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La Tierra se calienta más deprisa y la ciencia empieza a saber por qué

Crisis climática

Paradójicamente, unas emisiones más limpias de barcos y centrales eléctricas contribuyen al calentamiento

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Las olas de calor se han acentuado en los últimos años

Llibert Teixidó / Propias

Gavin Schmidt, uno de los principales modelizadores del clima y jefe del Instituto Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la NASA con sede en Nueva York, no se caracteriza por su humildad. Sin embargo, en un artículo aparecido en la revista Nature en marzo de este año, confesó que para él había supuesto toda una lección de humildad su incapacidad y la de sus colegas para comprender el extraordinario año que acababan de vivir: 2023 había sido unos 0,2 °C más cálidos de lo previsto.

No se trataba sólo de recibir una lección de humildad, sino también de sentir preocupación. Si los conocimientos acumulados por los modelizadores del clima y sus elegantes modelos eran incapaces de explicar lo ocurrido, eso quizás significaba que el cambio climático había llevado el comportamiento de la Tierra a un “territorio inexplorado... y había alterado de un modo fundamental el funcionamiento del sistema climático”. Tanto la velocidad del cambio como el comportamiento del clima podrían estar cambiando. Cabía la posibilidad de que el futuro fuera peor de lo que se pensaba.

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Nueve meses después, en Washington (DC), Schmidt y sus colegas han vuelto a tratar el tema en una reciente reunión de la Unión Americana de Geofísica (AGU), la mayor reunión anual del mundo de científicos de la Tierra.

Las sesiones celebradas sobre ese tema se parecieron por momentos a la investigación de un asesinato en la que se revisaban con toda meticulosidad las pruebas a favor y en contra de todos los sospechosos. El veredicto probable está ahora más claro que en marzo; se han descartado algunos sospechosos y han aparecido nuevas pistas que apuntan a otros culpables. Es muy posible que la conclusión sea que podemos esperar unos índices de calentamiento algo más elevados. Sin embargo, el caso aún no está cerrado.

Fábrica realizando quema de hidrocarburos, principal emisión de gases efecto invernadero

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Siempre se había supuesto que haría calor en 2023. El cambio climático provocado por los gases de efecto invernadero hace que ahora debamos esperar años más cálidos en comparación con los niveles del pasado; en 2021, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático situó el ritmo de calentamiento en unos 0,2º C por década. Además, en la segunda mitad de 2023 apareció el fenómeno de El Niño.

El Niño es la fase cálida de un patrón cíclico de vientos y corrientes oceánicas en el Pacífico tropical llamado ENSO (El Niño-Oscilación del Sur). El calor adicional que semejante fenómeno añade a la tendencia general al calentamiento hace que a menudo los años en lo que aparece El Niño alcancen récords de temperatura global. Como El Niño que comenzó en 2023 se prolongó hasta el presente año, 2024 ha acabado siendo más caluroso incluso que el año anterior.

2023 no fue el año más cálido registrado, pero sí el más extraño

Si bien 2023 no fue el año más cálido registrado, sí que sigue siendo el más extraño. Por un lado, se alcanzaron máximos mucho antes de que El Niño entrara en acción en la segunda mitad del año. Por otro, la magnitud del calentamiento en comparación con el año anterior fue muy superior a lo esperable como consecuencia de la acción de El Niño. Además, el patrón de calentamiento en varias cuencas oceánicas fue muy peculiar.

En aquel momento, se habló de varios “forzantes” adicionales. La erupción submarina del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha’apai en el Pacífico Sur en enero de 2022 había introducido una enorme cantidad de vapor de agua en una estratosfera normalmente seca; el vapor de agua es un gas de efecto invernadero y permanece mucho tiempo en la estratosfera. El Sol alcanzaba el máximo de su ciclo de 11 años de manchas solares; y, durante esos “máximos solares”, nuestra estrella produce alrededor de un 0,05% más de luz de lo habitual y su espectro tiende al ultravioleta. Además, las nuevas normas impuestas por la Organización Marítima Internacional (OMI) en 2020 han reducido drásticamente la cantidad de azufre permitida en el combustible de los barcos que navegan en alta mar.

An eruption occurs at the underwater volcano Hunga Tonga-Hunga Ha'apai off Tonga, January 14, 2022 in this screen grab obtained from a social media video. Video recorded January 14, 2022. Tonga Geological Services/via REUTERS THIS IMAGE HAS BEEN SUPPLIED BY A THIRD PARTY. MANDATORY CREDIT. NO RESALES. NO ARCHIVES.

La erupción del volcán submarino Hunga Tonga-Hunga, en enero del 2022

TONGA GEOLOGICAL SERVICES / Reuters

El azufre del combustible se convierte en partículas de sulfato que se escapan por las chimeneas de los buques. Algunas de esas partículas acaban empujadas por los vientos hacia tierra, de modo que producir menos limpia el aire cerca de la costa y salva vidas. Ahora bien, las partículas también favorecen la formación de nubes, aumentan el brillo de las existentes y reflejan la luz incluso cuando el aire es demasiado seco para que haya nubes: todos esos efectos enfrían la superficie del mar.

Nada más entrar en vigor las normas de la OMI, algunos científicos del clima se mostraron expectantes por ver su efecto en las temperaturas. El máximo de 2023 aumentó la expectación. En la reunión de la AGU, Andrew Gettelman, del Laboratorio Nacional del Pacífico Noroeste con sede en Richland (Washington), presentó una visión general de los estudios sobre el fenómeno. Las observaciones muestran que las características líneas de nubes conocidas como “estelas marítimas” que aparecen tras los buques que queman combustible rico en azufre son hoy mucho menos frecuentes. Los modelos indican que, en conjunto, eso significa que el océano se calienta con unos 1,2 vatios adicionales por metro cuadrado iluminado.

La Tierra ha ido reflejando cada año menos luz solar

La cantidad es suficiente para producir un efecto significativo, pero no basta para explicar todo el calentamiento de 2023. Tampoco basta la acción concertada de todos los sospechosos iniciales. El efecto solar es menor que el del combustible. El efecto del volcán parece apuntar en sentido contrario. Los volcanes también arrojan azufre a la atmósfera. Según Mark Schoerberl, de Science and Technology Corporation, las partículas de sulfato de larga vida creadas en la estratosfera tras la erupción del Hunga Tonga-Hunga Ha’apai contrarrestaron con creces el calentamiento proporcionado por el vapor de agua, lo cual resultó en un pequeño enfriamiento neto.

Un artículo reciente publicado  SԳ pDZǰDzԲ pruebas que apuntan a otros culpables. Helge Goessling y colegas del Instituto Alfred Wegener ubicado en la ciudad alemana de Bremerhaven utilizaron datos de satélite y registros meteorológicos para mostrar que, a lo largo de este siglo, la Tierra ha ido reflejando al espacio cada vez menos luz solar. El año 2023 fue el más oscuro hasta la fecha. Al parecer, la causa fue la escasez de nubosidad; sobre todo, en las latitudes septentrionales medias.

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La ciudad china de Shanghái cubierta por una espesa capa de partículas de contaminación.

Otras Fuentes

En parte, ello podría deberse a las nuevas normas de la OMI, pero el oscurecimiento es demasiado fuerte para explicarlo con esa única razón. Bjorn Samset, de CICERO, un instituto noruego de investigación sobre el clima, señala otra posibilidad: la ausencia de emisiones de sulfatos no es consecuencia de unos barcos más limpios, sino de unas centrales eléctricas de carbón chinas más limpias. Desde 2014, China ha avanzado en la reducción de las emisiones de azufre: ha cerrado centrales eléctricas especialmente nocivas y depurado en otras el azufre de los gases de combustión. Los nuevos datos llevan a Samset y sus colegas a pensar que la limpieza tiene un marcado efecto en todo el Pacífico Norte, donde un aire más limpio y una menor cantidad de nubes se traducen en un mayor calentamiento.

De todos modos, quizás la reducción de unos sulfatos nocivos para los pulmones no sea el único factor responsable de una Tierra menos reflectante. A medida que el clima se vuelve más caluroso, su comportamiento cambia de múltiples maneras. Una de ellas es la ampliación de los trópicos y el estrechamiento de las trayectorias de las tormentas en las zonas templadas. Unas trayectorias de tormenta más estrechas significan menos nubes. Un cambio así podría ser otra de las razones por las que la Tierra se vuelve menos reflectante y, por lo tanto, se calienta más.

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Tanto las peripecias del azufre como los cambios en los patrones de las nubes apuntan a que el aumento del calentamiento puede prolongarse durante algún tiempo. Los modelos prevén que se acelere a medida que aumenten las emisiones anuales, lo cual sigue ocurriendo, y disminuyan las emisiones de sulfatos, lo cual también sigue ocurriendo. James Hansen, predecesor de Schmidt al frente del GISS, va más allá de las estimaciones de sus colegas y sostiene que ese efecto ya es evidente y de gran magnitud. Dicho esto, el calentamiento de la década hasta 2023 fue de 0,26 °C; no tan alto como el índice de 0,32 °C por década que Hansen considera la nueva normalidad, pero muy por encima de lo que solía ser.

Al final de las sesiones de la reunión de la AGU, Schmidt consideró que se habían producido avances reales sobre la identidad de los posibles culpables. En las próximas semanas espera que los modelizadores del GISS y otros lugares los reúnan todos en un relato coherente e introduzcan en sus modelos climáticos los datos más actualizados tanto sobre las emisiones de azufre como sobre la reducción de la luz reflejada. El análisis de los resultados puede permitir a los científicos afirmar con cierta certeza lo que de verdad ha ocurrido.

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Traducción: Juan Gabriel López Guix

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