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Una incógnita llamada Siria

Desde que, el pasado día 8, las milicias islamistas de la Organización para la Liberación del Levante (HTS por sus siglas en árabe) entraron en Damasco y pusieron fin a más de cinco décadas de dictadura de la familia El Asad, la única certeza que existe en Siria y en la comunidad internacional es que el régimen represivo que implantaron es ya historia. Todo lo demás, todas las preguntas sobre el futuro del país, la nueva etapa que se abre, quién y cómo la dirigirá, el rompecabezas de las etnias y el papel que acabarán teniendo las potencias extranjeras, sigue siendo una incógnita.

Las preguntas sin respuesta son todavía muchas. He aquí algunas: ¿será posible formar un gobierno de unidad nacional que respete a las minorías e incluso les conceda igualdad de derechos políticos?; ¿se alcanzará un acuerdo de paz entre las facciones y milicias que siguen combatiendo (especialmente los combatientes kurdos, apoyados por Estados Unidos, y las respaldadas por Turquía)?; ¿HTS, la organización islamista nacida de la antigua rama siria de Al Qaeda que ha liderado la ofensiva rebelde, realmente romperá con su pasado yihadista y encabezará un gobierno provisional hasta la formación de uno transitorio que convoque una asamblea que elabore una nueva Constitución y la someta a referéndum, para luego celebrar elecciones libres?

La población de Siria –de diferentes etnias y religiones– se halla en un punto que podría desembocar en el caos o en la cohesión. Los suníes, los alauíes, los chiíes, los cristianos y los kurdos étnicos del país se han enfrentado a menudo unos contra otros, ya sea por el gobierno de El Asad o por la guerra civil que comenzó hace 14 años. Por eso, otra de las grandes incógnitas es qué va a pasar con las minorías que pueblan el país. De momento, alauíes y chiíes son los más temerosos de la nueva situación y muchos de ellos han tratado de huir del país por la frontera libanesa. Tampoco los drusos esconden su miedo a los yihadistas y apuestan por cobijarse bajo el paraguas de Israel. Las minorías temen que los rebeldes suníes impongan la ley islámica, prohíban prácticas religiosas diferentes a las suyas o expulsen o asesinen en masa a determinados grupos.

Dos semanas después de caer El Asad, el país bascula entre el temor y la esperanza

Las fuerzas lideradas por los kurdos, aliadas con EE.UU., han controlado una zona semiautónoma en el nordeste durante años, aproximadamente un 30% del territorio sirio, donde han sido un actor clave en la lucha contra Estado Islámico. La relación entre los kurdos y los grupos de oposición árabes es muy tensa, y el HTS ha hecho esfuerzos por apaciguar las tensiones con los kurdos. Reintegrar el este probablemente significaría un tipo de concesión a la autonomía kurda, pero con eso se corre el riesgo de enfadar a la vecina Turquía, que se opone vehementemente a las facciones kurdas que gobiernan el este de Siria.

Está por ver si los diferentes grupos rebeldes son capaces de pactar una transición pacífica que dé paso a un sistema democrático. De ello depende, en buena parte, que cientos de miles de refugiados sirios puedan finalmente regresar a su país. Pero el futuro de Siria estará marcado también por el papel que decidan desempeñar las potencias extranjeras. Con Rusia e Irán en retirada y claramente perdedores en el nuevo escenario, países como Israel, Turquía, pero también Estados Unidos, aspiran a reconfigurar a su favor el equilibrio de poderes en Siria con la mirada puesta en la lucha por la hegemonía regional.

De momento, Occidente ha iniciado los contactos con el nuevo liderazgo sirio para averiguar cuáles son sus intenciones. Al­gunos países han reabierto sus embajadas en Damasco, y la Unión Europea y EE.UU. estudian levantar las sanciones impuestas a Siria durante la dictadura de El Asad “si hay una transición pacífica”. El líder de HTS, Abu Mohamed el Yulani, insiste en que Siria no representa ninguna amenaza para Occidente y pide el levantamiento de las sanciones, asegurando que su organización “ya no es terrorista”. No son pocos, sin embargo, quienes creen que los milicianos de HTS siguen siendo yihadistas que ahora se han puesto una piel de cordero para dar una imagen moderada y no alarmar a la comunidad internacional. Que el HTS diga estar dispuesto a respetar e incluir a las minorías no tiene por qué significar que avance hacia una democracia de corte occidental.

Las minorías recelan de las promesas de respeto e inclusión hechas por las milicias yihadistas suníes

Occidente debe presionar para que la nueva Siria sea inclusiva e incorpore a todas las minorías. Ante la llegada a la Casa Blanca de un Trump aislacionista, la UE debería demostrar su voluntad mediterránea y acompañar al país en el proceso de reconstrucción. Quince días después, los sirios ya han dejado de celebrar la caída de Bashar el Asad y ahora lo que impregna el país es la incertidumbre sobre el futuro próximo. La transición siria se mueve entre la esperanza y el temor.