Donald Trump exigiendo en Estados Unidos la destitución de un juez federal que había ordenado el bloqueo de su programa de deportaciones. Beniamin Netanyahu cesando en Israel al jefe del servicio nacional de inteligencia en plena investigación sobre una presunta trama de corrupción gubernamental. Recep Tayyip Erdogan avalando en Turquía el arresto del único opositor con opciones de disputarle el poder.
Todo eso sucedió la semana pasada, e ilustra una era: la de los hombres fuertes.
Hoy, gran parte del mundo está en manos de líderes que aspiran a hacer realidad aquella máxima atribuida a Luis XIV: “El Estado soy yo”. Mandatarios que –tanto en democracias como dictaduras o regímenes híbridos– recurren a un cóctel de miedo, culto personal, nacionalismo y populismo para limar cualquier forma de oposición e imponer su agenda.
Xi Jinping en China, Vladímir Putin en Rusia, Narendra Modi en India, Nayib Bukele en El Salvador... La lista es larga, e incluye a gobernantes de la Unión Europea: el húngaro Viktor Orbán, el eslovaco Robert Fico...
“Todos estos líderes adoptan versiones del mismo manual autoritario”, explica el sociólogo Larry Diamond, profesor de la Universidad de Stanford y un referente en el estudio de la democracia y los autoritarismos. “Utilizan el poder del Estado para eliminar todos los mecanismos de control y equilibrio, tanto dentro del Estado como en la sociedad civil”.
Ya en el 2016, antes de que Trump ganara sus primeras elecciones, el periodista Gideon Rachman advirtió en el que “el liderazgo macho” –aquel que tan bien representaba Putin con su estilo personalista– estaba “de moda”. Y esa forma de gobernar parece que ahora vive su apogeo.
“Es evidente que hay un resurgimiento de la figura del hombre fuerte”, dice a este diario Rachman, quien diseccionó el fenómeno en el libro La era de los líderes autoritarios. “Aunque no creo que esto fuera inevitable. En los años previos a la reelección de Trump, el fenómeno autoritario sufrió algunos reveses”, como las derrotas de Jair Bolsonaro en Brasil o de Jaroslaw Kaczynski en Polonia.
Retroceso democrático
El 72% de la población mundial vive en países que sufren algún grado de autocratización
Los datos avalan esta idea de auge de los hombres fuertes. Según un estudio reciente del Instituto V-Dem, el año pasado, el 72% de la población mundial vivía en países que sufren algún grado de autocratización, frente al 46% del 2012. Por primera vez en dos décadas, hay más estados autocráticos que democráticos.
“Estamos asistiendo a un incremento de las tendencias autoritarias”, dice Fabio Angiolillo, investigador de V-Dem. “Y lo más preocupante es que esto sucede con cada vez más fuerza en contextos democráticos”. En este sentido, Angiolillo detecta un patrón habitual: partidos autoritarios que llegan al Gobierno tras ganar unas elecciones, y que desde esa posición empiezan a expandir el poder ejecutivo a expensas de los órganos legislativos y judiciales, cabalgando a lomos de un discurso polarizador de “nosotros contra ellos”.
Trump está recurriendo a estas tácticas: menosprecia públicamente a sus rivales, firma decretos que desafían el orden constitucional, intenta que todas las instituciones del Estado se plieguen a sus intereses. Y sus movimientos, debido al peso de Estados Unidos, tienen una reverberación global.

Donald Trump en la Casa Blanca, el pasado 28 de marzo
“Trump está dando aliento y legitimidad a los populistas autoritarios de todo el mundo”, dice Diamond. “Además, les está proporcionando nuevas ideas sobre cómo intimidar a la oposición”.
“Con Trump en la Casa Blanca, los autoritarios se sienten envalentonados”, opina Rachman. “Durante el Gobierno de Biden, al menos existía una posibilidad de que Estados Unidos protestara o les exigiera cuentas. Esa posibilidad ya no existe”.
Para Míriam Juan-Torres, investigadora de la Universidad de Berkeley especializada en polarización y populismos autoritarios, una de las principales novedades que ha aportado Trump en su segundo mandato “es la velocidad y la intensidad con la que está desmantelando el Estado de derecho y cambiando el funcionamiento del Gobierno”. Una rapidez que puede ser inspiradora para aquellos líderes deseosos de acumular más poder.
Líderes envalentonados
Gobernantes como Orbán se escudan en las políticas de Trump para justificar su giro autoritario
El caso es que ya se puede apreciar cómo las acciones de Trump están animando a otros hombres fuertes a intensificar su asalto a la democracia. Algunos de ellos se han referido expresamente al presidente estadounidense para justificar su deriva autocrática: en Hungría, Orbán ha apelado al giro ultraconservador de Washington para prohibir las movilizaciones del colectivo LGTBI; mientras que, en Serbia, el Gobierno de Aleksandar Vucic ha aprovechado los ataques de Trump contra la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional para hostigar a varias organizaciones prodemocráticas de la sociedad civil. Otros gobernantes no han sido tan explícitos, pero han tomado decisiones que sólo se pueden entender por la influencia de Trump: ahí están los casos de Netanyahu y Erdogan.
La incógnita es si esta liga de hombres fuertes va a seguir marcando el paso del mundo por mucho tiempo.
“Dentro de una década, podríamos mirar atrás y ver este período como el momento en que la recesión democrática se convirtió en una terrible ola de autoritarismo global”, dice Diamond, “pero las autocracias son profundamente corruptas e ineficaces, y tengo fe en el valor superior de la democracia”.
“Auguro una era turbulenta”, apunta por su parte Juan-Torres. “Necesitamos construir democracias que sirvan a sectores más amplios de la sociedad. Y eso no se consigue solo ganando unas elecciones”.