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Así nos cambia el carácter con la edad: “No somos la misma persona a lo largo de nuestra existencia, porque la personalidad está siempre en movimiento”

Longevity

A medida que pasa el tiempo, la personalidad es capaz de reaccionar frente a las experiencias de vida, las situaciones adversas y también los momentos felices, según explican los psicólogos

Los psicólogos afirman que lejos de ser estática, la personalidad cambia de manera paulatina, progresiva, constante y en pequeñas dosis

Los psicólogos afirman que lejos de ser estática, la personalidad cambia de manera paulatina, progresiva, constante y en pequeñas dosis.

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Que con la edad cambiamos físicamente no es ningún misterio para nadie. Poco a poco, empezamos a familiarizarnos y hablar de ello sin tapujos. Pero en lo que nos fijamos menos es en que la personalidad también se transforma a lo largo de la vida: los psicólogos afirman que lejos de ser estática, cambia de manera paulatina, progresiva, constante y en pequeñas dosis. Como dice la psicóloga sanitaria, Marta de la Fuente Lago, experta en emociones y salud en MFL Psicología, “no somos la misma persona a lo largo de nuestra existencia, porque la personalidad está siempre en movimiento”.

Especializada en ansiedad y estrés, con consulta en A Coruña, la experta explica que aunque “la personalidad normalmente tiende a cierta estabilidad con la edad, sobre todo en la etapa adulta, se va ajustando a medida que pasa el tiempo y las experiencias vitales significativas o cambios”. Y, muy importante: esto no ocurre de la noche a la mañana, sino que de manera sutil y acumulativa. De hecho, es posible que en la corta distancia estos cambios apenas sean perceptibles, y hasta que se consolidan, pueden pasar décadas. “Vamos evolucionando, aprendiendo y adaptándonos, construyendo así nuestra nueva forma de ser”, sostiene.

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Para entender mejor cómo se producen estos “pequeños grandes” cambios, conviene distinguir entre tres conceptos que habitualmente confundimos. El temperamento se relaciona con el origen biológico, la herencia y los factores fisiológicos, que se van observando desde la infancia y son más estables en el tiempo. En cuanto al carácter, se desarrolla a través de las experiencias vitales de la persona, la educación, los valores, las elecciones, las tomas de decisiones y la voluntad.

Por último, la psicóloga describe la personalidad como una combinación que engloba a los dos anteriores: viene determinada por una predisposición biológica o genética, que nos hace propensos a desarrollar unos rasgos, y a ellos sumamos la huella de las experiencias de vida y los modelos de comportamiento que vamos aprendiendo.

¿Por qué cambiamos?

La respuesta corta es para ayudarnos a resolver los desafíos de la vida. No obstante, no debemos generalizar ni dar por hecho que todas las personas cambian de la misma forma. De la Fuente asegura que esta metamorfosis suele darse en las etapas evolutivas (el paso de la infancia a la adolescencia, y esta, a la edad adulta, por ejemplo). Pero también suceden por los cambios vitales relacionados con la madurez: la familia, la incorporación al mundo laboral, nuevas responsabilidades y obligaciones.

Otra razón por la que cambiamos son las pérdidas, desde el fallecimiento de un ser querido, hasta la pérdida de un trabajo o de la propia salud. Nuestras redes de apoyo social, el contexto socioeconómico y cultural, también influyen, así como la reacción a situaciones que nos ponen al límite. “Cada persona va a tener unos cambios en su personalidad, dependiendo de su actitud, de sentimientos y sensaciones, de cuáles sean sus vivencias y experiencias”, afirma De la Fuente, quien añade que “hay determinadas edades en las que nos planteamos reflexiones acerca de la vida, preferencias, prioridades y objetivos vitales”.

Cada persona va a tener unos cambios en su personalidad, dependiendo de su actitud, de sentimientos y sensaciones, de cuáles sean sus vivencias

Marta de la Fuente LagoPsicóloga experta en emociones y salud

Para estudiar la personalidad, los expertos suelen hacerlo a través de diversas metodologías; una de ellas son las investigaciones longitudinales, en las que realizan seguimientos de un grupo de personas durante un cierto periodo de tiempo. En 1960, por ejemplo, psicólogos de la American Psychological Association encuestaron a más de 440.000 estudiantes de secundaria. Cincuenta años después, los investigadores rastrearon a casi 2.000 exalumnos y les hicieron la misma encuesta. Los resultados, publicados en 2018 en el , encontraron que a los 60 años, los participantes obtuvieron puntuaciones más altas en calma, la confianza en sí mismos, el liderazgo y la sensibilidad social, que cuando eran adolescentes.

En otros modelos como los descritos por Robert McCRae y Paul Costa, basados en cinco factores de la personalidad (conocidos como los Cinco Grandes) se observó que, en líneas generales, las personas tienden a volverse más responsables, emocionalmente estables y más amables con el paso del tiempo. También hay investigaciones realizadas con japoneses centenarios, que han concluido que sus participantes tendían a aumentar en consciencia, extraversión y apertura. En este caso, no ha quedado claro si estas características ya eran previas e incluso hayan contribuido a esa longevidad.

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Va aumentando progresivamente nuestra comprensión, empatía y compasión hacia los demás

María Dolores Ortiz MuñozPsicóloga clínica del Hospital Universitario Infanta Elena de Valdemoro

Por su parte, María Dolores Ortiz Muñoz, psicóloga clínica del Hospital Universitario Infanta Elena de Valdemoro (Madrid), señala que, a medida que cumplimos años, desarrollamos mayor autocontrol y mejoramos la gestión emocional. “Va aumentando progresivamente nuestra comprensión, empatía y compasión hacia los demás”, añade la experta, quien indica que, posiblemente, “vamos dando más importancia a la calidad de nuestras amistades y vínculos familiares”.

Así lo vive también Virginia R., una argentina de 86 años, radicada en Madrid, quien, tras su separación a los 52, tuvo que enfrentarse a una nueva realidad. “Mi mayor transformación ha sido encontrarme a mí misma. Tuve que ‘desformatear’ antiguas ideas y creencias de cómo debía ser y construir desde ahí”. Hoy dice que con los años ha aprendido “a escuchar más y a juzgar menos, a quererme y valorarme como persona” y que ahora quiere volcarse en “lo que es realmente importante: disfrutar de mis hijos, de adultos, pero sobre todo, de mis nietos. También quiero cuidar el vínculo con mis amigas, quienes han sido mi mayor apoyo”.

Mi mayor transformación ha sido encontrarme a mí misma. Tuve que ‘desformatear’ antiguas ideas y creencias de cómo debía ser

Virginia86 años

Cambios positivos y negativos

Ortiz añade que con la edad, somos, en general, menos impulsivos y más reflexivos. “Desarrollamos una personalidad más resiliente que nos permite afrontar mejor las situaciones difíciles y aceptar nuestras limitaciones y debilidades”.

Los psicólogos lo llaman madurez de la personalidad. Una persona madura es aquella con estabilidad emocional, mayor equilibrio, sin tanta reactividad, con “capacidad para regularse y comportarse de una manera acorde con los valores y sus objetivos vitales y personales”, apostilla Marta de la Fuente. “Es independiente y autónoma, mantiene una adecuada relación con los demás, ha trabajado su introspección, autorreflexión y autoconocimiento”, prosigue.

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También hay personas que se vuelven más intolerantes, más radicales, más quisquillosos, malhumorados, más guardianes de lo que han creído y hecho toda la vida. Ortiz, por su parte, sostiene que estos cambios pueden responder a múltiples causas, no solo a la edad. “Tenemos que adaptarnos a que nuestras funciones, en general, van haciéndose más lentas, y nuestra salud se vuelve más vulnerable”.

La experta añade que psicológicamente nuestra capacidad para adaptarnos al cambio disminuye, y que ya no podemos realizarlo de manera tan independiente y autónoma como antes; en lo social, nuestro entorno y oportunidades de relacionamiento también van mermando. “Es entonces cuando hay tendencia a ser más rutinarios porque nos da más seguridad, nos volvemos menos flexibles, algo más rígidos y nos resistimos a aceptar lo nuevo. Cualquier cambio puede desencadenar irritación”.

Noté que soy otra persona. Antes era muy condescendiente con todos, no sabía decir que no

Claudia Riópar60 años

Es lo que le pasó a Claudia Riópar (Madrid, 60 años), quien considera que tiene bien definido el hito que marcó un cambio de carácter: la llegada de menopausia. “Noté que soy otra persona. Antes era muy condescendiente con todos, no sabía decir que no. Ahora me noto más irritable y no me callo por nada. Es verdad que enfadarme es más agotador, pero, por otro lado, me gusta que no me importe tanto lo que digan los demás y poder vivir más a mi bola”.

Las psicólogas coinciden en que aquellas personas que tienen tendencia a la queja, son más gruñones o tienen menos filtros, pueden serlo aún más con los años. También podemos ver a personas que, con la edad, se vuelven menos flexibles y más resistentes al cambio, y “otros que caen en la frialdad emocional y la distancia, actitudes que pueden aparecer sobre todo en personas de más de 70 años”, advierte De la Fuente.

La edad de jubilación debería contemplar varios factores

Podemos ver a personas que, con la edad, se vuelven menos flexibles y más resistentes al cambio.

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De hecho, un , dirigido por el filósofo y psicólogo Rene Mottus, en personas de 70 u 80 años que habían formado parte de una investigación anterior cuando estas mismas personas estaban en la escuela, concluyó que los cambios positivos acumulados con la edad se revertían una vez cumplidos los 80 años. De esta manera, las personas se volvían menos abiertas y extrovertidas, así como menos agradables y concienzudas.

Ortiz Muñoz advierte que es importante estar atentos a que, “a veces, detrás de estos comportamientos puede existir alguna patología, que por atribuirlos al simple paso de los años, lamentablemente no son tratadas”. La irritabilidad y el mal genio con tendencia al aislamiento, por ejemplo, puede ser la otra cara de la moneda de una depresión. O los cambios de personalidad marcados, las reacciones desmedidas, participar menos en conversaciones, la apatía, pueden ser los primeros síntomas de una demencia. Por eso, la experta recomienda que, si observamos cambios marcados en el comportamiento y de personalidad en una persona mayor, solicitemos la valoración de un especialista.

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Las claves para un cambio positivo

En su consulta, Marta de la Fuente ve que, con la edad, “aquellas personas que no hacen un trabajo personal de autoconocimiento, identifican cómo reaccionan, tienden a ser ansiosos, depresivos, centrados en la queja, los rasgos negativos se irán incrementando y potenciando e, incluso, a veces, se irán haciendo más difíciles de gestionar”. Igualmente, ocurre a la inversa: “personas que tienden a ser más amables y tolerantes, pueden volverse más vulnerables, llegadas a la edad más avanzada”, dice la psicóloga.

Esto es lo que le pasó a Virginia López (Pamplona) que, con 69 años, examina su propia transformación: “Me he vuelto más sensible, me afectan cosas pequeñas que antes no, me doy cuenta de que necesito más tranquilidad y estabilidad, apoyo de mi familia”. A su lado, su hija Carla, de 38, asiente, añadiendo que “te has vuelto más insegura y, a la vez, más cabezota, mamá”.

“Me he vuelto más sensible, me afectan cosas pequeñas que antes no, me doy cuenta de que necesito más tranquilidad

Virginia López69 años

Para que nuestra personalidad cambie a mejor, la psicóloga recomienda autoconocimiento consciente analizando los patrones de conducta; entrenar técnicas de gestión emocional que permitan abrir nuestra mente y probar nuevos caminos; y cuidar las relaciones sociales, saber qué piensan ellos de nosotros, escuchar, conversar con familiares y amigos.

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