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Un sueño imposible

futuros imperfectos

Màrius Carol Consejero editorial

Martin Luther King tenía un sueño, como proclamó ante una muchedumbre desde las escalinatas del monumento a Lincoln en Washington, en 1963, que no era otro que blancos y negros pudieran vivir como iguales. Donald Trump tiene otro menos emancipador: que los iPhone se fabriquen en Estados Unidos en lugar de hacerlo en China. Lo ha expresado en otro lugar no menos emblemático como es la Casa Blanca. Pero las cosas no son tan fáciles, aunque los sueños, sueños son y además no pagan impuestos.

JESSICA LEE / EFE

Trump debe de pensar que levantar una gran planta para fabricar los productos de Apple es como construir un castillo con bloques de Lego. Sería su gran triunfo, un golpe a China como el gancho con el que Cassius Clay tumbó a Sonny Liston. Pero Tim Cook, director ejecutivo de Apple, no puede complacerle, porque no es un problema de costes, sino de número de ingenieros altamente cualificados. Trump empieza a darse cuenta de que está bien tener sueños, pero a veces alguno acarrea mal despertar.

Trump quiere llevar a EE.UU. las fábricas chinas de Apple, como si fueran bloques de Lego

Después de poner aranceles del 145% a China, ha tenido que excluir móviles, ordenadores y chips del listado de productos porque sería una catástrofe para Apple, que no solo es una marca de gran valor en el Nasdaq, sino también para la imagen de EE.UU. La compañía de la manzana fabrica el 80% de sus productos en China. Cook, que rindió pleitesía a Trump en su toma de posesión, lleva perdidos 640.000 millones de dólares desde “el día de la liberación”.

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En una entrevista en el Fortune Global Forum sobre por qué había elegido China, respondió que no era una cuestión de bajos costes laborales, sino de talento: “En mi país podría reunir un grupo de ingenieros altamente formados y no estoy seguro de que pudiéramos llenar esta sala. En China podría llenar varios campos de fútbol”. Solo le faltó añadir que allí siguen existiendo las jornadas 9-9-6: trabajar de 9 de la mañana a 9 de la noche y 6 días a la semana.

Magritte es el pintor de los sueños imposibles. Una de sus obras más celebres es El hijo del hombre, donde el modelo, con una corbata roja como la de Trump, ve como una manzana le impacta en la cara. Una premonición, sin duda.