas urnas presentar por primera vez una candidatura a la Cancillería.
La persona designada, Alice Weidel, economista de 46 años, es copresidenta del partido desde el 2022. Durante la campaña electoral, Weidel se ha lanzado a apuntalar el porcentaje de entre el 20% y el 22% que le otorgan distintos sondeos. Eso convertiría a la AfD en segunda fuerza parlamentaria; ahora es la cuarta. Si los sondeos se confirman, duplicaría sus resultados de las elecciones del 2021, en que logró el 10,4%.
Aunque Alice Weidel persigue normalizar el partido ultra AfD con su perfil atípico, sus tesis son de extremismo duro
Sin embargo, la ultraderecha sabe que esa fortaleza electoral no se traducirá en acceso al poder. El candidato conservador, Friedrich Merz, favorito para convertirse en nuevo canciller, ha prometido que jamás pactará con la AfD, manteniendo así el cordón sanitario ( Brandmauer , cortafuegos) de todos los partidos a la extrema derecha. El escándalo político acaecido hace tres semanas, cuando Merz aceptó los votos de la AfD a su plan de restricción migratorio en el Bundestag (cámara baja del Parlamento), porque esa aceptación infligía una grieta al cordón sanitario, prácticamente se ha desvanecido. La promesa de Friedrich Merz es considerada creíble.
Los ultras se sienten irritados y se revuelven contra la situación. “Cuando en este país se construyen cortafuegos contra un partido de la oposición que está democráticamente legitimado y elegido, eso va en detrimento de la democracia y, además, impulsa a más votantes hacia nosotros de lo que quizás los otros partidos quieren o les gusta”, afirmó Tino Chrupalla, el otro copresidente de la AfD, en un encuentro con corresponsales extranjeros en Berlín.
“Ahora somos con diferencia la fuerza más fuerte en el este de Alemania, somos un Volksparte i [traducible por partido mayoritario] en todo el país, y un partido que recibe entre el 20% y el 22% en los sondeos. Representamos a una parte relevante de la población; no se puede marginar a entre 13 y 14 millones de votantes, como está ocurriendo actualmente. Eso no funcionará a largo plazo; al contrario, nos hará más fuertes”, avisó Chrupalla.

Tino Chrupalla y Alice Weidel, copresidentes de la AfD y ella candidata a canciller, en una reunión en el edificio del Bundestag, en Berlín el 10 de febrero
En las elecciones del 2021, la AfD no consideró viable presentar un candidato a la Cancillería, sino que presentó una candidatura dual (fueron Chrupalla y Weidel) como cabeza de lista. Esta vez, sin embargo, había que ir a más. La apuesta por Alice Weidel apunta a normalizar el partido gracias a su perfil atípico: una economista de aire burgués y origen liberal.
Pero la realidad es que esgrime en sus intervenciones el arsenal habitual del extremismo de ultraderecha. Con Weidel, la AfD continúa desplegando un discurso basado en la identidad nacional, la retórica antiinmigración, la aversión al ecologismo, y la vuelta atrás a un país presuntamente homogéneo. En el congreso del partido el pasado 12 de enero en Riesa (Sajonia) que la confirmó como candidata a canciller, Alice Weidel se mostró clara y tajante en la elección del vocabulario.
Contra el cordón sanitario
El objetivo de la AfD y de Weidel es que, a fuerza de crecer, el 'Brandmauer' acabe cayendo y el partido pueda participar en el Gobierno que surja de las siguientes elecciones, que tocarían en el 2029
Sobre las turbinas eólicas dijo: “¡Abajo esos molinos de viento de la vergüenza!” ¿Estudios de género en la universidad? “Hay que suprimirlos y echar a sus profesores”. Sobre la UE: “¡Salgamos del sistema europeo de asilo!” Sobre la inmigración, “las fronteras deben ser espesas ,y los migrantes sin derecho de estancia deben ser deportados sistemáticamente”.
Weidel mencionó entonces un término que hasta entonces había evitado: “Y si eso significa ó , entonces eso significa ó ”. Este concepto de la extrema derecha identitaria se refiere a la expulsión de inmigrantes no europeos, incluidos aquellos con nacionalidad alemana.
Lo chocante es que ella predica lo contrario con su vida personal. Residente en Suiza, Alice Weidel es lesbiana, y su pareja –con quien tiene dos hijos adoptados– es una cineasta originaria de Sri Lanka. Cuando le preguntan sobre estas contradicciones, suele salir del paso diciendo que no tolera injerencias en su vida privada y que rechaza las políticas de género.
Lo que sí está claro es que el objetivo de la AfD y de Weidel es que, a fuerza de crecer, el Brandmauer acabe cayendo y el partido pueda participar en el Gobierno que surja de las siguientes elecciones, que tocarían en el 2029. “La AfD acechará al próximo Gobierno, y especialmente a Friedrich Merz”, señala la politóloga Jana Puglierin, directora de la oficina en Berlín del laboratorio de ideas European Council on Foreign Relations (ECFR). El propio Merz, recordó la politóloga, ha admitido que, si el futuro gobierno no consigue solucionar los problemas, en las elecciones del 2029 la AfD podría ser el partido más votado.
“Esto muestra que Merz cree, y yo también lo creo, que lo que la AfD quiere realmente es destruir a su partido, la CDU, dividirlo y quedarse con la mitad de él; ese es su proyecto”, sostiene Puglierin. En este contexto, puede decirse que Merz está ya sometido al influjo de la AfD, pues ha hecho suyo un tema clásico de la ultraderecha: el rechazo a la inmigración.