Hay un hombre apostado en el semáforo de la rotonda tratando de vender pañuelos de papel. Le da tiempo para acercarse a tres o cuatro coches. Nunca apura uno de más. Tampoco vende ningún paquete de pañuelos. Es un hombre viejo, mucho más viejo por la dureza de la calle. Dentro de los coches nadie tiene efectivo ni tiempo para hablarle. Nos limitamos a decir que no con la cabeza y él mantiene sonrisa y actitud. No se enfada ni se desmorona. Cambia de dirección hacia Montjuïc y espera la próxima fase del semáforo. Entonces, por unos instantes, le sigo con la mirada y veo cómo se quita la sonrisa de la máscara, suspira y de no ser un animal asustado, nos golpearía a todos.

Echa a andar por un pedazo de islote hasta que desaparece, pisando el mismísimo paralelo 41 al norte del ecuador terrestre. Este paralelo atraviesa España y Portugal, Córcega, Italia y la península balcánica. El Mediterráneo, Asia, América del Norte, los océanos Pacífico y Atlántico. En Barcelona, el 41 norte está justo debajo de la avenida Paral·lel. Sobre ese paralelo 41, el viejo desaparece en dirección a Miramar. Siempre está la sospecha de que la miseria, la mala suerte y la soledad se contagian. Quizás el viejo es un espejo al que no queremos asomarnos porque nadie está muy lejos de desaparecer. Con un par o tres de malas manos en las cartas repartidas puedes empezar a hacerlo. Desaparecer nunca es algo que dependa solo de ti. Desaparecer es un crimen grupal.
Desaparecer nunca es algo que dependa solo de ti; desaparecer es un crimen grupal
La ciudad está iluminada por la presencia de la Navidad. También el paralelo 41 norte. Conjurarse para tener efectivo y comprar pañuelos de papel la próxima vez que esté en esta rotonda de Drassanes. No sé cuándo volveré por aquí. Igual el viejo que no vende ni un solo pañuelo de papel ya habrá desaparecido. Me mentiré con que está en otro semáforo. En una casa de acogida. Que le habrán comprado una tonelada de pañuelos de papel. Pero lo más probable es que haya desaparecido para mí como en su día desapareció para su familia. Para su trabajo, sus compañeros, sus amigos, sus parejas. Desapareces por vergüenza de que te encuentren y vean cómo estás. Desapareces porque no sabes cómo explicar tu desaparición. Desapareces, quizás para que te encuentre alguien y venderle una nueva oportunidad y pañuelos de papel.