El mundo se hunde y Donald Trump juega al golf. Las bolsas volvieron ayer a registrar importantes pérdidas castigando a los ricos y arruinando a los pobres, a causa de la receta de los aranceles que el inquilino de la Casa Blanca ha impuesto al planeta. El desastre se acelera como una bola de nieve montaña abajo y ni a un solo Nobel de DzԴdzí le parece que sea una medida sensata. Trump intenta calmar a los estadounidenses diciéndoles que las medicinas tardan un poco en hacer efecto. Es el mismo Trump que recomendó desinfectante contra la covid, aunque cuando enfermó fue tratado con anticuerpos monoclonales.

Mientras él pateaba las bolas en Mar-a-Lago este fin de semana, Elon Musk y una docena de senadores republicanos se mostraban contrarios a la política de aranceles, porque solo traerá inflación, desempleo y recesión. Hay que reconocerle a Trump que es bueno con los palos de golf (en el 2021 tenía un handicap de 2,5). Juega con ventaja, pues es el dueño de 18 campos de golf, once en su país (y uno en su propia casa de Palm Beach). Pero no parece tener los mismos aciertos en economía de acuerdo con su currículum, ya que se ha arruinado en varias ocasiones, aunque siempre ha salido a flote. A veces con malas artes o, si se prefiere, con pocos escrúpulos y escaso respeto a las leyes.
El mundo se hunde y Trump juega al golf, esperando que su medicina funcione
Mientras se nos funden los planes de pensiones, distrae ver en Movistar The apprentice, una magnífica película sobre el ascenso de Trump y el papel que desempeñó su abogado neoyorquino Roy Cohn, que destacó por trabajar con Joseph McCarthy durante los años de la caza de brujas.
La película ayuda a entender la visión de la vida y los negocios del presidente, a quien Cohn le ofrece las tres reglas para triunfar: atacar siempre, no admitir el error y cantar victoria incluso en las derrotas. El libro termina con el magnate contratando a un periodista para que le escriba su autobiografía, que tituló El arte de la negociación, en 1985. El negro es Toni Schwartz, que había publicado un artículo crítico pero que a Trump le pareció magnífico, hasta el punto de tenerlo enmarcado en su oficina. Trump asegura que es su libro favorito después de la Biblia. Schwartz dijo años más tarde que se equivocó: debió titularlo El sociópata.