A medida que la población envejece y crece en nuestras ciudades, surge el interrogante de si ese entorno es realmente un espacio adecuado para que los mayores vivan plenamente, con salud, confort y calidad de vida. Aunque ofrecen acceso a servicios médicos, actividades sociales y comodidades que a menudo faltan en las zonas rurales, también presentan barreras que limitan la calidad de vida. ¿Están nuestras calles y servicios realmente adaptados a sus necesidades? ¿Avanzamos lo suficiente? ¿Acaso los pueblos son más amigables con ellos? El acceso a un transporte público eficiente, espacios verdes seguros, calles transitables y servicios de salud cercanos son elementos que influyen en la calidad de vida de quienes han vivido y contribuido a construir nuestras ciudades.
Y es que el entorno, urbano o rural, influye significativamente en las capacidades intrÃnsecas durante la vejez. Asà lo explica Vânia de la Fuente, médico y antropóloga, experta internacional en envejecimiento saludable, y participante del III Foro de Envejecimiento de la Fundación Edad&Vida. “Aunque los factores genéticos explican aproximadamente el 25% de la longevidad, el resto depende de la interacción con el entorno que habitamosâ€. Por eso, iniciativas como la Red de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores, impulsada por la OMS, buscan transformar los espacios urbanos y mejorar la calidad de vida de este grupo de población.
Aunque los factores genéticos explican aproximadamente el 25% de la longevidad, el resto depende de la interacción con el entorno que habitamos
En este contexto, Irene Lebrusán, doctora en sociologÃa, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) e investigadora en el Centro Internacional sobre Envejecimiento (CENIE), introduce el concepto de salud urbana como uno de los factores clave en la longevidad.Ìý
Advierte, por ejemplo, sobre los riesgos de la emisión de micropartÃculas, especialmente las PM 2,5, (partÃculas que se encuentran en suspensión y cuyo diámetro es de menos de 2.5 micras), cuyo impacto reduce la esperanza y calidad de vida, con efectos en el cerebro similares al Alzheimer. Además, previene del impacto de la contaminación acústica o de problemas como las humedades en los edificios que pueden agravar enfermedades respiratorias, impactando directamente en la longevidad.
Barreras cotidianas en una sociedad que envejece
El envejecimiento poblacional exige una reflexión profunda sobre cómo adaptamos nuestras ciudades y pueblos a las necesidades de los mayores. Paz MartÃn, arquitecta experta en longevidad, ha dedicado los últimos años a investigar cómo la arquitectura y el urbanismo pueden responder a estos desafÃos. Su experiencia personal, marcada por la enfermedad degenerativa de su padre, la impulsó a explorar el impacto de los espacios en la calidad de vida durante la vejez. En 2015, una beca Leonardo de la Fundación BBVA le permitió profundizar en este tema, culminando en la exposición itinerante EnvejezANDO. Diseño para todos: Arquitectura y Tercera Edad en España.Ìý
Hoy, envejezANDO es una plataforma de innovación que busca visibilizar y mejorar los espacios urbanos y rurales abordando temas como vivienda, ocio y diseño inclusivos. “El gran reto es un cambio de paradigma que ponga a las personas en el centro de la arquitectura y el urbanismo, anticipando las necesidades reales de una sociedad longeva y ofreciendo soluciones innovadorasâ€, señala MartÃn.
El gran reto es un cambio de paradigma que ponga a las personas en el centro de la arquitectura y el urbanismo
Para Vânia de la Fuente, el entorno —“todo lo que está fuera de la persona, desde la infraestructura fÃsica y la accesibilidad hasta aspectos más ampliosâ€â€” debe apoyar la capacidad funcional de las personas mayores, permitiendo que estas mantengan su estilo de vida, incluso frente a limitaciones fÃsicas. “Sin aceras en buen estado, transporte público eficiente o edificios accesibles, aumentan los riesgos de caÃdas y condicionan la movilidad, impidiendo una vida activa en la vejezâ€, señala la arquitecta. Asimismo, la falta de caminos o parques seguros restringe el ejercicio regular, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares; mientras que los espacios verdes y recreativos ayudan a mejorar la calidad del aire y reducir el estrés.
La vivienda es otro factor determinante, explica de la Fuente, y su falta de adaptación o accesibilidad eleva igualmente el peligro de accidentes y de aislamiento. “Una persona en un cuarto piso sin ascensor puede quedar atrapada en su casa, reduciendo su movilidad, sino también sus relaciones sociales, lo que impacta en su estado emocional y contribuye a reducir la esperanza de vidaâ€, afirma Irene Lebrusán.
Una persona en un cuarto piso sin ascensor puede quedar atrapada en su casa (…). Esto contribuye a reducir la esperanza de vida
Rediseñando el entorno para mejorar la longevidad
La ciudad, o el pueblo, es el espacio donde se produce la interacción entre los diferentes grupos sociales. Es el espacio público, como extensión del espacio doméstico, donde se produce la socialización de los mayores, explica Paz. Por ello, considera urgente reevaluar el diseño de estos espacios como “la consecución de un desarrollo urbano más inteligente, sostenible y socialmente inclusivoâ€, (Declaración de Toledo de 2010). Aunque medidas como peatonalizar o eliminar barreras fÃsicas son un paso en la dirección correcta, advierte que eso no basta: “Hay que tener en cuenta otros factores como el trabajo y la participación social y ciudadana, el respeto e inclusión social, la comunicación e información, el transporte, o los servicios sociales y de saludâ€.
Un urbanismo verdaderamente amigable con las personas mayores, señala MartÃn, debe incluir elementos como bancos o zonas de descanso cada 300 metros para sentarse a la sombra sin necesidad de consumir, aseos públicos accesibles, aceras anchas y libres de obstáculos, asà como espacios verdes seguros y bien iluminados. “Estas medidas, aunque simples, pueden tener un impacto notable en la movilidad y autonomÃa de las personas mayoresâ€, afirma MartÃn. Asimismo, destaca la importancia de permitir que envejezcan en sus hogares. “Una vivienda accesible, con baños espaciosos, buena iluminación natural y ventanas que conecten con el exterior, es esencial para un envejecimiento saludableâ€. También aboga por construir viviendas adaptadas, pero “en los lugares donde ya vive la gente mayor, para que puedan seguir en su entorno inmediatoâ€.
Una vivienda accesible, con baños espaciosos, buena iluminación natural y ventanas, es esencial para un envejecimiento saludable

La calle Consell del Cent, en Barcelona. En el banco, una pareja mayor.
Avanzando en la buena dirección
En contra de los estereotipos, Paz MartÃn señala que las personas mayores no son sujetos pasivos; “son activos, saben lo que quieren y demandan entornos que respeten su autonomÃa y calidad de vida. Es un cambio que beneficia a toda la sociedad, no solo a ellosâ€. En su opinión, este empoderamiento, cada vez más visible, tiene y tendrá consecuencias muy concretas a nivel social, urbano y arquitectónico.
En este terreno, Vânia de la Fuente destaca la labor de iniciativas como la mencionada Red de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores, que trabaja para identificar y priorizar barreras en los entornos locales. En España, el programa del Imserso, afiliado a esta red de la OMS, ayuda a los municipios a implementar estas ideas en un modelo por fases. La primera, y fundamental, es la participación ciudadana: “las personas mayores que viven en el entorno deben identificar las barreras que enfrentan en su dÃa a dÃaâ€. Luego, se planifican las acciones prioritarias, se ejecutan las mejoras y, finalmente, se evalúa su impacto.
En España, las mayores concentraciones de personas de más de 65 años se encuentran en municipios urbanos de más de 10.000 habitantes. De hecho, Madrid y Barcelona aglutinan entre ambas más personas de este grupo de edad que todos los municipios rurales del paÃs. Sin embargo, señala Vânia de la Fuente, la población rural está más envejecida en comparación con la urbana, porque la mayor parte de personas que viven en esas zonas son mayores.
Asà las cosas, Lebrusán defiende integrar una perspectiva de edad en el diseño urbano para hacerlo más inclusivo. “El espacio público está demasiado orientado al coche, con aceras estrechas y pocas opciones para peatonesâ€, explica. Critica, además, la privatización del espacio público, que dificulta su uso compartido y afecta tanto a las personas mayores como a los niños. Para ella, la llegada de turistas deberÃa ser un beneficio adicional, no el objetivo principal: “Lo importante es que una ciudad funcione bien para sus habitantes, que se sientan cómodos y no se vean expulsados a zonas periféricas o fuera de la mismaâ€.
Después de toda una vida en un entorno determinado, las personas desarrollan apegos, costumbres y conexiones sociales que hacen difÃcil regresar al pueblo
A pesar de los obstáculos urbanos, Irene Lebrusán observa que las personas mayores conservan un fuerte arraigo en las ciudades. Aunque se idealiza el regreso al pueblo, en la práctica es poco común. “Después de toda una vida en un entorno determinado, las personas desarrollan apegos, costumbres y conexiones sociales que hacen difÃcil regresar al puebloâ€, comenta. Además, factores como la cercanÃa de los hijos y la comodidad del entorno urbano hacen aún más compleja esta decisión. “Volver a un lugar en el que ya no se reconocen, y que tampoco les reconoce, puede ser muy difÃcil para ellosâ€, afirma.
Lo que sà sucede a veces es que algunos mayores, al jubilarse, optan por pasar temporadas mas o menos largas en el medio rural (pueblos de origen o de adopción) convirtiéndose en pobladores rurales temporales que buscan un estilo de vida más tranquilo.
Zonas rurales y nuevas oportunidades
Para Paz MartÃn, el medio rural ofrece una escala ideal para experimentar con soluciones novedosas. A pesar de los desafÃos del éxodo de jóvenes y la falta de servicios, destaca que la creación de proyectos innovadores de vivienda para personas mayores está ganando terreno en este ámbito favorecido por el precio del suelo y por la calidad de vida en esos lugares (ausencia de polución, relaciones humanas y sociales estrechas, sentimiento de arraigo…). Sin embargo, añade, es importante adaptarlo a las necesidades reales de los mayores sin imponer soluciones urbanas que no se ajusten a su realidad.
A pesar de las ventajas del entorno rural, las expertas advierten también de sus hándicaps, como la orografÃa en zonas montañosas, la dispersión geográfica y la falta de transporte público que conecte los distintos municipios y los servicios básicos. “Aunque no es necesario un hospital en cada pueblo, es fundamental garantizar que las distancias se resuelvan con mecanismos adecuadosâ€, expone Lebrusán.

Nalec (Urgell), pueblo con la población más envejecida de Catalunya.Ìý
Por otro lado, Vânia de la Fuente hace hincapié en el reto de la brecha digital, el medio rural. Este problema, dice, no se limita a una cuestión de habilidades tecnológicas, sino a la escasa infraestructura, como el acceso a Internet. Para cerrar esta brecha, es necesario implementar programas de formación digital, garantizar que los servicios y gestiones no dependan exclusivamente de lo digital y mejorar la conectividad donde todavÃa no está disponible.
Mirando al futuro
Paz MartÃn alerta sobre la necesidad de un debate serio y colectivo en torno a cómo enfrentarán ciudades y pueblos el ‘tsunami gris’ que se avecina: “Si las proyecciones estadÃsticas se cumplen, en 2050 el 34% de la población española será mayor de 65 añosâ€.Ìý
Aunque ya se observan avances, como el crecimiento exponencial de ciudades adscritas al programa de la OMS, este cambio demográfico plantea nuevos retos. “No se puede escapar a la reflexión de los alcaldes cómo gobernar sus localidades cuando más de la mitad de sus votantes sean mayores de 65 años†comenta la arquitecta. Y afirma que hay soluciones que no requieren grandes inversiones, pero sà una planificación coordinada entre diferentes áreas municipales y profesionales.
La coordinación es también para Lebrusán el quid de la cuestión. El enfoque fragmentado en el diseño urbano, la vivienda y las actividades comunitarias es un error. “Mientras sigamos trabajando de manera aislada, seguiremos equivocándonosâ€, concluye, llamando a una visión más integral de las ciudades y los espacios donde vivimos.
Por otro lado, la socióloga rechaza establecer una dicotomÃa entre lo rural y lo urbano con relación a la esperanza de vida, ya que las tasas de longevidad dependen de múltiples factores que tienen más que ver con la calidad de los servicios y cuestiones económicas. Ejemplo de ello es Madrid, donde la esperanza de vida varÃa de 7 a 11 años entre barrios como Puente de Vallecas y Salamanca; unas disparidades que, dice, deberÃan recibir atención prioritaria por parte de las autoridades.
La concepción de los espacios es, para Irene Lebrusán, otra de las claves: “una pequeña dificultad motora puede convertirse en una discapacidad si el espacio no es accesibleâ€. Sin embargo, en un entorno adecuado, esas limitaciones no tienen el mismo impacto. “En muchos casos, no es cuestión de recursos económicos, sino de voluntad y diseño para garantizar que los servicios públicos funcionen y permitan el acceso al bienestarâ€, concluye, y destaca la importancia de que las personas tengan la posibilidad de elegir dónde vivir. “Garantizar esa elección es algo que, lamentablemente, parece que estamos perdiendo poco a pocoâ€, sentencia.
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