“De tal palo, tal astillaâ€, dice el refrán, en referencia a la idea de que el carácter y las costumbres se transmiten de padres a hijos. Lo cierto es que, en general, los hijos se parecen a sus progenitores: una semejanza razonable, resultado de la genética y de la crianza. Sin embargo, en el siglo XXI, esta lógica se descarrila en algunos lugares. En especial, en las sociedades más ricas, donde la descendencia se ha convertido, en algunas ocasiones, en un producto. Un producto a modelar en función de las aspiraciones de sus padres y del entorno: en tiempos cada vez más narcisistas y competitivos, el hijo (con sus logros académicos y deportivos, sus ocurrencias, su apariencia fÃsica…) es más que nunca un reflejo de los padres.
“Hace tiempo que la procreación se ha visto, en especial entre los más ricos, como una forma de desdoblamiento temporalâ€, afirma Naomi Klein en su último libro, Doppelganger (Paidós). La conocida periodista canadiense escribió este lúcido ensayo a raÃz de una experiencia propia: la confusión que existÃa entre ella y la también periodista y escritora Naomi Wolff, cuya ideologÃa nada tiene que ver con la de Klein. Con este punto de partida, la autora examina, en el que es su libro más personal, el fenómeno de los dobles (doppelgangers) y cómo estos se han multiplicado en el mundo virtual. También hace hincapié en lo que considera una de las “duplicidades más extendidasâ€: la que puede ocurrir entre padres e hijos, muy presente en las redes sociales.
En esta época de marcas personales hay quien trata a su hijo como un mini-yo para lucir ropa a conjunto en Instagram o compartir bailes en TikTok
Internet, sostiene Klein, está inundada de dobles. Aunque con la singularidad de que en este espacio virtual los doppelgangers no son fruto del azar, sino que han sido creados por el propio original. Como apunta la ensayista, si en sus inicios internet nos prometÃa convertirnos en activistas, la explosión de las redes sociales nos ha transformado en constructores de marcas personales.Ìý
Y en esta construcción, los hijos tienen un espacio importante: se han convertido en un material muy valioso para los perfiles. “En esta época de marcas personales e identidades optimizadasâ€, escribe en Doppelganger, “no hace falta haber heredado riqueza o tÃtulos. Sencillamente, puedes tratar a tu hijo como un derivado o extensión de tu marca, y tú y tu mini-yo os podéis vestir con ropa a conjunto para Instagram o â€.
Cambio sociológico
La moda de llamar a los hijos con el mismo nombre es muy actual
En Doppelganger, Naomi Klein menciona la costumbre de llamar a los hijos como el padre o la madre: “Prolongándose asà el legado y la fortuna del progenitor hacia el futuroâ€. Una práctica que parece muy antigua, pero es relativamente nueva. “Hasta el siglo XIX los niños no solÃan llamarse igual que personas vivasâ€, explica Ana Zabalza SeguÃn, profesora de Historia Moderna de la Universidad de Navarra.Ìý
Para esta estudiosa de la onomástica el llamar al hijo como el padre o la madre empezarÃa a consolidarse en el siglo XX, cuando se consagra la familia nuclear. Hasta entonces, la tendencia era “revivir†a los antepasados ya desaparecidos, otorgándoles su nombre a los nuevos miembros de la familia. “Supongo que el orgullo de dar al hijo tu propio nombre indica que los antepasados ya no tienen la presencia de antañoâ€, señala.Ìý
Y, aunque admite que “hay un cierto narcisismo†en este gesto, lo esencial aquà serÃa “el reforzamiento de la familia, entendida como el núcleo conyugal y sus hijosâ€. En el siglo XXI, añade esta experta, esta práctica ya es algo más residual, con pocas excepciones, como destacar la clase social y la ideologÃa más conservadora.
Posicionar tu marca personal implica tener el control: si tú no dices quién eres, los otros dirán lo que no eres. Has de ser el amo de tu relato
Pero, ¿qué es exactamente una marca personal? El barcelonés Guillem Recolons ha trabajado como publicista durante veinticinco años y ahora se especializa en “personal branding†o gestión de la marca personal. Tiene muy claro que es un concepto clave: “Porque posicionar tu marca personal implica tener el control: si tú no dices quién eres, los otros dirán lo que no eres. Has de ser el amo de tu relatoâ€, sentencia. A Recolons le gusta dar una definición gráfica de esta idea: “ImagÃnate tres cÃrculos superpuestos que serÃan: primero, cómo me veo a mà mismo; segundo, cómo me ven los otros; y, por último, qué dice internet de mÃ, es decir, mi reputación digital. Los elementos que coinciden entre estos tres cÃrculos configuran tu marca personalâ€.
Cuando en 1999 Naomi Klein escribió —su popular ensayo sobre el auge de la imagen de marca en el mundo corporativo—, la idea de que la gente corriente podÃa ser una marca parecÃa “completamente absurdaâ€, decÃa la autora en una para Penguin Books. Porque una cosa eran la realeza británica o las estrellas de Hollywood, que podÃan permitirse el promocionarse, con asesores de imagen o publicistas; y otra eran la gente de la calle, trabajadora.Ìý
Sin embargo, todo cambió con la irrupción de los teléfonos inteligentes y las redes sociales, cuando las herramientas para crear marca se pusieron al alcance de muchos. “Lo digital ha abierto muchas puertasâ€, dice Guillem Recolons. “Si antes del 2008 uno se querÃa dar a conocer, tenÃa que pagar, poniendo un anuncio o mediante contactos en agencias de comunicación. Ahora esto se ha democratizado: hay mucha formas de tener presencia digitalâ€.
Marca personal
El uso de los hijos para cultivar la imagen: de la realeza a los ‘influencers’
Para este experto en branding, la búsqueda de la marca personal está en auge: “Porque somos 8.000 millones y estamos obligados a diferenciarnos, nos guste o noâ€. Y es que esta auto-promoción no es del gusto de todos. En la citada entrevista, Naomi Klein sostiene que el ofrecer “una especie de versión corporativa de nosotros mismosâ€, está muy vinculado al miedo a perder el tren en una sociedad capitalista. “Conozco a mucha gente que está en redes no porque estén enganchados, sino porque sienten que es su obligación y, también, tienen miedoâ€, dice. Miedo a quedarse atrás por no tener “marcaâ€, por no convertirse en una versión idealizada de uno mismo.
Y es que, como reitera Guillem Recolons: “Construir una marca personal es clave para la gestión de la carrera profesional, en especial, en momentos crÃticos, como serÃan la búsqueda del primer trabajo, un despido, el cambio a un puesto más senior…†En definitiva, para destacar entre la multitud: “Es la razón principal para la que se ha de trabajar este concepto. Porque hoy, a la hora de la selección, hay muchos elementos en juego, tanto profesionales como de personalidad. Es decir: si eres o no una persona memorableâ€, resume.
Y en este punto, el de ser más memorable, entrarÃan los hijos. Esos descendientes, puros e inocentes, que siempre han sido un activo para la imagen. Saben bien de ello las monarquÃas, que inmortalizan a prÃncipes y princesas desde hace siglos. También se han servido de los niños los polÃticos —de toda Ãndole, incluso los jerarcas nazis— y, por supuesto, las celebridades. En consecuencia, en el siglo XXI los nuevos famosos —o los que aspiran a convertirse en influencers de internet—, muestran a sus hijos sin reparo: esa descendencia perfecta que es motivo de orgullo y, también, generadora de likes y seguidores.
Los hijos te humanizan: utilizarlos dentro de la comunicación hace que la gente vea que eres persona. Te dan credibilidad...
“Los hijos te humanizan, sin dudaâ€, dice Guillem Recolons. “Aunque no seas famoso, utilizarlos dentro de la comunicación lo que hace, muchas veces, es que la gente vea que eres persona. Te dan credibilidad: incluso en el sector inmobiliario se ponen a los hijosâ€. El publicista se refiere a las técnicas de neuromárketing: “En las que la ‘humanización’ se usa como una extensión de marcaâ€, aunque aboga por “un uso intencionado y moderado†de las criaturas: “Procurar es que no sean una extensión comercial, sino que reflejen unos valores de vidaâ€.
Esto, sin embargo, no está pasando. Pese a que en paÃses como España existe una legislación sobre el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen de los menores, cada dÃa se publican en redes miles de imágenes e informaciones relacionadas con ellos. Desde fotografÃas y dibujos a sus notas escolares (siempre brillantes), pasando por la descripción de sus ocurrencias y los videos sobre su dÃa a dÃa… A veces, los hijos están solos, otras, junto a sus padres, que ejercen de managers y realizadores. En una curiosa mezcla entre el narcisismo parental y el posicionamiento comercial, los hijos se han convertido en un valioso producto en las redes sociales.
Un producto que, en sintonÃa con una sociedad más exigente, se perfecciona de forma incansable. Los hijos se modelan en función de las aspiraciones de sus padres y sus logros se potencian y publicitan. Este modelo de crianza se conoce como hiperpaternidad o crianza helicóptero, y es una realidad en nuestro lares. Niños hiperestimulados, hipercontrolados y cargados precozmente de actividades de todo tipo, para conseguir ser esas criaturas perfectas, multidisciplinares y sobradamente preparadas. Niños sin tiempo para jugar, con jornadas siempre planificadas, cuyas vidas, como describÃa la psicóloga estadounidense Madeline Levine “parecen campos de entrenamientoâ€, dirigidos por sus progenitores. Niños inmersos en unas Olimpiadas de perfección que, sin saberlo, cargan con el peso de los deseos de sus padres, que quieren que sus mini-yos los representen con la mayor solvencia. Al fin y al cabo, sus logros también son los suyos.
Naomi Klein, madre de un niño neurodivergente, se pregunta en su libro qué son los niños: “¿Son personas independientes, y nuestro trabajo, como padres y madres, es darles apoyo y protegerlos mientras encuentran su camino? ¿O son apéndices, extensiones, derivados, dobles nuestros a los que moldeamos para, en última instancia, beneficiarnos de ellos?â€, plantea. El sentido común deberÃa hacernos optar por la primera opción: es decir, amar y cuidar a nuestros hijos por quienes son, no por quienes queremos que sean.