Los presidentes de Estados Unidos y El Salvador, Donald Trump y Nayib Bukele se han encontrado esta mañana por primera vez en el despacho oval, donde han presentado al mundo su coalición de mano dura contra el crimen organizado. “Sabemos que tienen un problema de delincuencia y terrorismo con el que necesitan ayuda. Somos un país pequeño, pero, si podemos ayudar, vamos a hacerlo”, ha dicho Bukele, convertido en el carcelero del republicano, en declaraciones a la prensa antes de la reunión a puerta cerrada.
“A veces, los medios se centran en que hemos encarcelado a miles de personas, pero me gusta decir que en realidad hemos liberado a millones. Usted tiene 350 millones de personas a las que liberar, pero, para hacerlo, habrá que encarcelar a algunas. Así es como funciona”, ha añadido el líder salvadoreño, entre elogios y agradecimientos de Trump, que lo ha definido como un “buen amigo” que está haciendo un “gran trabajo” en la erradicación de la violencia.

El presidente de EE.UU., Donald Trump, estrecha la mano del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, en el Despacho Oval de la Casa Blanca.
El popular Bukele se ha convertido en un aliado clave de EE.UU. en la región, así como una pieza fundamental en su plan de deportaciones masivas. Desde el mes pasado, acoge en su prisión de máxima seguridad, el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) a más de 200 inmigrantes deportados que la Administración Trump alega, sin presentar evidencia, que son miembros de las bandas criminales del Tren de Aragua y el MS-13.
El Gobierno estadounidense está invocando la ley de Enemigos Extranjeros, del año 1798 y prevista para contextos de guerra, para expulsar sin el debido proceso a estos inmigrantes. Aunque varios jueces han bloqueado su uso para este fin, la semana pasada el Tribunal Supremo se pronunció a favor de la Casa Blanca sobre una de esas órdenes judiciales, alegando que el recurso se había presentado en un tribunal incorrecto.
A cambio de internar a sus deportados, El Salvador recibirá una compensación anual por su colaboración, que costará a los contribuyentes estadounidenses unos 6 millones de dólares al año para los primeros 250 encarcelados en el Cecot. Esta prisión, inaugurada por Bukele en el 2023, ha sido utilizada para encerrar a las maras del país centroamericano, lo que ha servido para frenar su epidemia de violencia. Sin embargo, enfrenta denuncias de organizaciones de derechos humanos por “malos tratos” y “violaciones a la integridad física” de los presos, que además en muchas ocasiones son trasladados sin pruebas de que pertenecen a una mara, juzgados por sus tatuajes.
Bukele se niega a devolver a EE.UU. al salvadoreño deportado por error: “¿Cómo quieren que libere a un terrorista?”
Es un argumento similar al que usa la Casa Blanca para demostrar que los deportados son pandilleros del Tren de Aragua. Sin embargo, el Gobierno de Trump reconoció que había expulsado por error al salvadoreño Kilmar Abrego García, que se encuentra detenido en el Cecot, y el Tribunal Supremo emitió el jueves un fallo en el que ordenaba a la Administración a “facilitar” su regreso a EE.UU. Sin embargo, la Casa Blanca se ha negado a retornarlo, asegurando que tan solo está obligada a facilitar su regreso, “no a efectuarlo”, dijo la secretaria de prensa, Karoline Leavitt.
El subdirector de gabinete de la Casa Blanca, Stephen Miller, también presente en la reunión, ha contradicho la versión oficial de la Casa Blanca, que reconoció su equivocación en los tribunales. Miller ha asegurado que Abrego “no fue enviado por error a El Salvador, enviamos a la persona correcta al lugar adecuado”. Y ha añadido que EE.UU. no tiene ninguna responsabilidad para traerlo de vuelta, pues supondría “una invasión de la soberanía de El Salvador”.
Preguntado por ello en el despacho oval, Bukele ha negado que vaya a devolverlo a EE.UU. “¿Cómo quieren que lo devuelva a EE.UU.? ¿Queréis que lo envíe como contrabando? Por supuesto que no lo voy a hacer. Es una pregunta absurda. ¿Cómo voy a enviar a un terrorista a EE.UU.? Hemos pasado de ser la capital del crimen en el mundo a ser el país más seguro del hemisferio occidental. ¿Y ahora quieren que volvamos a liberar a criminales?”, ha insistido. “Están enfermos, esta gente está enferma”, ha respondido Trump, en referencia a la prensa.
El hombre, de 29 años, entró ilegalmente a EE.UU. precisamente huyendo de las maras de El Salvador. Un tribunal estadounidense fijó que no podía ser devuelto a su país de origen por el temor a la persecución de las pandillas. Sin embargo, fue deportado y seguirá de momento en el Cecot, a pesar de no haber recibido ninguna condena penal, como muchos de los deportados al país centroamericano.
Entre elogios y apretones de manos, Trump ha exhibido en la Casa Blanca su buena relación con Bukele, el presidente del “sentido común”. Preguntado por si estaría abierto a deportar allí también a ciudadanos estadounidenses, Trump ha dicho que está “estudiando” esa idea, que le permitiría encarcelar a “criminales” por “menos dinero”, a pesar de que la ley le impide deportar a sus propios ciudadanos.
El líderde El Salvador, que se ha ofrecido a acoger “a los delincuentes que sean necesarios”, fue uno de los pocos mandatarios internacionales invitados a su ceremonia de investidura, aunque finalmente no asistió al acto, como sí hizo otro de los grandes aliados de Trump en Latinoamérica, el presidente argentino Javier Milei. Hoy se ha convertido en el primer líder latinoamericano en visitar su Casa Blanca, donde el jueves Trump recibirá la visita de su aliada europea, la primera ministra italiana Giorgia Meloni.
Bukele encuentra en Trump un líder legitimador de sus detenciones a gran escala y su mano dura, en muchas ocasiones sin el debido proceso, que han contribuido a frenar la escalada de violencia en El Salvador. Según la organización Human Rights Watch, desde que declaró la emergencia nacional en el 2022, ha detenido alrededor de 85.000 personas, aunque solo 1.000 han sido condenadas por crímenes. Eso ha contribuido a una asombrosa reducción de la criminalidad, de más de 2.000 asesinatos en el 2019 a tan solo 114 el último año, según datos de su propio gobierno. El departamento de Estado estadounidense ha cambiado la calificación de seguridad de su país al nivel 1, el más alto, en la recomendación de viaje seguro a sus ciudadanos.
Bukele es el primer líder latinoamericano invitado a la Casa Blanca de Trump, que el jueves recibirá a la italiana Meloni
El presidente salvadoreño percibe un cambio radical en comparación con la Administración Biden, que en el 2021 criticó con dureza la decisión de la Corte Suprema de El Salvador de aprobar la reelección del presidente, cuando la Constitución prohibía expresamente –en seis artículos distintos– que Bukele se postulara para un segundo mandato consecutivo. La Asamblea salvadoreña, controlada por el partido de Bukele, destituyó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema y al fiscal general, sustituyéndolos por figuras cercanas al oficialismo, lo que le posibilitó la reinterpretación favorable de la Constitución.
En este sentido, además de en la mano dura contra el crimen, Trump también encuentra en Bukele un ejemplo en sus ataques a la separación de poderes, que cada vez son más evidentes en la nueva Casa Blanca, y explícitos con los ataques vertidos por Trump sobre la independencia del poder judicial. El mes pasado, llamó a destituir a los jueces que limiten sus órdenes ejecutivas en una polémica comparecencia desde el departamento de Justicia, cuya sede ya preside el retrato del republicano.
Bukele es uno de los miembros más prolíficos y populares de la internacionalización del movimiento Make America Great Again. En febrero del 2024, participó por primera vez en la Conferencia de Acción ʴDZíپ Conservadora (CPAC), que se celebra anualmente en las afueras de Washington, y fue recibido con gran entusiasmo entre los asistentes latinoamericanos. Este sector de la población, en especial los hombres, terminó siendo esencial en la victoria de Trump en las elecciones de noviembre.