Como en la canción de Serrat ( Vagabundear ), hartos ya de estar hartos, ya se cansaron. Los propietarios del restaurante El Ventorro, donde tuvo su interminable almuerzo el presidente valenciano Carlos Mazón con la periodista Maribel Vilaplana mientras la dana hacía estragos sin esperar a que acabaran los postres, han decidido retirar el rótulo con el nombre del establecimiento. Es un caso insólito que un restaurante esconda su denominación, pero los dueños han decidido descolgar el cartel anunciador del local para reducir la presencia de curiosos que se hacen selfies donde comió Mazón, que aquel día la riada también se llevó por delante su prestigio como político.

Hasta seis manifestaciones multitudinarias pidiendo su dimisión ha tenido que aguantar el presidente de la Generalitat Valenciana, pero también los amos de El Ventorro, que, por su centralidad, son víctimas indirectas de la mala gestión de una trágica jornada de lluvias torrenciales en la que perdieron la vida 228 personas, el 29 de octubre pasado. En efecto, las manifestaciones pasan cerca del restaurante y, a menudo, se han acercado personas con adhesivos o pasquines que han pegado en las puertas o las paredes exteriores, pidiendo responsabilidades a Mazón. Por no hablar de que en sus mítines diversos líderes socialistas, desde Pedro Sánchez hasta Diana Morant, echan en cara al PP, “el pacto del Ventorro”, cuando fue solo una comida en la que la periodista dio calabazas al presidente por su oferta laboral.
El restaurante está situado cerca del palacio de la Generalitat y de las Cortes valencianas, en el distrito financiero, así que es muy frecuentado por políticos y empresarios, que, aunque siguen comiendo bien, han perdido la intimidad, que era un mérito adicional del establecimiento. El Ventorro es una víctima colateral. Un damnificado inesperado. Una mala pasada del destino. Antes le ocurrió lo mismo al restaurante barcelonés La Camarga, el de los micrófonos ocultos de Método 3 en la conversación entre Alicia Sánchez-Camaño y Victòria Álvarez, la expareja de Jordi Pujol Ferrusola. El ruido nunca hace bueno un restaurante. El chup-chup deben hacerlo los guisos, no los enredos de los políticos.