La guerra de Ucrania es una guerra civil europea entre Rusia y la Unión Europea, provocada por Estados Unidos, y que la Unión Europea libra a través de una persona interpuesta, que es Ucrania. Es una guerra iniciada por unos agresores, provocada por unos aprovechados, y a la que no han sabido hacer frente unos medrosos. Todos sabemos quiénes son los agresores, quiénes los aprovechados y quiénes los medrosos. Veamos.

Soldados de infantería ucranianos sobre un vehículo anfibio, cerca del frente de Bajmut
1) Los agresores son los rusos. Después de la guerra europea, unos alemanes que habían viajado a París intentaban convencer a Clemenceau de que Alemania no había sido la única responsable del estallido del conflicto, a lo que el francés respondió así: “Lo que ustedes quieran, pero lo que está absolutamente claro es que Bélgica no invadió Alemania”. Del mismo modo, lo que está absolutamente claro es que Ucrania no invadió Rusia y que, por consiguiente, el primer y máximo responsable de la invasión y de la atroz guerra subsiguiente es Rusia. Y, personalizando la culpa, el primer culpable es Vladímir Putin, un nacionalista ruso tradicional que, por gusto, proseguiría la invasión hasta la línea Oder-Neisse. Olvídense del comunismo, del fascismo, de la extrema derecha y de la derecha extrema: Putin es un nacionalista puro y duro que, como todos los nacionalistas, carece de freno moral.
Estados Unidos dice a la UE, que, si quiere la seguridad de la OTAN, se la pague
2) Los aprovechados son los norteamericanos, que, como siempre han hecho, van exclusivamente a lo suyo. Y, por tanto, si para asegurar la defensa de sus intereses en el extranjero y el control del comercio mundial han de salvar la democracia, la
salvan; pero, si para garantizar idénticos objetivos tienen que cargársela, se la cargan. Su acción política exterior, comenzando por su participación en las dos guerras mundiales del siglo XX, así lo acredita. Y, en esta línea, Estados Unidos trató a Rusia después de la caída de la URSS sin la “magnanimidad” que Churchill exigía en la victoria. Le negó a Putin el pan y la sal de un tratado que imploró hasta bien entrado este siglo, azuzándole, en cambio, con sucesivas ampliaciones de la OTAN, para lo queforzaron a sus aliados y mintieron cuantas veces hizo falta. Para Estados Unidos, el centro del mundo está hoy en el Pacífico, su potencial enemigo es China y su riesgo inminente está en Taiwán, razón por la que quieren separar a Rusia de China, después de haberla maltratado, sirviéndole como anzuelo lo que quiera de Ucrania. Y, depaso, dicen a la Unión Europea que, si quiere la seguridad de la OTAN, se la pague.
Un inciso. Respecto a esta exigencia crematística, mi amigo Enric Brancós me ha remitido una excelente nota, que transcribo íntegra: “Después de Bretton Woods, en 1944, cuando el dólar se convierte en divisa de referencia y, más aún, después de abandonar la convertibilidad a oro en 1971, el trato era que EE.UU. tenía la moneda imperial, pero la defensa imperial de esa moneda la pagaban ellos. Por eso utilizaban la máquina de imprimir billetes. Cada billete era para ellos, pero la inflación que esto generaba se repartía con los tenedores de dólares de todo el mundo (casi la mitad de los dólares en circulación). Ahora, Trump quiere mantener a toda costa el dólar como moneda de referencia, evitando que los Brics busquen sustitutivos, pero (también quiere) que parte de la defensa imperial de la moneda la paguemos sus aliados. Si Europa paga su parte de la defensa, quedará libre para apuntarse a otra moneda. Habría que dejárselo claro a Trump”. Y, añado yo, a este coste deberían sumarse, en su caso, los 200.000 millones de dólares que, según cálculos recientes, se embolsará la industria armamentista norteamericana gracias a los previstos encargos europeos para rearmar la OTAN.
3) Y los medrosos somos nosotros, los europeos de la UE. Dedicaré a este punto mi próximo artículo. Basta recordar ahora lo que dijo el anterior secretario de la OTAN (2014-2024), el noruego Jens Stoltenberg, a propósito de la guerra de Ucrania: “La OTAN no forma parte del conflicto ni lo hará; ayudamos a Ucrania a defenderse”. Es decir, sí, pero no. ¡Qué desvergüenza! ¡Qué cobardía!