Mucho se criticó que Trump nombrara secretario de Salud a Robert F. Kennedy jr. como pago por apoyarle antes de las elecciones. El sobrino de JFK e hijo de Bobby tenía fama de sostener ideas peculiares y conspiranoicas. El sector de la salud tembló y se ha visto que con razón. Diversas entidades sanitarias ya han pedido su dimisión.

Robert F. Kennedy Jr. con Trump en la campaña electoral
Kennedy ha dedicado años a los litigios medioambientales, culpando a la industria del petróleo y el carbón. Igualmente, cree que la industria alimentaria y la farmacéutica “envenenan” a la población por su uso de productos químicos. Sostiene que esas industrias han corrompido a la administración, a la agencia reguladora de los medicamentos y alimentos (FDA), por ejemplo. Eso, unido a las ideas políticas de la Administración Trump, explica que el departamento de Elon Musk echara a unos 10.000 empleados de organismos como la FDA, el Centro de Control de Enfermedades (CDC) y los Institutos Nacionales de Salud, recortando áreas como las de salud reproductiva o de patologías infecciosas.
El político quiere probar que el autismo es una epidemia causada por tóxicos y, pues, prevenible
Kennedy cree que las enfermedades infecciosas deben preocupar menos que las crónicas (cáncer, las cardiovasculares, respiratorias, diabetes, obesidad...), a las que considera auténticas epidemias. Es cierto que afectan a millones de personas y tienen un elevado coste sociosanitario. Y se le puede conceder que sobran aditivos en la industria alimentaria, que la sociedad se sobremedica y que se deben comer menos ultraprocesados y llevar una dieta más saludable.
Pero las ideas de Kennedy son extravagantes o carecen de base científica o van contra el consenso científico. Rechaza pasteurizar la leche, por ejemplo; dice que cruda inmuniza. Quiere sustituir los aceites vegetales por sebo (grasa animal). Afirma que no hay vacuna eficaz y segura por sus supuestos componentes tóxicos. Las ha relacionado con el aumento de alergias o de casos de autismo.
Ahora ha ordenado rebuscar en todas las bases de datos para estudiar los trastornos del espectro autista (TEA) como una epidemia “prevenible” -iniciada en 1989, dice-, por ser causada por “tóxicos ambientales”, según su punto de vista (cuando los especialistas creen que el TEA es en un 60%-90% de origen genético). Y todo, en unos meses, para septiembre.
Bienvenidos sean las investigaciones y los estudios y todo lo que pueda mejorar el tratamiento de cualquier dolencia, pero no dar palos de ciego para avalar a indocumentados y de paso empeorar la atención sanitaria de todo un país.