El factor China también pesa en el Vaticano. Lo sabe bien Pietro Parolin, secretario de Estado saliente y favorito en todas las casas de apuestas para suceder a Francisco. Esta previsión, ampliamente compartida también en los pasillos del Vaticano, responde a una lógica muy extendida: el cardenal italiano sería un Papa de mediación por excelencia. Garantizaría continuidad con la era Bergoglio —es uno de los pocos que ha permanecido durante todo su pontificado— y, al mismo tiempo, permitiría un regreso a cierta sobriedad en el estilo papal.
Su carrera como diplomático podría jugar a su favor, dados los crecientes desafíos geopolíticos del momento. Su mayor logro en este campo —el acuerdo entre la Santa Sede y la República Popular China— podría convertirse, sin embargo, en su talón de Aquiles.

Pietro Parolin, un hombre que sabe negociarYara (Nardi / Reuters)
La candidatura, todavía informal, se sustenta también en el notable protagonismo que ha mostrado estos días. Aunque formalmente ha cesado en su cargo —como todas las grandes autoridades vaticanas—, el purpurado italiano ha estado presente en todos los ritos previos al funeral de mañana. Todo indica que seguirá siendo una figura clave durante la semana que antecede a la apertura del cónclave, prevista entre el 5 y el 10 de mayo.
De acuerdo con informaciones surgidas en las primeras congregaciones generales, Parolin también estaría redoblando su apuesta por el ámbito económico. Su compromiso, asumido con gran discreción, sería corregir la reforma impulsada por Francisco, que no logró sanear las cuentas vaticanas y dejó fuera de la Secretaría de Estado el control de las finanzas después de varios escándalos.
Nacido en un pueblo de la provincia de Vicenza, en el Véneto, Parolin es hijo de un ferretero fallecido prematuramente y de una madre maestra. Fue ordenado sacerdote en 1980, a los veinticinco años, y enviado a Roma para estudiar Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana. Allí inició su formación en el cuerpo diplomático de la Santa Sede.
Artífice del acuerdo con las autoridades de Pekín, su gestión es hoy uno de los puntos débiles del candidato
Después de tres años en Nigeria, fue llamado de nuevo a Roma en 1992 para trabajar en la Segunda Sección de la Secretaría de Estado, bajo la dirección del cardenal Angelo Sodano, entonces poderoso secretario de Estado de Juan Pablo II. Su carrera diplomática continuó con misiones en México y, posteriormente, como jefe de servicio para Europa latina (Italia, España, Andorra, San Marino) entre 1989 y 2002.
Su manejo eficaz de situaciones delicadas convenció a Benedicto XVI de nombrarlo arzobispo y de enviarlo como nuncio apostólico a Venezuela, con la difícil tarea de preservar a la Iglesia local en medio de las tensiones con el chavismo gobernante. Su labor fue muy bien valorada, tanto que el papa Francisco aceptó traerlo de nuevo a Roma como jefe de la Secretaría de Estado.
Desde el principio fue evidente que el Papa argentino aspiraba a un entendimiento histórico con China. Después de años de trabajo paciente y discreto, Parolin consiguió en 2018 un pacto provisional, de carácter confidencial, sobre el nombramiento de obispos. El acuerdo ha sido renovado en tres ocasiones: 2020, 2022 y también el año pasado. Su contenido, fiel a la tradición de reserva de ambas partes, nunca ha sido divulgado.
¿Estamos ante el regreso de la gloriosa Ostpolitik, de los años 60, o frente a una traición a los católicos perseguidos por el régimen de Pekín? En los ambientes vaticanos las opiniones están muy divididas. Ahora que el Papa reposa en un humilde ataúd de ciprés, los críticos de ese pacto ya no se callan. El cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller lo expresó sin rodeos: “Está bien hacer un compromiso con estos poderosos dictadores”, declaró en una entrevista al diario La Repubblica , “pero no podemos traicionar los principios de nuestra fe. No podemos aceptar que los comunistas nombren a nuestros obispos”. Un mensaje que no iba dirigido a Pekín, sino a un colega sentado a pocas filas de distancia en la basílica de San Pedro.
Pero sus adversarios no son solo los conservadores, como lo demuestra cierta frialdad en la relación con otro candidato italiano, el cardenal Matteo Zuppi, representante del ala más progresista.
Su carrera como diplomático podría jugar a su favor en un momento de grandes desafíos
Otra figura que Parolin tendría bien identificada como posible rival es el cardenal estadounidense Robert Francis Prevost, muy valorado por Francisco y mucho menos por los tradicionalistas cercanos a Donald Trump.
China y Estados Unidos: el cónclave no es impermeable al mundo exterior, aunque se celebre dentro de la Capilla Sixtina.