En los últimos tiempos, conceptos como lujo silencioso -los americanos suelen referirse a él como lujo relajado- han monopolizado las tendencias de viajes. La elegancia discreta, esa que busca la autenticidad y la personalización sin estridencias, la que persigue la exquisitez y huye de la formalidad, está provocando cambios en la hospitalidad de alta gama.
Hoy, el viajero prima la autonomía y la privacidad sin renunciar en ningún caso al lujo. La libertad y la flexibilidad se han convertido en requisitos innegociables en su experiencia por lo que los hoteles están adaptando las dinámicas a esta realidad. El huésped quiere sentirse como en casa disfrutando del máximo confort, y cumplir sus deseos pasa por ofrecerle un servicio mucho más personal y menos invasivo que en el pasado.
El primer paso para que el huésped se sienta como en casa es suavizar el impacto a la llegada
En otras palabras, lograrlo exige a los alojamientos anticiparse a los deseos del cliente y ser eficientes eliminando cualquier asistencia innecesaria. Ello no significa que el personal desaparezca, sino que su papel se convierte en más discreto, llegando en muchos casos a pasar prácticamente inadvertido con ayuda de la tecnología y realizando operaciones sutiles entre bastidores.
Hoteles como el Royal Mansour de Marrakech, un exquisito establecimiento escondido entre palacios, calles y plazas rebosantes de actividad, dispone de un laberíntico entramado de pasadizos subterráneos. En ellos, medio millar de empleados se desplazan y llevan a cabo las tareas internas para evitar molestias a los huéspedes.

Espacio de reception del The Emory London
Pero, el gran aliado de la alta gama en su transición hacia el lujo silencioso es la innovación digital. Históricamente, los lobbies de estos alojamientos han sido su carta de presentación en forma de espacios de grandes dimensiones -en ocasiones casi intimidantes-, con decoraciones ostentosas y elementos que transmitían majestuosidad y exclusividad. Sin embargo, el primer paso para sentirse como en casa es suavizar el impacto a la llegada.
El vestíbulo de entrada, limitada a ser la zona de bienvenida y de espera, empieza a desaparecer como tal, evolucionado hacia espacios de socialización, más amables y acogedores. La simplificación de los procesos de chek-in -aumenta el número de establecimientos que permite a sus huéspedes registrarse online- resta sentido a la recepción tradicional. Ya no es necesario realizar los trámites frente a un mostrador.
Alojamientos como The Emory, un lujoso hotel del barrio londinense de Belgravia compuesto exclusivamente por suites, ha eliminado la recepción y permite hacer el check-in en remoto. En lugar de un hall llamativo, los huéspedes hacen su entrada por una calle lateral privada, lo que garantiza a su selecta clientela una total discreción. Durante la estancia, pueden comunicarse con el personal a través de WhatsApp o mensajes de texto para solicitarles cualquier deseo, desde el servicio de habitaciones, hasta un cambio en la reserva.
Uno de los principales atractivos de este hotel son sus espacios compartidos, estancias acogedoras y decoradas con exquisito gusto. Y es que la tendencia actual da respuesta a un concepto de hotel como lugar donde vivir experiencias, socializarse y disfrutar de experiencias únicas.

Mostradores autoservicio del hotel CitizenM Seattle Pioneer Square
Cadenas como la neerlandesa CitizenM, por su parte, evitan el paso por recepción con su apuesta por los quioscos digitales en los que realizar el auto check-in y ofrecen habitaciones controladas por smartphone. Otros optan por conserjes digitales… De seguir así, el futuro de la recepción tiene los días contados.