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“Lo peor era pedir habitación en un hotel con cama doble y entregar el DNI con mi edad, él pensaba que yo era más joven y soy mayor que su madre”: tener un romance a los 60 con un chico 30 años más joven

‘Después de los 60’

Viuda, con dos hijos y una vida activa, Elena rompió las convenciones al iniciar una relación íntima con un joven unos 30 años menor que ella, que nunca había tenido otras experiencias íntimas. “Creo que he salvado a alguien de mucha infelicidad”, explica

En la madurez se pueden tener experiencias íntimas muy inesperadas, aunque la sociedad quiera sugerir lo contrario

En la madurez se pueden tener experiencias íntimas muy inesperadas, aunque la sociedad quiera sugerir lo contrario.

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Cuando Elena (nombre ficticio) enviudó, tenía 54 años y dos hijos. Lo último que podía imaginarse en ese momento es que a los 60 recién cumplidos acabaría conociendo a alguien con quien desafiaría un buen puñado de prejuicios sociales.

Sin buscarlo y de manera orgánica, tuvo un romance con un hombre instalado en la treintena, que le confesó sus ganas de mantener una relación sexo afectiva con ella. “Me dijo que le enseñara a vivir y me quedé muda, al principio no entendía qué me quería decir, pero en una de nuestras charlas surgió la cuestión: era virgen, no había estado con nadie”, explica Elena, que al principio no supo cómo reaccionar, pero que acabó manteniendo un vínculo con este joven.

Me dijo que le enseñara a vivir y me quedé muda

Elena62 años

Madre de dos hijos y con una vida activa y saludable, a sus actuales 62 dice que se siente llena de energía y vitalidad. “Me suelen echar menos edad, tengo muchas aficiones y me cuido bastante”, explica. Esa chispa fue la que hizo que se apuntara a baile, una de sus grandes aficiones, y en una sala de baile conoció a Eduardo (nombre ficticio), de unos treinta años y con quien compartía el gusto por mover el esqueleto.

Así fue como empezaron a coincidir en eventos o a charlar en los descansos. “Al principio era una relación como tantas otras del ambiente del baile. Tomábamos algo, hablábamos… y sin darnos cuenta, esas conversaciones se volvieron más profundas”, recuerda.

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Hasta que un día hubo un giro de guion inesperado y, al acompañarla al coche, Eduardo intentó besar a Elena. Al principio ella se negó, confundida. “Le dije que se estaba equivocando, pero él insistía en buscarme, hasta que le pregunté directamente qué quería de mí, y él me respondió: ‘enséñame a vivir’; me dejó sin palabras”, dice.

Pero había algo que Elena seguía sin entender y que cobró sentido varios días después: Eduardo le confesó que no había tenido relaciones sexuales con otras personas y que, fruto de una adolescencia solitaria, apenas había tenido contacto con chicas. “Fue un chico retraído, a los 18 se trasladó por trabajo a una ciudad nueva y, rodeado siempre de hombres, nunca tuvo una oportunidad real para conectar con mujeres y cuando salió a la vida, las chicas ya tenían más experiencia y se bloqueó”, comenta Elena.

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Si esto le ocurriera a uno de mis hijos, me gustaría que alguien se atreviera a tenderle la mano

Elena62 años

Lo primero que pensó esta mujer fue que Eduardo podría ser su hijo. Inmediatamente después, pensó que no lo era, y decidió ayudarle. “Si esto le ocurriera a uno de mis hijos, me gustaría que alguien se atreviera a tenderle la mano. Y yo me sentía bien con él, había una conexión”. Sin embargo, los primeros pasos no fueron fáciles: Eduardo se bloqueaba por completo ante cualquier avance íntimo, y juntos buscaron ayuda profesional para tener un diagnóstico.

“Le dijeron que tenía disfunción eréctil provocada por el consumo habitual de pornografía, y el sexólogo nos explicó que hoy en día el porno está afectando a muchos jóvenes, porque empiezan muy pronto a consumirlo y eso les impide excitarse con estímulos reales”, cuenta Elena, que ha hecho llegar su historia a bet365.

Después de ponerle nombre a la situación, Eduardo siguió una terapia con un sexólogo y, con el tiempo, empezó a mejorar. “Aún así, hubo momentos difíciles. Algunos días se encerraba en el baño del hotel, bloqueado por el miedo”, hace memoria Elena, que también recuerda con cierto humor los momentos incómodos que vivió por el estigma que hay en la sociedad en cuanto a la diferencia de edad entre parejas. “Lo peor para mí era pedir habitación con cama doble y entregar el DNI con mi edad; él pensaba que yo era más joven y en realidad soy mayor que su madre”. Y añade: “Los hombres sí se atreven y no los miran tan mal”.

A pesar de las críticas implícitas y del juicio social, la relación prosperó. Pasaban fines de semana juntos, hacían excursiones, cocinaban y compartían lecturas. “Me escribía poesías, preparaba encuentros sensoriales con masajes o tantra… Fue un verano lleno de descubrimientos”, dice.

Lo peor para mí era pedir habitación con cama doble y entregar el DNI con mi edad (…). Los hombres sí se atreven y no los miran tan mal

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Sin embargo, cuando Eduardo ya se sentía más preparado y había gestionado su bloqueo sexual, Elena decidió poner fin a la historia. “Sabía que no podía retenerlo, él necesitaba explorar el mundo por su cuenta”, argumenta, pero tiempo después, se reencontraron y retomaron la relación, esta vez desde la igualdad. “Eduardo se había liberado del miedo y se convirtió en uno de los mejores amantes que he tenido: sensual, respetuoso, sensible… Me hizo sentir admirada, deseada”.

Aun así, Elena no podía ignorar la diferencia de edad y acabó dándole un punto y final a la relación, convencida de que ambos debían seguir sus respectivos caminos. A día de hoy mantienen un contacto esporádico, pese a que Eduardo no ha iniciado aún otra relación. “Cuando hablo con él le veo feliz, aún no se ha estrenado con otras chicas, pero afortunada será quien lo encuentre”, vaticina ella. “Puede que alguien me juzgue negativamente, pero creo que he salvado a alguien de mucha infelicidad y me siento feliz por ello. Y concluye: “Ahora a ver cómo consigo que me vuelvan a gustar los de mi edad”.

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