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El estómago de los valencianos

Siempre he pensado que el estómago de los valencianos está hecho a prueba de bomba. No el de todos, pero al menos sí el de dos generaciones, los Baby Boomers (1946-1964), y los Generación X (1965-1980).

Paella valenciana a leña del restaurante l’Establiment (El Palmar)

Paella valenciana a leña del restaurante l’Establiment (El Palmar)

Paco Alonso

O dicho de otra manera, aquellos que bebieron horchata antes de la obligatoriedad de desinfectar la chufa. Circunstancia que debemos al pionero de la microbiología valenciana, el profesor Enrique Hernández, empeñado en una reglamentación técnico sanitaria para la horchata. Una normativa que entró en vigor el 28 de octubre de 1988, con el Real Decreto 1338. En su artículo 8 sobre prácticas obligatorias, en el apartado 8.4 dedicado al tratamiento germicida, dice: “Los tubérculos deben lavarse en una solución desinfectante de agua de cloro activo al 1 por 100 con agitación mecánica durante treinta minutos, como mínimo, o con otro tipo de producto autorizado para uso alimentario que consiga un nivel de desinfección similar. A continuación, se dará un lavado eficaz para eliminar los residuos germicidas.”

Arròs allipebrat, receta de Juan Carlos Galbis

Arròs allipebrat, receta de Juan Carlos Galbis

Paco Alonso

Se preguntarán ¿Qué hacíamos antes de 1988? Pues lo que mandaba la tradición: recoger la chufa, sacudir la tierra y con el agua de la acequia de Moncada, lavarla; posteriormente se llevaba al secadero, donde con el calor y el aire de poniente se arrugaba, propiciando que infinidad de microorganismos se agazaparan en los recovecos de su piel. El resto se lo pueden imaginar. Cuando en el obrador se decidía hacer horchata, sólo había que hidratarla, triturarla, añadir agua y azúcar, y aromatizarla con canela y piel de limón, dejar enfriar y servir.

Paella de la Marina Alta, con berenjena, costilla y conejo. Rte. El Tresmall

Paella de la Marina Alta, con berenjena, costilla y conejo. Rte. El Tresmall

Paco Alonso

La horchata, hasta finales de los 80 era una bebida tremendamente perecedera, de ciclo cortísimo. Duraba como mucho 48 horas aunque estuviera refrigerada, porque estaba plagada de infinidad de microorganismos, entre ellos el E. coli que inconscientemente nos tragábamos mojando el fartón. Los lectores avispados habrán deducido que en las aguas de la acequia de Moncada pulularían restos fecales en suspensión. Problema, ninguno. Miren lo lozanos que estamos a estas alturas de la vida.

Claro, los Millennials y Generación Z, cuando van a la India y prueban la street-food se van de varas por la pata pa’ bajo. Insisto, es muy difícil que un valenciano curtido en mil horchatas ingeridas en los años 60-70-80 tenga problemas intestinales graves si viaja y come un poco de caca. La mayoría estamos inmunizados.

Este recordatorio sobre de dónde venimos, es para saber a dónde vamos. Nunca olvidaré cuándo era niño, aquellas paellas que hacía el tío Nelo en El Palmar. Salíamos él y yo temprano en barca, perchando hacia el motor. En un capazo llevaba el arroz, pimentón, aceite, sal, una garba de cebollas tiernas, dos tomates, judías y garrofó, nada más. Bueno, y la escopeta. Yo me quedaba ensimismado pescando tencas o cogiendo con la nasa samarucs. Al rato venía y se ponía a hacer la paella; también ataba un melón con una cuerda y lo ponía a refrescar en el aljibe del motor.

¡Joder, que buenas estaban las paellas del tío Nelo! Hechas a leña en el motor, en medio de la marjal. ¡Qué sabor le daba el pato, y lo tierno que estaba el conejo"

No había móviles, pero la familia llegaba justo cuando el arroz estaba en su punto. Cada uno con su cuchara en ristre atacaba por la zona que le correspondía. En un plato de loza con el borde azul, algo descascarillado, ensalada: tomate y cebolla tierna con aceite y sal.

¡Joder, que buenas estaban las paellas del tío Nelo! Hechas a leña en el motor, en medio de la marjal. ¡Qué sabor le daba el pato, y lo tierno que estaba el conejo, todo cazado esa misma mañana.

Sólo hay algo que no me cuadra. Nunca vi conejos por la Albufera.

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