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2025: el año en que Trump desafía al mundo

Internacional

EE.UU. se plantea alterar el orden internacional que él mismo impuso al final de la Segunda Guerra Mundial

Estos son los 19 puntos calientes que determinarán las relaciones internacionales

A partir del 20 de enero Donald Trump intentará imponer su criterio a los líderes mundiales, sean éstos rivales o aliados

Anna Belil / LVG Diseño

El mundo parece avanzar en contra dirección, cada vez más alejado de los parámetros que lo han gobernado desde hace ocho décadas. A pesar de los avances tecnológicos que alargan y facilitan la vida, hoy es más selva y menos jardín. Hay más violencia y menos democracia. Las instituciones globales, como la ONU, la Organización Mundial del Comercio y la Corte Penal Internacional, son cada vez más débiles. Hay, por tanto, menos normas y más impunidad. El derecho internacional, sobre todo el humanitario y de asilo, ha fracasado con rotundidad en Gaza y parece difícil que vuelva a ser preeminente. Costará que recupere prestigio porque hay menos consenso sobre asuntos tan fundamentales como los derechos humanos, la crisis climática y el uso de la fuerza. El mundo es hoy más defensivo, con fronteras más duras y menos cooperación. La emoción, sobre todo el miedo, marcan el rumbo de la mayoría de sociedades, grupos humanos que se sienten amenazados en múltiples frentes, sobre todo en el económico y el identitario.

En medio de tanto desorden y tanta incerteza ya se escucha la fanfarria que anuncia el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. El mundo estará en sus manos partir del 20 de enero y, aunque no cumpla todas sus promesas, está claro que planteará un desafío sin precedentes tanto a la propia república como al orden mundial que Estados Unidos impuso después de la Segunda Guerra Mundial.

El CIDOB afirma que el triunfo de Trump también lo es de la 'egopolítica', el narcisismo como característica del líder democrático

El triunfo de Trump lo es también de los antisistema, de los negacionistas electorales y los defensores de la realidad alternativa, es decir, de la mentira y la manipulación. Es también, como señala el último informe del CIDOB, el triunfo de la egopolítica, de la gesticulación y el personalismo, del narcisismo como característica esencial del nuevo líder democrático.

Donald Trump, a punto de volver a ser el hombre más poderoso del mundo, se ha aliado con Elon Musk, el hombre más rico, para reconfigurar el poder. La gestión del Estado será ahora más privada y más opaca. La administración se reducirá, pero, al mismo tiempo, externalizará muchos servicios, sobre todo de seguridad.

La tecnología es poder y como nada protege a los empresarios tecnológicos de sus malos instintos, tampoco nada impedirá a Estados Unidos imponer su criterio a rivales y aliados. A la UE le exigirá, por ejemplo, que compre más armas y más gas, y si no lo hace subirá los aranceles a las importaciones europeas.

Trump y Musk controlarán las redes del comercio mundial para someter a sus rivales y apretar a sus aliados

Esta amenaza es mucho más que una bravuconada. Estados Unidos es el principal poder económico y este liderazgo no implica solo producción e innovación. El dólar es la moneda común del comercio mundial. Cualquier empresa y gobierno, esté donde esté, comercia con dólares. Cualquier banco tiene depósitos en dólares. Las transacciones en dólares pasan por el sistema financiero estadounidense, al que llegan a través de cables de fibra óptica que, en su mayoría, también pasan por EE.UU. La Agencia Nacional de Seguridad americana tiene acceso a la información que circula por esta red. Puede espiar a cada gobierno y a cada empresa. Estados Unidos, es decir, Trump y Musk, tienen un poder casi absoluto sobre ella. Esto les da una ventaja estratégica inigualable sobre sus competidores, a los que, llegado el caso, como pasó con Huawei, pueden sancionar.

Sobre esta fortaleza, EE.UU. intentará cambiar las reglas del juego en el tablero internacional.

Impulsar las criptomonedas, controlar la información, silenciar a las voces independientes, desregular todo lo que se pueda, desde la inteligencia artificial a la protección del medioambiente, bajar impuestos, reducir la administración, imponer aranceles de hasta el 60% a China, restringir el aborto, eliminar las políticas de igualdad y llevar a cabo “la mayor deportación de indocumentados de la historia” completan una estrategia de gobierno que parece irrealizable.

El problema, sin embargo, no es lo que Trump consiga con su programa, sino todo lo que cambiará intentando hacerlo realidad.

Una cosa es que sus planes económicos disparen la deuda y la inflación en EE.UU. y otra, mucho más grave para el orden global, es que no impere nada más que la ley del más fuerte.

Europa, impotente, verá cómo se rompe el consenso de que no habría más fronteras impuestas por la fuerza

Trump, por ejemplo, ofrecerá a Ucrania un pacto que supondrá ceder territorios a cambio de una tregua. Compensará la invasión rusa y, al hacerlo, romperá el consenso de que en Europa no volverían a haber fronteras impuestas por la fuerza. Dirá que lo hace por la paz y la economía, para reducir el gasto y atender la voluntad de tantos ciudadanos europeos, que consideran que a Rusia no se la puede derrotar.

Sin embargo, la verdadera razón de ser de una tregua en Ucrania es permitir el rearme. Un alto el fuego, como el que hay en Líbano, no es una paz, sino una pausa para seguir combatiendo.

El instituto SIPRI de Estocolmo calcula que en este 2025 se venderán más armas que en mucho tiempo. No solo hay conflictos en Ucrania y Oriente Medio, sino también en Sahel, en ܻá, el Congo, Birmania y Ჹí, entre otros lugares. La OTAN habla ya de subir el gasto en defensa al 3,5% del PIB y nadie se beneficia más de este comercio que EE.UU.

A Trump le gustaría volver a hacer pruebas atómicas en el desierto de Nevada, aunque vulneren el Tratado de no Proliferación Nuclear. Seguirá modernizando el arsenal, como hacen también Francia y el Reino Unido. Putin ha demostrado en Ucrania el poder disuasorio del arma nuclear. á, hoy derrotado y muy debilitado, puede recurrir a ella como último recurso para sostener al régimen.

La UE, más sola y débil, debe superar grandes retos para no caer en la irrelevancia

Europa entra en el nuevo año mucho más sola y más débil. Trump no es amigo de la UE porque no cree en el multilateralismo. La dejará con el problema de Ucrania –congelado pero no resuelto– y con el dilema de si avanzar o no en la integración política.

A Cristina Gallach, una de las principales expertas en asuntos europeos, le preocupa la apatía de Europa frente a los retos que debe superar para no caer en la irrelevancia. La falta de liderazgos fuertes en Francia y Alemania afectan al funcionamiento de la Unión. “Se tardó medio año en formar la Comisión, una transición larga y mala que demuestra las dificultades para aunar consensos”, dice.

La debilidad de las instituciones en medio de tanta incerteza y tanto desorden, la aprovecha el crimen organizado. El tráfico de armas, drogas y personas, la minería y la deforestación ilegales, como señala el informe del CIDOB sobre el 2025, penetran en la estructura del Estado. Es un peligro para su seguridad. Viene de fuera pero se perpetúa desde dentro. La solución policial protege pero no cura a las sociedades corrompidas, decepcionadas y angustiadas por los miedos que el poder disemina para cautivar a los electores.

No hay soluciones fáciles a problemas complejos. Trump no las tiene y Musk, tampoco porque un país no es una empresa. Las transacciones comerciales son mucho más fáciles que las relaciones entre estados. Los intereses de un país no pueden explicarse con un Excel. Trump, sin embargo, intentará demostrar que sí y este, en definitiva, es el gran desafío que enfrenta el mundo en 2025.

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