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Muere Francisco, el Papa de las periferias que quiso reformar la Iglesia y abrirla al mundo

Obituario

Tras casi doce años en el trono de San Pedro, el primer Pontífice suramericano ha fallecido a los 88 años en el Vaticano

La última hora sobre la muerte del papa Francisco, en directo

Muere Francisco, el Papa de las periferias que quiso reformar la Iglesia y abrirla al mundo
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El papa Francisco ha muerto a los 88 años de edad en Ciudad de Vaticano, según ha anunciado el Vaticano en un comunicado en vídeo emitido este lunes. La muerte se ha producido en torno a las 7.35 horas de este lunes a causa de un ictus cerebralque le causó un coma y un fallo cardiocirculatorio irreversible.

A mediados del pasado mes de febrero fue hospitalizado a causa de unaneumonía bilateral.

Tras 37 días en el hospital, y gracias a la mejora de su estado de salud, recibió al alta el pasado 29 de marzo. La última aparición del Papa fue este Domingo de Pascua en la Plaza de San Pedro.

Por la tarde, el cuerpo del papa Francisco debería ser trasladado desde el segundo piso, donde vivió y donde ha fallecido esta mañana, hasta la capilla de la Casa Santa Marta, en la planta baja del edificio situado dentro del Vaticano, para ser expuesto a la deferencia de los cardenales y de los miembros de la Curia romana. Por la noche, debería difundirse el certificado médico de la muerte del Pontífice.

El cuerpo será trasladado a partir del miércoles a la basílica de San Pedro para el homenaje de los fieles. La fijación de la fecha de las exequias es una prerrogativa de las congregaciones generales de los cardenales, que serán convocadas en las próximas horas por el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, aunque normalmente se celebran entre el cuarto y el sexto día a partir de la fecha de la muerte.

A partir del día siguiente comienzan los llamados novendiales, es decir, las misas en sufragio por el alma del Pontífice que se celebran durante nueve días consecutivos.

Así concluye un pontificado extenso, sin un día de tregua, que dejó una huella imborrable en la historia de la Iglesia.

Se presentó al mundo diciendo “buenas tardes”. Era el 13 de marzo de 2013 y esa frase pronunciada desde el balcón de la fachada de San Pedro fue interpretada por algunos como un signo de timidez, una reacción espontánea ante una situación emocionalmente abrumadora. Pero en ese simple saludo, Jorge Mario Bergoglio ya anticipaba su pontificado: casi doce años intensos, con un lenguaje claro y directo, priorizando la sustancia sobre la forma.

A mediados defebrero fue hospitalizado poruna neumonía bilateral: tras 37 días en el hospital, recibió al alta el 29 de marzo

El papa Francisco intentó resistir hasta el final, sabiendo que arriesgaba su propia salud, pero continuó ejerciendo el mando de la Iglesia a su manera, a menudo juzgada como excéntrica y a la que la curia romana nunca se acostumbró del todo. Con múltiples problemas de salud –pulmones, colon y rodilla–, algunos lo consideraron imprudente, pero para él era la única forma de ejercer su mandato y responder, con su cuerpo y presencia, a sus críticos en un mundo marcado por guerras y nuevas barreras contra los más vulnerables.

Un estilo y una forma de gobernar que lo convirtieron quizá en uno de los Papas más amados y, al mismo tiempo, uno de los más odiados y cuestionados de la historia reciente de la Iglesia. Por un lado, multitudes entusiastas en todo el mundo, especialmente en África, Asia y América Latina; por otro, círculos conservadores en Estados Unidos y Alemania, que no dudaron en llamarlo incluso “Antipapa”. Él mismo lo contó durante un viaje al Congo: “En Roma organizan cenas para desear mi muerte y preparar el cónclave, pero yo sigo aquí”.

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El Papa, en una de sus últimas apariciones públicas, en una visita a lacárcel Regina Coeli de Roma, el pasado jueves santo

Tras el deber de obediencia, persistían dudas sobre su estilo informal: las llamadas directas a la gente, la renuncia a ciertas costumbres del “Papa rey”, las visitas improvisadas a las tiendas del centro de Roma y a los sintecho de la Plaza de San Pedro, la elección de vivir en la humilde residencia de Santa Marta. Una ruptura neta del protocolo, que no equivalía, sin embargo, a un trastorno de la doctrina en lo que su predecesor, Benedicto XVI, llamaba los “valores no negociables”, comenzando por el aborto y la eutanasia.

En su primer discurso a los fieles, antes incluso de impartir la bendición, quiso pedir una para sí mismo. Se definió simplemente como “el nuevo obispo de Roma”, porque ese era el deber de los cardenales en el Cónclave: dar un pastor a la Iglesia de Roma, esa “ciudad tan bella” que ahora estaba llamado a guiar. Y lo habían elegido “casi en el fin del mundo”, desde su Buenos Aires, donde estaba convencido de regresar: ya tenía reservado el billete de vuelta.

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Ya la elección del nombre Francisco fue una señal clara, histórica y sin precedentes: un homenaje al Santo de Asís, el pobre que hablaba con los animales y renunció a todo para entregarse a los más humildes. Como el propio Papa contó en el Aula Pablo VI, tres días después de su elección, la idea de ese nombre nació en su corazón gracias a un comentario indirecto. Cuando el cónclave se acercaba a su fin y el nombre de Bergoglio ya había alcanzado los dos tercios de los votos, el cardenal de São Paulo, Claudio Hummes, le susurró: “¡No te olvides de los pobres!”.

Esa frase lo marcó. Mientras avanzaba la votación, el arzobispo de Buenos Aires sintió que Francisco era el nombre indicado. Porque San Francisco de Asís era, para él, “el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y cuida la creación”. De ahí su profundo deseo de “una Iglesia pobre y para los pobres”.

Su estilo de gobernar lo convirtieron en uno de los Papas más amados y, al mismo tiempo, uno de los más cuestionados

Uno de los pilares de la acción pastoral de Francisco ha sido su compromiso constante con las periferias, no solo geográficas sino también existenciales. Ha viajado a los rincones más remotos del planeta, donde los católicos y otras minorías religiosas son perseguidos y despojados de sus derechos fundamentales. Es el caso de los rohinyás, un pueblo por el que siempre ha tenido una especial preocupación, y con quienes se encontró durante su viaje apostólico a Birmania y Բé en 2017.

De la misma manera, en 2022 viajó a Canadá para reunirse con las poblaciones indígenas, víctimas de siglos de violencia y discriminación. En un gesto de reconciliación y memoria, oró en sus lugares sagrados para pedir perdón y para “sanar las heridas del corazón, terrible consecuencia de la colonización”.

Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, el primogénito de una familia de origen italiano. Sus abuelos paternos emigraron desde el Piamonte a Argentina, llevando consigo la cultura y la identidad que marcarían profundamente su vida. Creció en el barrio de Flores, en un entorno sencillo donde aprendió el valor del trabajo y de la comunidad.

Tras completar sus estudios en una escuela técnica, a los 21 años ingresó al seminario de Villa Devoto y en 1958 entró en la Compañía de Jesús. Durante su noviciado, una grave neumonía lo llevó al hospital y le dejó secuelas pulmonares, una experiencia que fortaleció su espiritualidad y su comprensión de la fragilidad humana. Ordenado sacerdote en 1969, se convirtió en una figura clave dentro de la Iglesia argentina.

El Papa Francisco durante la impartición de la bendición 'Urbi et Orbi' y desea

La última aparición del papa Francisco ayer domingo: el deseo de “buena Pascua” a los fieles desde el balcón de la basílica de San Pedro

Stefano Spaziani / Europa Press

En 1973, en plena dictadura militar, fue nombrado Provincial de los jesuitas en Argentina. Su liderazgo fue prudente pero firme, apostando por una Iglesia cercana a los pobres y manteniendo una postura de mediación en tiempos de conflicto. En 1992, Juan Pablo II lo designó obispo auxiliar de Buenos Aires y, en 1998, arzobispo de la ciudad. En 2001 fue creado cardenal, pero sin cambiar su estilo de vida: siguió moviéndose en transporte público, rechazando los lujos y priorizando la cercanía con la gente.

El 13 de marzo de 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, fue elegido Papa y tomó el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís, símbolo de pobreza y humildad. Desde el inicio, su estilo sencillo y directo marcó la diferencia, impulsando una Iglesia 'en salida', comprometida con las periferias existenciales. Una batalla cotidiana que comenzó con un simple “buenas tardes”.

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