Cuando el 24 de febrero de 2022 Rusia comenzó la invasión de Ucrania, el índice de Global Firepower –un referente internacional que evalúa la capacidad militar de los países en función de factores como sus efectivos, la situación financiera, las capacidades o, incluso, el enclave geográfico– situaba a España en el puesto número 23, después de encadenar tres años de tendencia a la baja. Tras el estallido de la guerra en suelo ucraniano, que llevó a todos los socios europeos a disparar sus inversiones en defensa, las fuerzas armadas españolas han ido escalando posiciones hasta situarse en la posición 17 (de 145 países).
Es un ascenso que, según fuentes militares, está íntimamente ligado al aumento de capacidades y al proceso de modernización al que están siendo sometidos el ejército y la industria de defensa. Este ranking coloca a España en el séptimo puesto de países de la OTAN –tras Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Turquía y Alemania–, pese a que actualmente está a la cola entre los aliados en cuanto a gasto en defensa. Unas cifras que, según las mismas fuentes, ponen de relieve que “pese a ocupar el farolillo rojo, se están haciendo los deberes”.
El informe cifra en 75.825 los uniformados del Ejército de Tierra, 20.840 los que visten de la Armada y 23.000 los que integran el Ejército del Aire y del Espacio. El único de ellos que obtiene la etiqueta de “excelente” en cuanto a personal es el de Tierra. El resto se tienen que conformar con la de “bueno”, según el índice internacional. El Gobierno ve margen para incrementar las plantillas. Una fórmula que serviría para seguir disparando el gasto militar sin levantar demasiadas ampollas entre sus socios parlamentarios, pues estaría ante la creación de puestos de empleo. Según fuentes ministeriales, el Gobierno aprobará próximamente un real decreto que supondrá el aumento de unos 7.000 militares en el periodo 2025-2029, cuando expira el compromiso de llegar al 2% del PIB adquirido por el presidente, Pedro Sánchez, ante la OTAN.
Pese a que el Ejército de Tierra destaca por su plantilla, en el resto de aspectos es el cuerpo que peor parado sale de las fuerzas armadas en el informe, con sus 317 tanques, 17.626 blindados de combate y 95 vehículos de artillería. La falta de un sistema de lanzacohetes múltiples sobre ruedas lleva a España, en este punto, a la última posición de los 145 países que proporcionaron datos. Ninguna de las capacidades del Ejército de Tierra consigue ni siquiera la calificación de “bueno”. Una valoración que sí logra el Ejército del Aire y del Espacio con sus 323 aeronaves disponibles de las 461 que dispone en stock. Salvan los muebles los 137 cazas, los 51 aviones de transporte o los 153 helicópteros. La falta de aviones cisterna entre las aeronaves del Ejército del Aire hace que reste puntos en el listado internacional.
La Armada obtiene unas calificaciones parecidas al Ejército de Aire en cuanto a capacidades gracias a sus 152 navíos, y logran las etiquetas de “promedio” sus once fragatas, seis dragaminas, dos submarinos y su portavión (cuarto puesto de 145 gracias al Juan Carlos I). Sin embargo, el índice de Global Firepower también evidencia las carencias de la Armada, que se lleva la calificación de “pobre” por su falta de corbetas, portahelicópteros o destructores.
Ante este panorama, en el que las fuerzas armadas avanzan entre potencias militares, son cada vez más las voces que piden mirar más allá del famoso 2% del PIB comprometido en gasto militar. Abogan por poner el foco también en las capacidades que se ponen a disposición de la OTAN. Félix Arteaga, investigador principal del Real Instituto Elcano, asegura que sería preferible asociar los incrementos del gasto a indicadores que demuestren “que la inversión añade valor a la capacidad aliada frente a Rusia”. En su opinión, España está invirtiendo bien.
Apoya esa conclusión en el Índice Elcano de Presencia Global, en el que España obtiene la sexta mayor capacidad de proyección global de la OTAN –teniendo en cuenta el equipamiento militar y las tropas desplegadas–, con casi el doble de puntuación que Alemania. “Gastar bien” está permitiendo a España, según Arteaga, contribuir a misiones marítimas y aéreas de la Alianza en las que no pueden participar la mayoría de países que cumplen con el 2% del PIB. En este ránking las fuerzas armadas están –muy– por encima de Canadá, Países Bajos, Grecia, Rumanía y Polonia.