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La UE, la liebre deslumbrada

En tiempos no tan lejanos, los cazadores de liebres se metían por caminos de bosque con su Citroën 2CV o su Renault 4l. Se detenían en medio de la oscuridad con las luces del vehículo en­cendidas. Si por aquel paraje pasaba una liebre, quedaba deslumbrada y, extrañamente sumisa, se dejaba abatir por el garrote del cazador. Que las declaraciones tan estridentes de Trump, Vance y Musk no nos deslumbren. No basta con escandalizarse o hacer pomposas declaraciones de rechazo. O Europa empieza a moverse unida (ejército y política exterior) o es mejor señalar en el calendario la fecha del funeral.

Munich (Germany), 14/02/2025.- US Vice President JD Vance speaks during the 61st Munich Security Conference (MSC), in Munich, Germany, 14 February 2025. High-level international decision-makers meet at the 61st Munich Security Conference in Munich from 14 to 16 February 2025 during their annual meeting to discuss global security issues. (Alemania) EFE/EPA/RONALD WITTEK

RONALD WITTEK / EFE

Más allá de las anécdotas explosivas que protagonizan estos líderes norteamericanos tan maleducados (un niño en el despacho oval, un vicepresidente clamando en Europa contra Europa, un presidente que quiere desplazar a dos millones de palestinos con la excusa de un resort turístico), más allá de las tormentas económicas que los aranceles fomentarán, el dato político es que EE.UU. y Rusia quieren cargarse la UE.

Que lo de Vance no es una broma lo saben ya los alemanes. Ayer lideraban la UE con su gran músculo industrial y su alergia a la deuda. Ahora están desconcertados y sumidos en una gran crisis económica. Hace solo 11 años, una diplomática norteamericana muy enérgica y progre, Victoria Nuland, forzó a toda costa el envío europeo de armas a Ucrania. Puesto que Europa dudaba, ella pronunció una frase célebre: “Fuck the EU!”. Ahora Vance, no menos enérgico, subasta Ucrania y sostiene que la peor amenaza de Europa es la propia Europa. En diez años las élites del imperio han propugnado una vía y su contraria. ¿Acaso el objetivo era hundir a Alemania y, de paso, debilitar a la UE? ¿Y los muertos y la devastación de Ucrania? ¡Bah!

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Tras unas décadas de manierismos (en que la cultura europea se ha negado a sí misma, obsesionada en las desconstrucciones), el péndulo de la historia nos ofrece el retorno de la fuerza bruta. La ley de la selva. Quizá siempre había sido así, aunque la hipocresía moral no era del todo inútil: frenaba los impulsos más bárbaros y los intereses más descarados. Obligaba a mantener instituciones, convocar mesas de diálogos, guardar las formas (pronto añoraremos las formas que primero desabrochó la izquierda y que ahora las nuevas derechas acaban de enterrar con chulería de hijo de papá al que todo le ha sido permitido).

Emparedada entre Trump (atención a Vance, es el ideólogo) y Putin, Europa se nos desfibra. Están los que, en nombre del viejo nacionalismo y los valores tradicionales, aspiran a retornar bajo el paraguas ruso. Están los países que temen el puño de Rusia; y, finalmente, los mediterráneos que, lejos de Rusia, se creen libres de temores. Ignoran que, bajo el frágil Magreb, en toda la franja del Sahel abundan los estados fallidos, las tropas rusas o del muy astuto Erdogan. Ignoramos que el caos africano es un volcán no solo demográfico.

O Europa reacciona unida o es mejor señalar en el calendario la fecha del funeral

La apresurada fuga de los norteamericanos de Afganistán fue una clara comunicación de impotencia. El mundo era demasiado grande para un solo imperio y EE.UU. lo reconocía. La división de las élites norteamericanas en dos grupos ha provocado una enfermedad moral que se está contagiando en todas partes. Unos creen que el imperio debe pedir perdón y favorecer la deconstrucción absoluta de la nación, las identidades y los géneros ( wokismo).

Sus antagonistas, reaccionarios, quieren afirmar el poder de EE.UU. sin reparos y recuperan el expansionismo del siglo XIX (¿cómo sumaron Texas y California, si no con una guerra?). Han ganado los reaccionarios porque los demócratas han cometido errores imperdonables. El wokismo no es la causa del retorno del trumpismo, pero sí el alimento retórico de la reacción que ahora se extiende.

¿Qué hacer en estas circunstancias? Unidad democrática y mínimo común denominador. Se ha escrito que en un momento de máxima gravedad histórica es patético que dos ministros discutan en público. Pero más patético es comprobar que los partidos usan la pavorosa situación actual para intentar erosionarse. Puesto que estas divisiones se dan en otros muchos países de la UE, es fácil deducir cuál será el final de la película. Dirán que es un asesinato. Pero habrá sido un suicidio. Paralizada, la liebre quiere dejarse matar.

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