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El reloj de Pedro Sánchez

En política, el tiempo es un actor protagonista. Saber manejar los tiempos equivale a tener poder, y el presidente Pedro Sánchez ha hecho de la gestión del tiempo su mayor virtud estratégica y eso le ha permitido dominar el tablero político mientras el resto van a remolque.

En el ecuador de la legislatura, Sánchez ha evitado hasta ahora todas las embestidas que podrían haber dinamitado su Gobierno. No ha presentado ni un solo proyecto de presupuestos generales del Estado, lo cual, lejos de ser una debilidad, ha sido una forma inteligente de evitar negociaciones agónicas que habrían tenido un alto coste político y una derrota parlamentaria casi segura. Gobernar con presupuestos prorrogados es una señal de debilidad, pero es una buena salida para Sánchez y, con esto, a él le basta.

MADRID, 31/03/2025.-El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada al acto de apoyo a la universidad pública #{emoji}145;En defensa de una universidad de calidad, clave para el ascensor social#{emoji}146;, este lunes, en Madrid. EFE/ Juan Carlos Hidalgo

JUAN CARLOS HIDALGO / EFE

Y nada hace pensar que tenga demasiadas opciones de aprobar los del 2026 porque nadie le va a dar ese balón de oxígeno. Los 176 votos necesarios para sumar mayoría absoluta siguen dependiendo del precario equilibrio que forman los diputados del PSOE, de Sumar, de ERC, de Junts, de Bildu, del PNV, del BNG… y de Podemos, que no va a desaprovechar la oportunidad de revolcar a los socialistas para demostrar que ellos son la verdadera izquierda.

Sánchez lleva casi dos años de legislatura sin apenas un rasguño. ¿Cuál ha sido el coste político de esta resistencia táctica? El Partido Popular, con Alberto Núñez Feijóo, no ha logrado erosionar la figura de Sánchez de forma significativa y Vox, por su parte, sigue siendo una losa para las aspiraciones del PP de ocupar un espacio central y dialogante. A pesar del relato repetido­ desde los medios afines a la ­derecha y la ultraderecha, que presentan al presidente Sánchez como una mario­neta en manos de Puigdemont, esa ficción no ha calado del todo en una ciudadanía cada día más desconectada del ruido político. La realidad es que la oposición sigue sin conseguir transformar la fragilidad par­lamentaria del Gobierno en un desgaste real.

Mientras tanto, Sánchez ha gobernado a base de decretos ley, una herramienta legítima pero que evidencia la dificultad para tramitar leyes en un Congreso sin mayoría clara. Cada decreto que aprueba el Consejo de Ministros se acompaña de promesas y pactos políticos con los grupos que lo apoyan, pero casi siempre se trata de una zanahoria que parece dulce y próxima, pero nunca llega del todo.

Aumentará la tentación de los socios de Sánchez de hacerle perder votaciones simbólicas

Los acuerdos con Junts son un buen ejemplo de ello: se pactó la delegación de competencias en inmigración, pero no está nada claro que ese traspaso tenga apoyo suficiente en el Congreso para aprobarse, y se prometió conseguir la oficialidad del catalán en la Unión Europea, pero la iniciativa duerme en los despachos de Bruselas. Y eso que, en campaña, Junts había prometido no apoyar nunca al PSOE y luego, para justificar sus pactos con los socialistas dijeron que solo lo hacían porque cobraban por adelantado.

Con ERC, la historia es similar: pactaron la transferencia de los trenes de Rodalies, pero la resistencia de los maquinistas ha ralentizado el proceso hasta la exasperación y, quizás, la medida concreta más tangible ha sido la condonación de 20.000 millones de euros de deuda del FLA, que no es poca cosa. Mientras, la ley de Amnistía promovida por Junts y ERC, que fue moneda de cambio para la investidura, sigue atascada en el Tribunal Constitucional con los jueces del Supremo preparados para intentar bloquear su aplicación. En este escenario, el cronómetro sigue corriendo. Cada día ganado es un paso más hacia una posible ventana electoral. Y no sería extraño que Sánchez, llegado el momento, activara su recurso favorito: la sorpresa. Si las encuestas le dan una mínima oportunidad de consolidar apoyos, no dudará en adelantar elecciones para dejar a los adversarios descolocados.

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Porque a medida que se agote el reloj de la legislatura, aumentará la tentación de sus socios parlamentarios de hacerle perder votaciones simbólicas, lo que consolidaría una imagen de líder derrotado que hasta el momento está consiguiendo sortear.

Pedro Sánchez no gobierna con una mayoría. Gobierna con el tiempo. Y mientras otros se pierden en debates estériles, él sigue haciendo lo que mejor sabe: sobrevivir, ganar tiempo y marcar la agenda.

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