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“Me vi violada y enterrada bajo un agave”: la peor pesadilla viajera de cinco firmas de ‘bet365’

En primera persona

Viajeros expertos, Plàcid García-Planas, Alex Jover, Joan Josep Pallàs, David Dusster y Gemma Saura explican las experiencias y los destinos que les han marcado

Viajes que se convierten en pesadillas

Viajes que se convierten en pesadillas

iStock

Por mucho que planifiquemos, las cosas no siempre salen como a uno le gustaría, y en el caso de las viajes, quizás sea peor porque hemos depositado muchas esperanzas en el destino y, a veces, no es como esperábamos. Turismo de masas, tormentas en el desierto hasta accidentes en coche, todo puede pasar, y es el momento en que uno piensa que quizás mejor nos hubiésemos quedado en casa.

Plàcid Garcia-Planas

Florida, un paraíso de plástico

Palmeras en la calurosa Florida

Palmeras en la calurosa Florida

Paul Giamou

Francamente, España nunca tendría que haber vendido Florida a Estados Unidos. Se comería infinitamente mejor. O, sencillamente, se comería. Hace un millón de años, cuando estudié diseño de periódicos en Tampa, me hizo gracia: era la primera vez que estaba en Estados Unidos, pero casi no me moví de esa ciudad.

Hace unos años di una vuelta en coche por buena parte de Florida y vi cosas interesantes, como el despegue de un cohete en Cabo Cañaveral o un delicioso espectáculo de sirenas congelado en los años cincuenta. Pero, en general, hasta las palmeras me parecían de plástico. Me costaría regresar. Y más hoy, que al plástico habría que sumar el tupé trumpista. Pero no descarto regresar pronto a Estados Unidos: me fascinan los imperios en decadencia. Y el naufragio puede ir más rápido de lo que imaginamos.

Àlex Jover

Caribe, pesadilla a bordo

Cientos de hamacas para turistas en el Caribe

Cientos de hamacas para turistas en el Caribe

A.Jover

Desembarcar con 2.000 personas en una de las mejores playas del mundo despoja al Caribe de cualquier tipo de glamur. La escena se torna más surrealista con el despliegue de la tripulación, que no solo empaña el paisaje de arena blanca con miles de hamacas sino que además enciende barbacoas y monta, a la velocidad de la luz, tiendas efímeras de souvenirs. Todo por nosotros y para que la experiencia sea todavía más completa. La autenticidad se desdibuja en este tipo de viajes, presentado por las agencias como una experiencia cinco estrellas para conocer mundo en familia y con todas las comodidades.

A bordo, la cosa mejora, y durante el simulacro oficial nos dejan sin bote salvavidas. El personal nos lo explica (o bromea) amablemente: “En realidad, no hay suficientes para todos porque está demostrado que un porcentaje no se salva”.

David Dusster

ܻá, 2009

Tormenta de arena en el ܻá

Tormenta de arena opacó la visión de Gebel Barkal

D.Dusster

Cuesta mucho decidirse, como propone el Magazine, por el peor viaje de mi vida. Porque no recuerdo que haya vuelto nunca pensando que me equivoqué, que no valió la pena. En todos los países y todas las circunstancias se aprende algo. Hay lugares en los que he disfrutado menos, aunque ninguno como para pensar que no repetiría. Pero, a nivel organizativo, la ruta organizada por ܻá en 2009 fue un auténtico desastre.

El objetivo de la propuesta era muy claro: las autoridades del que entonces era el país más grande de África -lo fue hasta 2011, cuando ܻá del Sur se independizó- proponían que viésemos las grandes maravillas del país, como el legado de los faraones negros o el mar Rojo. Éramos un grupo de responsables de agencias de viaje, y dos periodistas a los que nos invitaron a última hora para aprovechar las dos plazas libres que quedaban.

El peor viaje de mi vida fue uno de los más divertidos, sino el que más”

David Dusster

Y todo salió mal. En el parque nacional Dinder, uno de los más antiguos del continente y del que decían que podrían competir con las reservas de Kenia o Tanzania, no vimos ni un animal salvaje. Una tormenta de arena opacó la visión de Gebel Barkal y tuvimos que ver a la carrera las pirámides de Meroe, uno de los mayores atractivos de ܻá. En el mar Rojo nos tocó confinarnos unos días de asueto en un hotel y contentarnos con una visita de las ruinas de Suakin, que realmente vale la pena. Largos y polvorosos trayectos en jeep, nada de bebidas alcohólicas -totalmente prohibidas- y muchas horas para hablar, reír y tomarse los constantes imprevistos con calma y buen humor. Y hasta tuvimos una cena con el ministro de Turismo, al que agradecimos cortésmente su hospitalidad.

El peor viaje de mi vida fue uno de los más divertidos, sino el que más. Viajar, en el fondo, es como educar a los hijos, un ejercicio de humor y relativización muy sano. Solo deseo que ܻá, ahora tristemente inmerso en una guerra civil, se recupere pronto, se prepare y pueda abrirse al futuro.

Joan Josep Pallàs

Sur de Francia, ni un triste imán

Niza en un día nublado

Niza en un día nublado

Jack-Sooksan

No practico el San Valentín, considero que una escapada romántica no debe planificarse jamás. La perpetramos atacados por una necesidad de huida en coche: nos sentará bien, nos lo merecemos. Pero no. Sur de Francia. Empezamos esperanzados, alojados en el Chateau de Mazan, un palacete con solera del siglo XVIII vinculado al Marqués de Sade. Era verano pero hacía fresco, no pudimos aprovechar la piscina. Elegancia, sofisticación, habitación pija y desayuno para glotones…

Debimos quedarnos ahí. Decidimos ir a Niza y empezó el bajón. La culpa no fue de Niza, fue del cielo gris y de una convención de cientos de policías que se albergaron en nuestro hotel, funcional, resultón, pero de atmósfera cercana a Sancho de Ávila, antiafrodisíaca en contraposición al palacete del que veníamos. Sí, debimos quedarnos allí.

En casa, no hay recuerdos de aquel fracaso. Ni un triste imán en la nevera”

Joan Josep Pallàs

Equivocamos dos restaurantes (amo los calamares, encerraría entre rejas a quien los cocina mal), abandonamos Niza después de dos días nublados y, seamos francos, una plúmbea visita cultural al Museo Matisse. Tratamos de buscar paz en un pueblo de mar coqueto: ni siquiera encontramos sitio para aparcar, tan masificado estaba. Giré el volante hacia el sur, con el morro del coche añorando nuestro sofá, pero un accidente múltiple nos atornilló al asfalto en una autopista durante cuatro horas.

Nos miramos y, después de buscar hoteles para hacer noche sin suerte (lleno, lleno, lleno, pero en francés…), conduje de madrugada de un tirón. En casa, no hay recuerdos de aquel fracaso. Ni un triste imán en la nevera.

Gemma Saura

Susto en México

En coche por tierras mexicanas

En coche por tierras mexicanas

G. Saura

Como si el destino la hubiese dejado ahí agazapada, esperándome, mi peor pesadilla viajera se llama Coyuca de Catalán. Está en México y es un municipio de Guerrero. La toponimia es evocadora: no está claro si significa “lugar de coyotes”, del náhuatl, o “despeñadero de águilas”, del purépecha. Lo de Catalán es por el general Nicolás Catalán, un insurgente independentista… mexicano.

No, Coyuca de Catalán no es precisamente una meca turística. Acabé ahí porque cogí la carretera equivocada. En mi descargo: tenía 21 años y poca mundología. Viajaba con una amiga y alquilamos un coche para ir del DF a Zihuatanejo, en la costa. Llevábamos doce horas conduciendo y ya era negra noche. Habíamos dejado de hablar porque era evidente que algo iba mal. De repente, luces en la calzada. Hombres con pasamontañas nos apuntaban con sus armas. Nos hicieron bajar del coche. Me vi violada y enterrada bajo un agave. Resultó que eran militares y en realidad nos estaban protegiendo, porque nos habíamos metido en la boca del lobo. Un conductor había sido asesinado días antes en aquella carretera. Después de aquello, por supuesto, el viaje solo fue a mejor.

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