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El Manzanares, tras la histórica crecida: “La renaturalización es un éxito”

Biodiversidad

El marzo más lluvioso de la historia de Madrid multiplicó por 15 el caudal habitual de un río que tiene un tramo de 7 km. renaturalizados. Los autores del proyecto celebran el papel que ha jugado la vegetación

La crecida del río Manzanares, a la altura del Arroyo Trofa y de El Pardo, a 19 de marzo de 2025, en Madrid

Carlos Luján - EP

Perplejidad e incertidumbre fueron, días atrás, los sentimientos de quienes vieron incrementarse el volumen de agua del río Manzanares, hasta 15 veces más que el habitual, a su paso por Madrid. El tramo de 7,5 kilómetros que cruza el sur de la ciudad, cuya renaturalización comenzó en el año 2016, ha demostrado que la vegetación que ha crecido dentro de la caja por donde transcurre el cauce no ha supuesto ningún problema; es más, ha frenado la fuerza de un agua que llegó a los 56 metros cúbicos por segundo.

Mientras la avifauna, sorprendida por esa masa veloz de agua, huía en busca de lugares más tranquilos, y el vecindario se asomaba a ver la crecida, la única preocupación de algunos ciudadanos era ver subir el nivel cerca de las presas semiabiertas, pero no desmontadas, dado que podían causar un desbordamiento, que no ocurrió. De hecho, al menos en una de ellas, la última del tramo, se colocó una cámara para tenerla bajo control permanente. En el cauce, los árboles de ribera, que han crecido en estos nueve años, algunos de varios metros de altura, resistieron el embate recibido después de que se abriera la presa de El Pardo ante las continuas e intensas lluvias.

Esto demuestra que renaturalizar los ríos es un éxito. Ya nadie puede cuestionarlo.A todo el mundo le gusta tener un río vivo

Susana de la HigueraPortavoz de la asociación vecinal Pasillo Verde-Imperial

Dos personas observan el río Manzanares a su paso por el puente de los Franceses, a 21 de marzo de 2025, en Madrid

Carlos Luján - EP

“Esto demuestra que renaturalizar los ríos es un éxito. Ya nadie puede cuestionarlo. No ha habido riesgo de desbordamiento gracias a que el Manzanares, a su paso por Madrid, va dentro de una gran caja de hormigón, una estructura que también nos permite disfrutar de una biodiversidad única de especies de aves porque no se las molesta. A todo el mundo le gusta tener un río vivo”, explica Susana de la Higuera, portavoz de la asociación vecinal Pasillo Verde-Imperial, barrio por el que transcurre gran parte del parque lineal Madrid Río.

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Como tantas otras, De la Higuera fue de las personas que se acercaron a ver la crecida. “Era sorprendente ver cómo resistían los árboles. Si respetamos la naturaleza, ella nos ayuda, por ello defendemos que no tiene sentido la instalación de focos de colores dentro de ese cauce, como ha hecho del Ayuntamiento y hemos denunciado”, señala.

Esta semana, el Manzanares urbano va volviendo lentamente a su ser, mientras ánades reales y gallinetas buscan lugares insólitos donde poner sus nidos, como ramas de árboles ahora a ras del agua que durarán poco. Para anidar, les vienen mejor las aguas someras habituales del río. Ahora, se está a la espera de ver cómo qudarán las isletas de vegetación que se fueron creando con los años dentro de la caja, áreas que tienen un continuo mantenimiento del Ayuntamiento, con la supervisión desde su inicio de Ecologistas en Acción, la ONG ambiental que ha impulsado ya la renaturalización de más de 20 tramos fluviales urbanos en el país, éste también.

La renaturalización

Crecida del río Manzanares en el parque de Madrid Río, a 20 de marzo de 2025, en Madrid

Fernando Sánchez - EP

Para entender cómo fue el proceso, Erika González, portavoz de la organización y una de las impulsoras del proyecto, recuerda que la canalización del Manzanares tuvo lugar en las primeras décadas del siglo XX. No fue hasta 1940 cuando se construyeron sus nueve presas para crear la sensación de río caudaloso, al estilo de otros europeos, con una “sucesión de piscinas” que lo convirtieron en un canal de “aguas sucias y malolientes”, sin ribera ni vegetación alguna.

“Cuando en 2016 se abrieron las compuertas para que volviera a su discurrir natural, la respuesta del río fue espectacular”, recuerda. No tardaron en aparecer isletas y una ribera cubierta de vegetación autóctona, tanto herbáceas, como arbustos y árboles. Desde Ecologistas calculan que en estos nueve años han crecido más de 2.000 árboles en el tramo intervenido: álamos blancos y negros, sauces de cuatro especies diferentes, fresnos, alisos o saucos, entre otras especies.

El reconocimiento de los beneficios ecosistémicos y sociales fue evidente cuando, en 2018, se intentó dejar un tramo de nuevo canalizado para dedicarlo a una escuela de remo. Tras cerrarse unas semanas, tuvo que darse marcha atrás a la propuesta ante la contundente protesta de la sociedad madrileña. “Hemos pasado de tener un cauce hormigonado y de aguas estancadas a un río vivo con islas y orillas pobladas de vegetación y avifauna. Faltaba saber la respuesta ante una fuerte crecida y hemos comprobado que la renaturalización funciona, que ha ralentizado la fuerza del agua y ha favorecido el drenaje”, celebra González.

Para la ecologista, además, se ha derribado la falsa creencia, especialmente difundida tras la dana de octubre pasado en Valencia, de que la vegetación “obstaculiza” la salida de las crecidas provocando “tapones”. “La vegetación autóctona está muy adaptada al ecosistema, bien agarradas al sustrato, al lecho. No dificulta nada el desagüe”, explica. Es más, asegura que esta ‘colonización’ natural ha impedido el avance de una vegetación exótica (la caña, por ejemplo) que sí puede causar problemas, como ocurrió en Valencia. Los pocos ejemplares foráneos que hay en el Manzanares, detalla González, son eliminados en las tareas de mantenimiento del Ayuntamiento, con quienes colaboran haciendo propuestas sobre acciones necesarias.

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Ante la pregunta de qué hubiese sido del Manzanares sin su renaturalización ante estahistórica crecida, la portavoz de la ONG responde: “Hubiéramos tenido una peor gestión del caudal de agua”. Para esta organización, otra conclusión tras este récord de lluvias es la necesidad de “remover las compuertas de las presas”, que ya no se utilizan. Hasta el domingo pasado, hubo momentos en los que cualquier persona podía observar cómo el nivel del agua se acercaba a la altura de estas grandes estructuras curvas y rígidas. En concreto en la número 9, muy cerca de la M-30, los bomberos municipales pasaban cada poco tiempo a controlar el nivel, además de colocar la cámara. “No se preocupe, lo estamos vigilando y no hay riesgo”, comentaban a quienes se interesaban por la situación. “Están elevadas a media altura y si el agua llega a subir un poco más, hubieran generado una inundación. Ahí sí está el riesgo y no el bosque de ribera. Por lo tanto, su eliminación es una medida de seguridad ante futuras crecidas porque ya no tienen ninguna función tras la renaturalización”, defiende González.

El comportamiento de la vegetación natural autóctona del Manzanares en esta histórica crecida, en la que ha ayudado a la ralentización del caudal, confirma loque muchos expertos vienen advirtiendo desde la dana: las (mal llamadas) limpiezas de los cauces aumentan la velocidad del agua y, por tanto, su fuerza destructiva. Así lo explica Pau Fortuño, biólogo del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y experto en ríos mediterráneos. Si bien señala que hay que hacer un “mantenimiento de la vegetación fluvial” para evitar el riesgo de inundaciones, como se hace en el Madrid Río, no lo considera una “limpieza”. “El término debe usarse para recoger residuos plásticos o escombros, pero la vegetación no es basura”, aclara el investigador.

Fortuño recuerda que ríos y barrancos sin infraestructuras humanas no requieren un mantenimiento que sí es necesario cuando hay carreteras, urbanizaciones o puentes. En esos casos, argumenta, la vegetación sí puede hacer tapón y suponer un problema, sobre todo la muerta. “Pero deben ser acciones quirúrgicas, no se puede eliminar un ecosistema fluvial entero por salvar un puente. Es una visión obsoleta y costosa arrasar todo y poner cemento para sentirse más seguro. Es una falsa seguridad porque así se incrementa la velocidad del agua y la mejor forma de reducir ese riesgo es recuperar su estado natural, contar con buenos ecosistemas que protejan de las inundaciones”.

A su juicio, precisamente la flora autóctona de entornos fluviales está adaptada a las crecidas porque “es flexible y robusta a la vez”, como ocurre en el Manzanares en Madrid. “La estética de todo limpio, de jardín francés o inglés, no tiene correlación con el clima mediterráneo”, reflexiona el experto.

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