No todo son elogios al fallecido papa Francisco en Francia, aún dolida por su negativa a realizar una visita oficial al país y su rechazo a acudir a la reapertura de Notre Dame en diciembre pasado. Aunque con respeto hacia la persona y sus buenas intenciones, están aflorando críticas profundas por algunas de sus decisiones en política internacional durante los últimos doce años, desde su ambigüedad en la guerra de Ucrania a su estrecha relación con el patriarca Cirilo I de Moscú –antiguo agente del KGB y aliado de Putin– o su acuerdo con Pekín para la tutela del régimen comunista sobre la jerarquía católica china.
El diario conservador Le Figaro fue ayer muy agresivo, ya en su editorial de portada, de titular engañoso: “El peregrino de la paz”. En realidad, la tesis del periódico es que el papa argentino se equivocó en asuntos muy importantes y, en geoestrategia, fue “la antítesis” del visionario Juan Pablo II.
A Francisco le reprochan su actitud hacia Ucrania, el patriarca ruso, El Asad y el régimen chino
En Francia, muy implicada desde el inicio de la guerra en el apoyo a Kyiv, aún se recuerda aquella entrevista de marzo del 2024 que dio Francisco a un medio suizo en la que pedía “coraje” a Ucrania para “levantar la bandera blanca” y negociar. En un artículo muy ácido en Le Monde , Giovanni Maria Vian, durante muchos años director de L’Osservatore Romano , el diario del Vaticano, habló de “palabras desastrosas” del papa desaparecido, de quien dijo que “se hizo filorruso a fuerza de antiamericanismo”, pero, paradójicamente, acabó encontrándose “en el mismo lado que el presidente de EE.UU. (Trump)”. Vian lanzó otros dardos envenenados contra Francisco, al que definió como “este jesuita argentino, seducido por el peronismo”, que “gobernó solo, en un estilo autocrático”.
Los analistas que aparecen estos días en los medios franceses, como Bertrand Badie, profesor emérito de Sciences Po, suelen insistir en que, probablemente, el sucesor de Francisco deberá ser más conciliador y más diplomático para superar las divisiones que se han acentuado en la Iglesia y navegar en una situación internacional muy convulsa.
El editorial de Le Figaro recordaba la obstinación de Francisco de no romper con el régimen de El Asad en Siria, donde la Santa Sede mantuvo al nuncio hasta la caída del dictador, o su inhibición ante la suerte de los armenios expulsados del enclave del Alto Karabaj por la ofensiva del ejército azerbaiyano. Otra decisión polémica fue el acuerdo del 2018 con Xi Jinping para que el Gobierno chino –igual que sucedía con la España de Franco– pueda supervisar el nombramiento de nuevos obispos. Ese pacto, el alto precio a pagar para normalizar la relación con el régimen comunista, fue considerado una traición por la red católica clandestina que existía en China desde hacía decenios. Lo criticó duramente el anciano cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong.
La analista Isabelle Lasserre, que escribe en Le Figaro y colabora con la emisora LCI, afirmó ayer que “en política internacional, Francisco, se situó en las antípodas de Juan Pablo II” porque este defendió siempre con convicción las democracias. El último Papa, según Lasserre, privilegiaba “la paz a cualquier precio y la política del apaciguamiento”, pues no creía en el concepto de la guerra justa, ni siquiera la librada por un país atacado e invadido, como en el caso de Ucrania.