Cap i pota, albóndigas en salsa y guisos de legumbres triunfan en las cartas de los restaurantes barceloneses. Se podría decir que lo viejuno está de moda. Pero algunas casas de la ciudad —no muchas— siempre se han mantenido fieles al chup chup. Una de ellas es el bar Gelida (Diputació, 133), que con casi ochenta años de trayectoria triunfa gracias a su cocina tradicional, abundante y asequible.
No hacía mucho que había terminado la Guerra Civil cuando Joan Llopart dejó a atrás un municipio de Gelida que apenas alcanzaba los 2.000 habitantes (hoy la población se ha cuadruplicado). Se mudó a Barcelona para aprender hostelería y en 1946 abrió su propio negocio, cuyo nombre tuvo claro que debía rendir homenaje a sus orígenes. En una lechería pegada a su establecimiento que pertenecía a la familia Viader trabajaba Ramona y, ya se sabe, el roce hace el cariño. Se casaron y ambos dedicaron su vida a alimentar al barrio con sus esmorzars de forquilla y sus vinos.
El Migrat, en la acera de enfrente, es fruto del sueño de un vecino y amigo de la familia
“Siempre hemos sido una bodega, por eso conservamos las botas y servimos vino a granel”, cuenta Gerard Llopart, tercera generación al frente de este clásico del Eixample. Las recetas que allí ofrecen y que han perfeccionado con los años, tampoco han variado demasiado. De hecho, de una de las paredes del Gelida cuelga una antigua carta que no se aleja mucho de la actual. Garbanzos con huevo, lentejas, callos, fricandó, carrillera de cerdo, albóndigas en salsa… Y su exitoso cap i pota, del que llegan a servir un centenar de raciones al día. Pese a que no tienen menú, el precio de la mayoría de platos va de los cuatro a los seis euros, por lo que se puede comer bien de precio.

La clientela del Gelida una mañana de entre semana
Llopart no iba para hostelero, sino que durante años ejerció de ingeniero en Perú. “Mis padres, Albert y Luci, querían jubilarse y no encontraban el modo de mantener la esencia del Gelida sin estar ellos al frente. Les hacía ilusión que me lo quedara y así lo hice”. De eso hace casi diez años y nadie diría que él no ha estado siempre al frente. Buena parte de quienes visitan su casa de comidas le dirigen un saludo o una palabra amable (su clientela es del vecindario, sobre todo la que acude por las mañanas). Los conoce a todos. Y al mismo tiempo que nos atiende, resuelve algunas cuestiones antes de que arranque el servicio. Está en su salsa.

El cap i pota del Gelida, que es el mismo que se sirve en Migrat
Hace unos meses abrió otro establecimiento en la acera de enfrente. El espacio perteneció a Vicenç Bosch, un vecino y amigo de la familia que llevaba años persiguiéndolo para alquilárselo. “Venía cada día al bar, porque estaba jubilado, y siempre me preguntaba: ¿Cómo lo ves, Gerard? ¿Te lo quedas?”. Llopart acabó cediendo, pero Bosch no pudo ver el proyecto terminado. Se había hecho mayor y los suyos lo despidieron poco antes de la inauguración. “Sentía mucho cariño por mi familia, sobre todo por mis abuelos, y le hacía ilusión que tuviéramos su local”. Quien la sigue, la consigue, y Bosch pudo cumplir su sueño de extender a su local la esencia del Gelida antes de marcharse.

Un cuadro de Eugenio firmado por Gerard Jofra, el hijo del humorista, que es un cliente asiduo
Ahora el espacio se llama Migrat, nombre de la masía familiar de los Llopart. Los mediodías se forman largas colas frente el Gelida y este establecimiento permite poder dar mesa a todo el mundo. La oferta de platos es la misma, así como el trato cercano y los precios ajustados, aunque los parroquianos siguen prefiriendo el Gelida, cuyo espíritu, con la barra y las sillas metálicas, la pizarra con los platos escritos con tiza y los pósters del Barça, es difícil de replicar. A su favor, la terraza del Migrat es más soleada y un cuadro de Eugenio (lo firma Gerard Jofra, el hijo del humorista, que es un cliente asiduo) acoge a los visitantes que se instalan en su interior. “No sé si durará este auge de la cocina tradicional. Pero nosotros tiraremos para adelante, como hemos hecho siempre”, concluye Llopart.