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Asalto a la Ciudad de Dios

UNA NOCHE EN LA TIERRA

Asalto a la Ciudad de Dios
Redactor jefe de Internacional

El catolicismo tradicionalista es una fuerza emergente en Estados Unidos para la cual el Papa Francisco ha sido una piedra en el zapato. El relevo en el Vaticano es una oportunidad para encontrar un Papa con una visión del mundo más próxima.

Ancient Age. The Barbarians before Rome. Chromolithography.

Los bárbaros a las puertas de Roma, litografía de César Cantú

PHAS/Universal Images Group via

Es mediodía de Domingo de Pascua en Aix-en-Provence, y las iglesias están llenas de gente. No hay manera de visitar los templos de esta capital de la Provenza. Lleno absoluto en la iglesia del Espíritu Santo, en la catedral del Santo Salvador y en la Capilla de los Oblatos. Francia es la capital de la laicidad, según la Constitución de 1905. Pero en el quiosco del centro de esta ciudad, Le Figaro muestra en portada una gran foto con miles de jóvenes congregados en Lourdes. “Una oleada de jóvenes se vuelca sobre la Iglesia católica en busca de sentido” dice el titular.

En la Capilla de los Oblatos hay una placa para los turistas con la historia del templo. Fue construido en un solar que ocupaba un gran pino bajo el cual se reunían los protestantes. En la primera guerra de religión, siglo XVI, los católicos colgaron de ese pino a todos los protestantes que capturaron. Carlos IX lo cortó en signo de reconciliación un siglo después y levantó en su lugar una iglesia para las carmelitas. La Revolución Francesa reconvirtió el edificio en Templo de la Razón y en 1816 pasó a manos de los Oblatos de María.

En el aparente resurgir católico francés hay poco de aquella belicosidad. Es más bien fruto de una generación de influencers que ha tomado las redes por asalto. “Hemos pasado de un criptocatolicismo en el que no se podía hablar mucho de Dios al catolicismo explícito” dicen. Ganar visibilidad ya es mucho en tiempos de redes sociales.

La visibilidad es mayor en la Iglesia católica estadounidense, al alza tras décadas de secularización y más beligerante cuanto más cerca está del poder terrenal de la Casa Blanca. Cuando se habla del nacionalismo cristiano se piensa en las iglesias evangélicas del sur. Pero es entre los católicos donde hoy prospera. El cambio ha sido profundo entre los sacerdotes. En los 60 todos eran liberales o progresistas. Hoy se reclaman conservadores. En esa radicalización ha influido en parte el paso del reformista Francisco por el Vaticano.

(El Lunes de Pascua, horas después de la muerte del Papa, en la catedral del Santo Salvador de Aix-en-Provence se informa de un responso por su alma. En la iglesia del Santo Espíritu, en cambio, ni se le menciona. La explicación está en esa estatua de Juan Pablo II que saluda desde la entrada del templo, indicio de la poca simpatía de la parroquia hacia el argentino.)

En cuestiones como los derechos LGTBI o de la mujer, la nueva derecha ha tropezado con Francisco

El catolicismo influye hoy en las dos corrientes políticas más poderosas que han llevado a Trump a la Casa Blanca. El más combativo y tradicionalista es el de personajes como Steve Bannon y J.D. Vance, hombres blancos de origen obrero, de una generación descolocada por el avance del feminismo y las minorías. El primero es un católico de raíz familiar. El segundo un baptista convertido al catolicismo en 2019. Son dos puntales del Make America Great Again (MAGA), la infantería de la nueva derecha americana.

En Silicon Valley, un entorno en el que la religiosidad era una extravagancia, el catolicismo está en auge. Es la filosofía de moda que moviliza a ejecutivos para quienes la ciencia y la tecnología, antes opuestos a la religión y la espiritualidad, podrían converger con las enseñanzas de la Biblia.

Una versión más sencilla de ese interés apunta a la creciente influencia de Peter Thiel, el primero en declararse católico y hablar de espiritualidad en el gélido mundo de la tecnología y la inteligencia artificial. La fe católica sería para esos ejecutivos lo que les permitiría acercarse a ese astro oscuro que es Thiel.

Es difícil no imaginar que ese catolicismo en ascenso, que en su visión más radical aboga por la “convergencia entre cristiandad y vida civil” y que cree que la Iglesia debe inspirar al Estado, tenga la voluntad de influir en el relevo en el Vaticano. Para ello ha financiado seminarios con los que atraer a los cardenales más conservadores y su arrogante vicepresidente, J.D. Vance ha polemizado en público con las autoridades vaticanas sobre teología.

El poder e influencia de la Santa Sede ha menguado en las últimas décadas y es hoy más simbólico que real. Francisco tampoco ha cumplido muchas de las expectativas que se habían depositado en sus capacidades como reformista. Pero las guerras culturales que libra la derecha americana (en materias como los derechos de los colectivos LGTBI, el papel de la mujer y de las minorías) han tenido enfrente a Francisco y las ideas que él ha aceptado y tolerado.

La jerarquía católica ha sido beligerante con las deportaciones, Gaza y el recorte en la cooperación

El segundo mandato de Trump ha sido el de la colisión entre ambos mundos. La jerarquía católica, a instancias del Papa, ha sido beligerante con las deportaciones de inmigrantes. También con el papel de Israel en la guerra de Gaza y con los recortes en la ayuda humanitaria. La elección de un sucesor es una oportunidad para acabar con ese dolor de cabeza y afirmar la nueva visión imperial que tienen del mundo. Seguramente no colocarán a su candidato. Pero harán lo posible para que no aparezca un nuevo Francisco.

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