Existe la creencia fundada entre los valencianos, de que somos unos ‘meninfots’. Es algo así como que nos importan poco las cosas; que no valoramos lo que tenemos, y por eso nos pasa lo que nos pasa. ¡Que mos furten la paella! Vienen los vascos y se la llevan para Getxo... ¡Que mos furten la Coca-Cola! La patenta un farmacéutico de Atlanta y 60 años después le dan 30.000 pesetas a los herederos de Bodegas Aielo, y se conforman. Es que somos muy dejados para nuestras cosas. Por suerte la naturaleza nos ha dotado de una capacidad asombrosa para sobrevivir, sin necesidad de mejorar nuestra calidad de vida. Tenemos de todo y tan a mano. ¡Qué bien se vive en Valencia! No hace falta prosperar. ¿Para qué? Estamos bien así.

Tres pataquetas de la Tahona del Abuelo (Cabanyal)
Lo que me revienta de estos últimos tiempos es la pérdida de patrimonio cultural gastronómico a la carrera, y pinta que vamos a perder más. Los magnates de la industria y distribución alimentaria auguran que en menos de una década ya no cocinaremos en casa, y todo lo que comamos será elaborado.
¡Pues no! Me niego a perder un átomo más de energía valenciana. Y a partir de ahora les invito a recuperar entre todos lo que hemos ido dejando en el camino, como por ejemplo, “la pataqueta”.
En Valencia siempre fue un pan de consumo diario. Una especialidad ideal para acompañar a la sugerente despensa local, como el embutido con habitas, ajos tiernos o pisto, magro con tomate, tortillas... vaya, cualquier cosa susceptible de ir entre el pan. Por su diseño y ergonomía la pataqueta es como un cofre, el lugar óptimo para guardar los tesoros del esmorzaret, pero también ha sido históricamente el pan preferido de los valencianos para las cenas de sobaquillo, y de cualquier acto festivo. Era inconcebible entrar en un casal fallero y que no hubiera pataquetas para cenar la Nit de la Plantà. Un buen fallero siempre tenía un tro de bac en la mano derecha y una pataqueta en la izquierda. Si hay un pan icónico para los valencianos ese es LA PATAQUETA.

Almuerzo en pataqueta de La Cantina de Ruzafa
Esta semana el Gremio de Panaderos y Pasteleros de València celebró un evento muy loable, certificar la marca CV para la pataqueta, como paso previo para la obtención de la IGP, (indicación Geográfica Protegida), una herramienta administrativa para proteger su calidad y fomentar el consumo. El lugar elegido para la presentación, La Cantina de Russafa, fue perfecto, porque ahí gastan cada día 80 pataquetas en los almuerzos. Se las hace el horno Valencia de la calle Sueca, un obrador artesano de toda confianza. Eva y Jaume saben que su almuerzo en formato pataqueta tiene mucha culpa de su Cacau D'Or.
¿Pero por qué dejamos de comer pataquetas? El presidente del Gremio, Juanjo Rausell apunta varias hipótesis: “los casales dejaron de hacer sus compras en el barrio y ahora las hacen en grandes superficies. La baguette industrial y las prisas han ganado la partida a un pan artesanal individual que requiere darle su forma y su tiempo.”
En el Gremio son perseverantes porque llevan casi 50 años ininterrumpidos con su concurso de panes, y a los participantes en la modalidad de horno tradicional les exigen presentar tres formatos de pan: barra, rollo y pataqueta. ¿Saben ustedes el origen del agujero del rollo? Pues para pasar un palo, colgarlo y evitar que lo robasen en los mercados. Rollos ya no se ven en los hornos, y pataquetas muy pocas. Un ejemplo: la Tahona del Abuelo del Cabanyal, hace 20 pataquetas todos los días para cinco clientes. “Per dignitat les faig tots els díes” asegura Juanjo. Y yo lo entiendo.

Almuerzo en pataqueta del Casino de Moncada
Por otro lado está la sana envidia que me provocan catalanes como Jordi Morera, de Vilanova i la Geltrú, que armándose de paciencia y buen hacer consiguió la IGP del Pa de Pagés.
Para ponerlo más difícil, en la Comunidad Valenciana no tenemos trigo para panificar, y se compra la harina en territorios vecinos como Aragón y Castilla La Mancha. Aunque hay héroes como Pep Romany en La Marina Alta, y Pablo Calatayud en Les Alcusses, recuperando variedades de blat. Hacen una labor encomiable en la Vall del Montgó plantando variedades autóctonas: Amoròs, Fartó y Assolacambres; al igual que Pablo en Les Terres dels Alforins con las variedades Florencia Aurora y Candial.
Antiguamente se utilizaba una harina morena de un trigo autóctono de la huerta valenciana, pero desapareció por lo que se emplean trigos de características similares de otras zonas productoras. Hay que distinguir dos tipos de pataqueta, la pataqueta de huerta de alta hidratación con corteza gruesa, miga alveolada y color intenso y aplastada en el momento de cocción. Y la pataqueta hidratación normal, corteza más fina y miga más liviana. La pataqueta podría incluirse dentro de los panes polimorfos, ya que su diseño nos recuerda los senos de una mujer. Sus principales características son: excelente conservación, buen aroma y sabor.
Mi gente declaró hace más de una década la guerra a los bares donde no cuidan el pan a la hora del almuerzo. Hablamos de un producto que por su uso y diseño es el 50 por ciento del éxito de un almuerzo. No escatimen con la calidad del pan"
Vayamos al grano, y nunca mejor dicho, porque se trata de cereal. Mi gente declaró hace más de una década la guerra a los bares donde no cuidan el pan a la hora del almuerzo. Hablamos de un producto que por su uso y diseño es el 50 por ciento del éxito de un almuerzo. No escatimen con la calidad del pan.
Si tuviera que participar en un concurso de bocadillos, yo optaría por la pataqueta.
¡Pataqueta o muerte!