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Allá donde no llega el derecho

El derecho es, en esencia, el mínimo de ética que se impone coactivamente para evitar que andemos a bofetada limpia por la calle. Ahora bien, el derecho no comprende, ni de lejos, todas las normas de conducta que han de observarse para hacer de nuestra vida en sociedad una convivencia civilizada. Existen también las reglas morales, que suponen la conciencia de un deber, de una conducta que hay que observar, y cuya infracción lleva aparejado tan solo un reproche moral, es decir, el juicio de que no se ha hecho lo que se debía (Ángel Latorre). Lo que debe tenerse muy en cuenta al tratar un tema tan complejo como la redacción, edición, distribución y venta de un libro singular como El odio, obra de un escritor al que no conocía, Luis García Martín (firma Luisgé Martín), editada por Anagrama. En efecto, la decisión sobre la edición, distribución y venta de un libro como este no debe va­lorarse solo con criterios jurídicos. Porque –insisto– hay otras normas de conducta, que no son exigibles jurídicamente, pero dan a nuestra convivencia una pátina de cálida humanidad.

Luisgé Martin y José Breton

Luisgé Martin y José Bretón

LV

Con solo la ley en la mano, me atrevo a aventurar –pese a ser lego en el tema– que lleva razón el juez que autorizó la publicación del libro. Pero pienso que, pese a ello, no debe ver la luz. Y con esta frase descubro íntegro mi pensamiento, a saber: cada cual escribe lo que quiere y puede, es decir, lo que da de sí, y, por tanto, nada tengo que decir de que Luis García Martín haya buceado en el odioso crimen de Bretón y haya escrito El odio. Pero cosa distinta es que se haya editado, y aún lo sería más si luego se hubiese distribuido para su venta.

¿Cómo se puede prescindir de aquellas reglas morales de todos conocidas y preceptivas de que no se debe avivar el dolor de una víctima, remover sin motivo plausible la memoria de los muertos y, sobre todo, dar voz a un asesino sin una causa seria que lo ampare? Y, siendo esto así, ¿por qué se ha editado?, ¿hay alguna razón que lo justifique más allá del recurso a la libertad de expresión y a la creación literaria?, ¿genera algún valor abundar en esta tragedia? Por todo lo cual, ponderado el dolor que provocaría su difusión, así como la ausencia de algún efecto social positivo, El odio no ha de distribuirse. No porque “no se pueda” (lo que sería censura), sino porque “no se debe” (por humanidad y por ­decoro).

La sociedad es la que ha presionado a la editorial para suspender la distribución de ‘El odio’

Hace años me enfrenté a un tema parecido, debatiendo acerca de la edición de un libro – Lo difícil es perdonarse a sí mismo– escrito por un antiguo etarra, Iñaki Recarte, autor de un atentado con víctimas mortales en 1992. Redactó en la cárcel un texto gélido sobre su peripecia y su evolución posterior. Fue presentado como “el primer libro en el que un etarra arrepentido cuenta en primera persona, y sin esconder nada, qué le llevó a formar parte de la banda”. Y aunque de entrada critiqué su edición por motivos análogos a los expuestos, luego concluí que estaba justificada por el tono del texto y por reflejar una positiva evolución personal. La editorial acertó.

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De lo que resulta que, en el caso de El odio, era también la editorial la que tenía que haber valorado la existencia o no de una justificación suficiente para editar el libro. Y la pregunta por hacerse era Cui prodest?, es decir, ¿a quién le aprovecha? Y si solo podía beneficiar al autor, a la editorial y a Bretón, entonces todo estaba claro, diga lo que diga la ley: El odio no debió editarse. ¿Por qué? Para no aumentar el dolor de la madre, por respeto a la memoria de los niños y porque ningún beneficio social se derivaba de su difusión. Pero afortunadamente, al fin, Anagrama ha suspendido la distribución.

Del desenlace de este episodio se extrae una conclusión positiva que brinda una buena dosis de optimismo. Más allá del derecho, o mejor, allá donde no llega el derecho, han prevalecido unas reglas morales que no han sido impuestas por los jueces, sino por una reacción espontánea de la sociedad. Ha sido esta la que ha presionado a la editorial para que suspendiese la distribución del libro. Una buena noticia.

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