Andermatt es un valle a dos horas de tren de Zurich. Pero no tiene ni la connotación mundana de Davos ni el encanto de Chamonix, Gstaad y otras estaciones de esquí alpino. Muchos suizos dicen que es uno de los valles menos luminosos de los Alpes, seguramente porque está encajado entre montañas que rozan los 3.000 metros. También porque desde 1881 su nombre se asocia a una guarnición del Ejército Federal Suizo. Y por algún que otro detalle funesto: en los inviernos de 1951 y 1975, parte del pueblo que da nombre al valle fue engullido por avalanchas que dejaron varios muertos. Andermatt, en resumen, ha sido una plaza fuera del radar turístico e inmobiliario.

Una imagen del valle en 1878
Hace dos años, la suerte de Andermatt cambió. El Consejo Federal suizo autorizó la construcción en el valle de hoteles, casas de vacaciones, apartamentos, campo de golf de 18 hoyos, pista de hielo y piscina cubierta. Los suizos dieron la concesión al multimillonario egipcio Samih Sawiris, copropietario de Orascom.
La Confederación Helvética ha hecho una excepción con Andermatt y permite a los extranjeros comprar y vender apartamentos en la zona, algo que la ley prohíbe. También los exime de la limitación de construir segundas residencias (fijada en el 20% de la obra nueva en todo el país).
En los inicios del proyecto, los estadounidenses eran una fracción minúscula de los compradores. Pero desde comienzos de este año su presencia es notoria, y en las últimas seis semanas se ha disparado. Se trata de gente que busca cobijo para su dinero y también un lugar en el que imaginar un plan b para su existencia.
Durante años, el franco suizo ha sido sinónimo de refugio en tiempos de incertidumbre, superado no obstante por los bonos estadounidenses, tan estables como la economía que los sustentaba. Pero desde el 2 de abril, el día en el que Donald Trump presentó sus aranceles, eso se acabó. Estados Unidos parece hoy una economía inestable y es, seguramente, las más imprevisible de todas.
Es difícil no caer en la tentación de comparar lo que pasa en Andermatt con la Suiza de los años treinta, lugar de acogida para las clases acomodadas en la Europa de la vorágine nazi-fascista. Pero seguramente es excesivo hacerlo. No vayamos tan lejos.
Basta con apuntar, por ahora, con que es verosímil que el valle se llene de estadounidenses al abrigo de los vientos que soplan en su país. Como también lo sería rodar en Andermatt la cuarta temporada de The White Lotus , serie televisiva que tiene como atractivo los secretos de los más ricos. Sería una versión agridulce. Nadie estaría allí solo por placer. No exactamente.