Dormir mal, sentirse saturado, las exigencias tóxicas a las que nos somete la sociedad, la agitación que parece una losa permanente a nuestras espaldas, los pensamientos intrusivos, el sobre análisis constante… Seguro que a la hora de pedir consejo, dirán: “Tienes ansiedad”. Una frase recurrente, al mínimo síntoma de estrés.
Vivimos en un mundo ajetreado y a velocidad constante. Con un estrés que ya es crónico y que deriva en una ansiedad que no abandona a casi nadie. Sin embargo, puede que no se trate de ansiedad. Como bien señala la pedagoga y neuropsicóloga Beatriz Acosta, puede que haya algo más. Un detalle que pasa desapercibido en muchas ocasiones.

¿Y si no solo es ansiedad?
“Buscas terapia para trabajar esa ansiedad y su origen. Lees libros sobre ello, escuchas podcasts, buscas estrategias, técnicas de relajación… Pasa el tiempo y nada cambia”, comienza explicando la neuropsicóloga. Con el tiempo, aunque se encuentra algo de paz, algo sigue sin encajar.
“Persiste la agitación, el análisis constante, la rumiación, la abrumación. Pero… ¿Y si no solo es ansiedad?”, se pregunta Acosta. Es entonces cuando hace una interesante reflexión a sus seguidores en Instagram, pues muchos de ellos se han visto en la misma situación. “Muchas personas pasan toda su vida lidiando con ella, terapia tras terapia, sintiendo que algo no encaja.
Quedándose en la superficie sin avanzar. Desconociendo que la raíz es una neurodivergencia no identificada, pasando desapercibida”.
La ansiedad, como explica la especialista, es una consecuencia de esa neurodivergencia “no acompañada, validada ni atendida”, explica. Por ello, es muy importante conocer la raíz de esa ansiedad. “Permite atenderse y entenderse. Y de cara al profesional, cambia el foco y la forma en la que se acompaña”.
En los últimos años se ha creado una mayor concienciación acerca de la neurodiversidad. Dentro de las asociaciones dedicadas al apoyo del trastorno del espectro autista (TEA) y otras neurodivergencias, está cambiando la forma en la que se comprende la discapacidad; así como la manera en la que se entienden la forma de tratar los trastornos psiquiátricos y del neurodesarrollo.

Beatriz Acosta lanza una reflexión: ¿Y si no solo es ansiedad?
No existe un estándar para el cerebro del ser humano, por lo que entre los llamados neurodivergentes se encuentran personas con diagnósticos como TDAH, TEA o dislexia, todos ellos aderezados en ocasiones con trastornos de ansiedad, a menudo sin tratar.
Conviene atender y tratar cada caso desde su raíz. El cerebro humano trabaja más como un ecosistema más que como una máquina (Lopera Murcia, 2015). El éxito en la vida, por lo tanto, se basa en la adaptación del cerebro a las necesidades del entorno y dependerá también de la modificación de ese entorno para ajustarlo a las necesidades de esos cerebros únicos.