bet365

Silvia Abril: “Balú sabe que, en casa, el amor incondicional es con Joana, los caprichos con Andreu y conmigo todo lo físico”

Familias famosas

Silvia nos confiesa que Balú es simpático, amoroso, cercano y muy cariñoso, pero hay algo que no soporta: “No puede con la gente que lleva un casco puesto”

La actriz cuenta que, tras la pérdida de su perro Mel, en casa hubo dos posturas antes de decidir adoptar a Balú. Por un lado, estaban quienes no querían volver a pasar por el dolor de perder a un compañero peludo. Por otro, quienes creían que, sin reemplazar a Mel, traer a Balú era la mejor manera de llenar el vacío que había dejado. “Ganamos las que necesitábamos que ocupara ese lugar”

Silvia nos confiesa que Balú es simpático, amoroso, cercano y muy cariñoso, pero hay algo que no soporta: “No puede con la gente que lleva un casco puesto”

Silvia nos confiesa que Balú es simpático, amoroso, cercano y muy cariñoso, pero hay algo que no soporta: “No puede con la gente que lleva un casco puesto”

Silvia Abril

Hoy, os voy a contar una historia…

Érase una vez, en la maravillosa y mágica isla de Menorca, un cachorrito de color negro y corbata blanca, sin otra raza que la suya propia, de mirada tierna y con un corazón enorme, que vivía en una protectora esperando la oportunidad de ser querido. Cada vez que entraban personas y se acercaban a las jaulas, su expresión reflejaba toda la vitalidad y simpatía que albergaba en su interior, con un punto de pillería, eso sí. Su nombre, Balú, tenía la alegría y la despreocupación del personaje del Libro de la Selva, aunque soñaba con un hogar en el que pudiera querer y ser feliz.

Mientras tanto, al otro lado del firmamento, con un mar de por medio, la actriz Silvia Abril (Mataró, 1971) vivía sus días entre focos y cámaras, protagonizando proyectos como Homo Zapping, Caiga quien caiga, la saga Padre no hay más que uno, ñ, Mañana es hoy, El mejor verano de mi vida, Torrente o la recién estrenada Mamen Mayo, una serie maravillosa que no deja de perder la fe en el ser humano. Silvia no podía imaginar que su próxima gran aventura estaba a punto de comenzar. Fue su hija pequeña, con la insistencia propia de quien sabe que los cuentos deben tener finales felices, quien plantó la semilla y dijo: “Vamos a la perrera en Menorca porque va a salir una ley que dice que van a matar a todos los perritos de las perreras, y Balú no puede morir”.

De esta forma, casi como si el destino hubiera guiado sus pasos, Silvia y su familia se encontraron con él.

En cuanto sus ojos se cruzaron, todos lo supieron: aquel perrito simpático y cariñoso era el nuevo amigo que llenaría su hogar de magia, travesuras y amor incondicional.

Hoy, Balú es uno más en la selva personal de Silvia. Es un recordatorio de que, a veces, hay que olvidar la preocupación, mirar en lo más vital y pensar que las historias más bonitas suelen empezar con un pequeño salto de fe.

“Busca lo más vital, no más, lo que es necesidad, no más, y olvídate de la preocupación”. Balú - El libro de la selva

Balú, Silvia…

¿Cómo estáis?

Pues muy bien, muy bien. A estas horas ya hemos salido, hemos hecho caca, pipí, saludado a los amigos del barrio y hemos vuelto a casa.

Silvia, ¿qué tiene Balú del Balú del Libro de la Selva?

La vitalidad, el color, la energía, que va vinculada a la vitalidad y lo enorme, a pesar de tener un cuerpo pequeño, es enorme por dentro. Tiene un corazón maravilloso, seguramente como el de Baloo del Libro de la Selva, un oso enorme con mucha necesidad de amar. Lo encontramos en una protectora de Ciutadella, en Menorca, y era un perro con mucha necesidad de amar y de ser amado. Yo creo que esas son las características que podrían vincular a los dos personajes.

Tengo entendido que su llegada se debió a algo que dijo tu hija en casa…

Sí, porque nosotros ya tuvimos un perro en casa durante muchísimos años. Cuando se va alguien tan querido como fue Mel, pueden quedar dos cosas, dos emociones latentes. Una es: nunca más, he sufrido demasiado y no voy a volver a pasar por esto. La otra es: necesito de nuevo que alguien ocupe el lugar que ha dejado vacío Mel. Que no lo dejan nunca vacío porque siempre está presente en nuestras memorias, en nuestras fotos, en nuestras pinturas, en casa. Pero bueno, hay una necesidad de que alguien ocupe un poco ese lugar. Ese ser que te arrastra al campo, a la naturaleza, a hablar con la gente de tu barrio, con la que probablemente no te relacionarías si no es a través de los animales, porque somos muy tontos los seres humanos.

Y fíjate, a Joana y a mí nos quedó esa necesidad de que alguien ocupara ese lugar, y a Andreu le quedó la otra opción, la de nunca más quiero volver a sufrir porque se vaya. Pero ganamos, ganamos las que necesitábamos que alguien ocupara ese lugar. Y así fue.

Silvia comparte su vida con Balú

Silvia comparte su vida con Balú

Silvia Abril

¿Qué papel jugó ella en la adaptación inicial de Balú?

Era la que calmaba ese sentimiento de por favor, otro perro en casa no, porque lo vamos a pasar mal. La veíamos tan feliz que aligeraba ese miedo. Cuando tienes una hija o un hijo único, siempre te queda esa cosa de: “¡Jo, qué bien hubiera venido un hermano!”.

Cuando ese animal llegó a casa, recuerdo que decíamos: “Ostras, es que ella irradia ese amor que probablemente hubiera tenido hacia un hermano pequeño”. Ella mostraba esa necesidad de cuidado hacia otro ser con vida, lo que calmaba un poco el desasosiego que le podía generar a Andreu, que era el que se resistía. La mirábamos y decíamos: “Ha merecido la pena”. Además, al ser adoptado, también le transmitimos a Joana unos principios que nos parecían importantes.

Después de pasarlo tan mal por la pérdida de Mel, ¿por qué Balú era el perro?

Pues mira, llegamos a la protectora mientras él volvía de una residencia de ancianos y nos enteramos de que allí lo utilizaban porque era muy cariñoso, extrovertido, súper divertido, súper amoroso, y pensamos: “Si lo están llevando cada día a la residencia para que la gente mayor pueda disfrutar con él, es que es un buen perro”.

Nos sabía mal pensar que, si nos lo llevábamos, “¿quién iría a la residencia de ancianos?”, así que les ofrecimos seguir utilizándolo, aunque nos dijeron que no era necesario porque había más perros para ir allí. Nos dio pena por esa parte, por quitarles la posibilidad de seguir disfrutando de él en la residencia, pero a la vez nos ofreció la tranquilidad de saber que estábamos adoptando a un perro con un buen carácter, que era lo que más nos preocupaba: que fuera un perro bueno.

Balú tenía tantas ganas de volver a tener una familia que lo puso todo súper fácil

Silvia nos confiesa que Balú es simpático, amoroso, cercano y muy cariñoso, pero hay algo que no soporta: “No puede con la gente que lleva un casco puesto”
Silvia Abrilactriz

Ya puestos, ¿qué crees que pensó él cuando os conoció a vosotros?

A mí me vio superdespeinada y yo creo que tuvo que pensar: “Esta mujer, peinada como una loca, mola, y esta niña que tanto me acaricia y me besa sin conocerme, mola. Yo creo que es una buena casa, así que me voy con ellos. Una casa de locos amorosos”.

¿Cómo fueron los inicios?

Muy fáciles. Yo creo que Balú tenía tantas ganas de volver a tener una familia que lo puso todo súper fácil. Por lo general, los cachorros suelen mear y cagar en cualquier sitio. Él se hizo pipí una vez, se hizo caca una vez y nunca más. O sea, tenía ganas de ponérnoslo fácil. Era súper simpático, corría detrás de nosotros, jugaba… ¡era un cachorro! Y, en realidad, lo sigue siendo todavía, porque tiene dos años. Lo puso muy fácil y puso mucho de su parte. Además, tenía una mirada y una cara súper simpáticas; todo jugaba a favor.

Balú está encantado con la familia de Silvia

Balú está encantado con la familia de Silvia

Silvia Abril

Eso tan típico de “yo soy de mamá” o “yo soy de papá”, ¿de quién es Balú?

Es bastante de mamá. ¡Pero porque me lo curro! Yo soy la que no falta nunca a nuestra cita mañanera diaria con los perros del barrio. O sea, tengo que estar mal o tengo que estar fuera de casa para que Balú no salga a encontrarse con sus colegas. Entonces, él, claro, lo sabe, él es de mamá.

Humanizar a los perros sabemos que no es lo mejor, pero, si fuera humano, ¿cómo sería?

Pues sería un tipo que me seguiría en todo, porque a mí siempre me dicen: “¿Pero cómo puedes tener esa energía?” Dicen que los perros se parecen a sus dueños y, en este caso, Balú es como yo. Balú es inagotable, enérgico, es un loco, un entusiasta, muy amigo de sus amigos. Balú nunca tiene suficiente; se parece mucho a mí. A ver, yo no pierdo tanto pelo como él, pero como con la misma saciedad y tampoco puedo correr a su velocidad porque tengo la rodilla derecha hecha polvo, pero vamos, somos almas gemelas.

Cuando vais a trabajar, ¿cómo lo hacéis?

¡Yo me lo llevo a todos lados! Aunque me falta llevarlo a Madrid en tren, intento siempre que venga conmigo porque es un perro que se porta bien, a no ser que haya alguien que lleve un casco puesto, porque no puede con la gente que lleva uno. También lleva mal los ruidos demasiado estridentes. También hay que pensar que Balú no es un perrito de bolso. Pesa sus 11 kilos y tiene un tamaño medio que, sin ser ni grande ni pequeño, a los platós no me lo llevo. Eso sí, nunca me voy sin haberle dado su paseo; intento que siempre se quede satisfecho.

Lee también

¿Lo llevas a los platós?, ¿ha tenido ya su figuración con frase?

¡La ha tenido! Me lo he llevado, me lo he llevado.

Silvia, ¿hasta qué punto es importante adoptar?

Yo creo que es importantísimo. Adoptar es muy importante porque, cuando vas a una protectora, te das cuenta de la cantidad de animales que hay allí esperando que alguien los adopte y piensas: “Hostia, ¿por qué la gente sigue comprando perros?”, “¿Por qué sigue buscando razas perfectas cuando las perreras o las protectoras están repletas de animales que están a la espera, que han sido abandonados?” Y en ocasiones, ¡no es por su carácter! En muchos de los casos, fueron los dueños quienes se encapricharon en su momento y luego los abandonaron. Hay una mala praxis con los animales de compañía tremenda; pensamos que son juguetes que, muchas veces, se regalan para Reyes y, cuando ha pasado la euforia y nos hemos cansado, se abandonan. Hay que tener una educación más consciente de lo que es tener un animal de compañía. No es un juguete, es un ser vivo con sus necesidades y hay que ser responsables cuando se adquiere uno. Creo que eso debería empezar ya a cambiar y las personas deberíamos tener más sensibilidad con estos temas.

“A veces nos quedamos dormidos en el sofá hasta altas horas y nos metemos en la cama en silencio, como si nada hubiera pasado”

Silvia Abril

¿Le ha quedado algo de la protectora que ahora forma parte de su carácter?

En Balú lo dudo porque, por suerte, estuvo poco tiempo. Pero fíjate que ya había vuelto de estar en dos familias. Claro. Más tarde nos enteramos de que en una de ellas no pudo encajar porque tenían dos gatos y Balú es muy territorial, por lo que no fue posible la convivencia. Pero seguramente muchos perros arrastran traumas en sus pasos por la protectora, a pesar de que ahora en las protectoras intentan, dentro de sus posibilidades, ofrecerles más calidad de vida.

¿Qué relación tiene con cada uno de vosotros?

Pues mira, con Andreu sabe que puede conseguir lo que le dé la gana, sobre todo de comida, incluso en la mesa, que es cuando está prohibidísimo darle nada de comer. Con Andreu sabe que lo acaba consiguiendo. Con Joana sabe que tiene el amor incondicional, pero no le hables mucho de salir a correr o a pasear. Conmigo tiene el paseo; yo soy quien lo saca. Resumiendo: el amor en casa es con Joana, los caprichos con Andreu y conmigo todo lo físico.

Hablábamos antes de Mel, ¿cómo se supera la pérdida?

Pues se supera más fácilmente cuando la marcha de ese animal ha sido porque tenía una enfermedad que no le daba una calidad de vida como para seguir en este mundo. Es decir, a Mel lo tuvimos que sacrificar porque arrastraba una leishmaniasis desde hacía siete u ocho años. Los primeros años fueron de mucha calidad, pero los últimos fueron bastante más complicados porque iba perdiendo movilidad y otras cosas. En el momento en el que ya no se podía levantar del suelo, decidimos sacrificarlo, cosa que pasó en mis brazos. Hasta el último momento hubo mucho amor y entonces, después de verlo sufrir tantísimo, la superación es casi inmediata. Dices: “Es que ya tenía que descansar, es que ya tenía que irse”. Por esto, te quedas mucho más tranquilo que cuando la separación es traumática; eso me imagino que debe ser mucho más difícil. Un accidente, un atropello o una muerte súbita… Cuando es gradual, te da tiempo a prepararte; es duro, pero se convierte en algo casi deseado. Piensas: “Por favor, que descanse ya, démosle un final”.

¿Cuál es el error en el que siempre caes con Balú?

Dejar que duerma con nosotros. Él tiene su camita fuera de la habitación, pero muchas veces decimos: “Venga, va, que duerma con nosotros”. ¡A mí me encanta que se suba a la cama! Curiosamente, este es un punto en el que siempre acabamos cediendo aunque, inicialmente, acordamos que nunca sería así.

Adoptar es importantísimo. Hay que dejar de ver a los animales como juguetes

Silvia nos confiesa que Balú es simpático, amoroso, cercano y muy cariñoso, pero hay algo que no soporta: “No puede con la gente que lleva un casco puesto”
Silvia Abrilactriz

En ese sentido, no siempre todo es perfecto y genial, ¿en qué no os soportáis?

Cuando ya es de noche y la energía de todos baja, él se vuelve loco con ganas de jugar. ¡Además, te busca mordiendo, súper excitado! Ahí dices: “¡No, chico, no!”. Cuesta un montón bajarlo.

¿Qué personaje de tele o cine encaja más con él?

Sin dudarlo…

Forrest Gump. Sobre todo cuando empieza a correr y por esa ingenuidad tan tierna del personaje. Él se acerca a todos los perros desde esa buena fe de: “Va a querer jugar conmigo, es como yo, es de los míos”.

Hablando de tele, ¿cuáles son vuestras posiciones en el sofá cuando vais a ver una peli?

Tenemos como una U pequeñita de sofás, y yo siempre cojo el más grande porque viene Balú. O sea, yo voy con el pack. Entonces, ellos se distribuyen como les apetece: unas veces juntos, otras separados, pero yo siempre con Balú.

¿Cuál es la última vez que te ha sorprendido?

Pues mira, esta mañana, por ejemplo. Él ha entendido que, a la hora en la que solemos salir, yo tenía que irme. Le dije: “Me voy, adiós” y no me siguió. Es decir, comprendió que, aunque era el momento en el que normalmente salimos, hoy no iba a ser así. Bueno, lo sacó Andreu, pero no fui yo, que soy quien siempre lo hace a esta hora de la mañana. Se quedó como diciendo: “Ah, vale. Sí, sí, ya he oído que te vas. Okey, nos vemos luego. Adiós”. Yo me quedé en plan: “Hola, ¿qué tal?”.

Hay una pregunta que me gusta hacer. Si tuvierais 48 horas para poder comunicaros y compartir, sin restricciones de interpretación por pertenecer a especies distintas, como iguales, ¿cómo las aprovecharíais?

Sobre todo perdiéndonos en la naturaleza. Un paseo largo por la montaña o la playa, porque le encanta el mar. Luego nos daríamos una buena comilona, ya que los dos somos de comer bien, y después nos tumbaríamos a ver una peli. Por la tarde, otro paseo y, todo el tiempo, charlando sin parar.

¿Qué parte de ti crees que Balú conoce mejor que nadie?

Sabe reconocer mi energía en cada momento. A excepción de ese instante de la noche en el que enloquece y deja de leerme, el resto del día me entiende perfectamente.

Hablando de entender, si pudiera escribir un diario sobre su vida con vosotros, ¿qué crees que sería lo primero que explicaría?

Explicaría: “Flipo con la agenda de mi familia”. Estoy segura de que sería lo primero que contaría. Joana tiene una agenda repleta de extraescolares, cada una más loca que la anterior. Y luego estamos Andreu y yo, que también tenemos nuestras propias agendas caóticas. Creo que lo primero que Balú diría es: “Estos no paran”.

Balú vive feliz con la familia de Silvia

Balú vive feliz con la familia de Silvia

Silvia Abril

Silvia, describe una escena habitual en tu casa con Balú; la elección de si es una escena de caos, de relax, de amor o de juego es libre.

Hay una escena que me encanta, que es cuando voy de un lado a otro de la casa haciendo cosas y él siempre me sigue. Me siento a escribir en el ordenador y él se tumba a mi lado. Voy a hacer deporte y él me acompaña a la zona donde entreno. Me estiro para leer un guion y él se acurruca a mis pies. Esa necesidad que tiene de estar siempre conmigo me enternece muchísimo.

Esta la suelo preguntar, ¿qué es eso que solo encuentras en él?

Es un clásico, pero… llegar a casa y que alguien enloquezca por tu llegada. Esos besos, esa efusividad, esos saltos que lo hacen parecer más un canguro que un perro… es algo brutal.

¿Cuál es la vez que más la habéis liado juntos?

Pues mira, la liamos el día que llevé a mi hija a un centro de “salting”, donde hay miles de colchonetas para que los niños salten. Fuimos a primera hora, cuando hay poca gente, y como Balú no podía entrar, nos quedamos en la sala de espera. Allí, con una pelota de tenis, montamos un espectáculo. Recuerdo que los trabajadores del centro decían: “¡Pero qué locura, lo bien que se lo están pasando estos dos mientras la niña salta!”.

¿Alguna vez, en una gala, rodaje o evento de esos que implican bastante postureo, has pensado: “qué ganas tengo de estar con Balú”?

¡Siiiiiiiiii! Siempre hay algún momento en el trabajo, en eventos, galas o actos, en el que pienso: “Pues lo bien que estaría yo en mi casa, ahora mismo, en mi sofá con Balú”. Estamos tan expuestos y es tan agotador que siempre llega un punto en el que dices: “Yo ahora preferiría estar en casa con él”. Siempre, sin excepción.

¿Un secreto vuestro?

Pues mira, que a veces nos quedamos dormidos en el sofá hasta altas horas, sin contárselo a nadie. Y, sobre las cinco de la mañana, nos levantamos en super silencio y nos metemos en la cama sin que nadie se entere. Nos miramos como diciendo: “Esto no ha pasado”, porque es una de las normas que intento inculcar a la peque: “En el sofá no se duerme, se duerme en la cama”.

Gestualiza para ilustrar lo que dice…

O sea, cuando estás educando y no predicas con el ejemplo… Terminas comiéndote tus propias palabras.

Descubrir a Balú a través de los sentimientos y palabras de Silvia es una aventura que también nos acerca a ella de una forma muy íntima y personal. Me ha regalado la oportunidad de conocerla de otra manera, alejada de los focos, más cercana a la persona. Podría despedirme cerrando la historia como la empezamos, diciendo “vivieron felices, ladraron mucho y comieron perdices o, en el caso de Balú, trocitos de jamón”. Pero la verdad es que nos quedamos charlando un rato más y descubrimos que, en realidad, ya nos conocíamos. ¿Queréis saber de qué? Os lo diría, pero… esa es otra historia.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...