Los ciudadanos de las sociedades industrializadas nos hemos convertido en grandes consumidores de productos eléctricos y electrónicos. La dependencia de estos equipos parece no tener freno, al igual que la generación de residuos de estos aparatos, una vez quedan obsoletos o fuera de uso.
Una de las partes críticas de esta situación es que, además del gran consumo de materia prima para la fabricación de estos aparatos, ni la conciencia social ni los sistemas de recogida, reutilización y reciclaje de materiales están todavía suficiente afinados para minimizar su impacto ambiental.
El informe , publicado el 2 de julio de 2020, bajo el auspicio de la ONU, advierte de que en 2019 “se alcanzó el récord de generación mundial de residuos electrónicos (residuos-e o e-waste) con 53,6 millones de toneladas métricas (t), lo que representa un aumento del 2% en apenas cinco años.
En el nuevo informe se predice, además, que los residuos-e mundiales -productos desechados sin una gestión correcta- sumarán 74 millones de toneladas en 2030, duplicándose en apenas 16 años. Esto implica que los residuos-e son la categoría de residuos domésticos que más rápido crece en todo el mundo, alimentada por un consumo cada vez mayor de equipos eléctricos y electrónicos, con ciclos de vida más cortos y pocas opciones de reparación.
Las cifras de este informe indican que en 2019 sólo el 17,4% de los residuos-e se recogieron de forma selectiva y sus componentes o materiales fueron reciclados.
Materiales preciosos que acaban en la basura
Los responsables de este informe destacan que la mala gestión de estos equipos provoca que se vierten, desechan o incineran cada año ingentes cantidades de materias primas, en algunos casos de gran valor y muy escasos en el medio natural. En un calculo apuntado en en este informe se detalla que el 2019 se desecharon o quemaron oro, plata, cobre, platino y otros materiales recuperables clon un valor estimados en 57.000 millones de dólares (unos 50.800 millones de euros).
De acuerdo con el informe, el mayor volumen de residuos-e en 2019 se produjo en Asia -unos 24,9 Mt-, seguida de las Américas (13,1 M t) y Europa (12 M t), mientras que en África y Oceanía se generaron respectivamente 2,9 M t y 0,7 M t.
A título comparativo, los residuos-e del año pasado pesaron notablemente más que todos los adultos de Europa o el equivalente de 350 cruceros de tamaño del Queen Mary 2, y fueron suficientes para formar una fila de 125 km.
Los residuos-e suponen un peligro medioambiental y sanitario, pues contienen aditivos tóxicos y sustancias peligrosas como el mercurio, que dañan el cerebro y/o el sistema de coordinación de los humanos, destacan los autores de este informe.