bet365

La vida profunda de las novelas

Lectores Expertos

El filósofoSchopenhauer consideraba que las obras nobles y elevadas tenían poca acción y mucho interior

Horizontal

¿Cómo debe ser escrita una buena novela?

Terceros

* El autor forma parte de la comunidad de lectores de bet365

“Una novela será tanto más elevada y noble cuanta más vida interior y cuanto menos exterior contenga”. Para refrendar esta sentencia, Schopenhauer citó el Tristam Shandy, La nueva Eloísa y el Wilhelm Meister, novelas en las que había muy poca acción y que él consideraba las manifestaciones más acabadas del género.

En la lista también incluyó El Quijote, pero previendo que cualquiera que lo hubiera leído podría citar decenas de acontecimientos (caídas, duelos con leones, descensos a grutas, encantamientos, manteadas, caballos voladores, etcétera), el filósofo aclaró que, en realidad, allí había ‘relativamente’ poca acción. Fue una salida audaz y puede uno darle la razón. Si bien es mucha la vida exterior que hay en sus páginas, su dimensión espiritual es considerablemente más extensa. En El Quijote bien pueden caber treinta o cuarenta biblias.

En tiempos posteriores a Schopenhauer se escribieron novelas a las que les casó perfectamente su postulado. En La montaña mágica basta que Hans Castorp se tienda en su chaise longue a leer o a mirar las estrellas para que luego corran decenas de páginas de especulaciones admirables sobre el surgimiento de la vida a partir de la materia inorgánica, o sobre los universos posibles en lo recóndito de los átomos del mismo Castorp.

En cuanto a En busca del tiempo perdido, la más portentosa memoria no podría recordar más de diez acontecimientos luego de la lectura de cuatro o cinco volúmenes de la obra. No podría recordarlos porque los pocos que hay están inundados por la permanente expansión sensorial y la pulsión ensayística del autor alrededor de cualquier cosa, de una pupila, de una cattleya o de la sospecha de una infidelidad.

Otras novelas de este mismo corte quizás sean La señora Dalloway o El lobo estepario. En la primera, Clarissa sale a comprar flores y en eso transcurre la vida; en la segunda basta que Haller se detenga frente a una tapia o frente a su vaso de vino para que los lectores veamos desenvolverse una importante extensión de su pensamiento y su alma… ¡el pensamiento y el alma de Hesse!

Vistos estos ejemplos, podría uno decir que sí, que la novela buena se teje sin acciones, pero un género literario no se deja definir fácilmente. Cien años de soledad está cuajada de acontecimientos, lo mismo que La plaza del Diamante o Todos nuestros ayeres. Cero disquisiciones, cero filosofía… toda su profundidad en la superficie, en lo que hacen los personajes o en lo que les sucede, en la manera en que hablan, en las transformaciones del mundo.

Tampoco a Guerra y paz le cuadraría la definición de Schopenhauer: está plagada de eventos. Es cierto que Tolstoi expuso en ella el cúmulo inabarcable de sus reflexiones, sus prolongadas interpretaciones sobre la guerra o sobre el alma de los individuos, pero ya los acontecimientos y la manera de desplegarlos habrían bastado para que la novela alcanzara toda su grandeza y su belleza. Lo que sucede, por sí mismo, es admirable: el intento de fuga de Natasha y su caída moral, la aventura de Pierre en el campo de batalla, la paciencia o la furia del general Kutúzov, los temblores de un condenado frente al pelotón de fusilamiento, el incendio de Moscú y, por supuesto, la sucesión de accidentes que van tejiendo el destino del príncipe Andrei Bolkonski.

Lo de Andrei Bolkonski fue como sigue. Luego del desencanto, de las culpas, del derrumbamiento de sus sueños de gloria, se enamora de Natasha Rostov y se compromete con ella. Respira un nuevo aire y se siente feliz (a pesar de su melancolía inmanente). Pero Natasha, en ausencia del novio, rompe el compromiso e intenta fugarse con Anatolio Kuraguin, un badulaque irreflexivo que solo ha querido jugar a conquistar a una joven hermosa, y que huye de Moscú al ver frustrados sus planes.

Bolkonski inicia entonces una travesía para encontrar a su rival y convocarlo a un duelo, para matarlo o hacerse matar por él. Ambos se han enlistado en el ejército; no es improbable que Bolkonski pueda alcanzarlo. Pero no lo alcanza, a pesar de ir siempre pisándole los talones. Entre tanto, Napoleón llega a las inmediaciones de Moscú. Bolkonski, al mando de un regimiento, debe hacerle frente al ejército francés. El día de la batalla de Borodinó, una granada le rasga el vientre y le rompe el hueso de la cadera.

En la tienda de operaciones, antes de perder el conocimiento por el dolor, Andrei Bolkonski ve cómo operan a un tártaro en la espalda, y cómo le cortan la pierna a un soldado, cuya cabeza le parece vagamente conocida. Al despertar, ya con la herida vendada, puede ver más claramente al joven de la pierna amputada. Lo ve llorar mientras le muestran el amasijo sanguinolento que le han quitado. Se trata de Anatolio Kuraguin. Al principio no entiende bien de qué se trata todo lo que sucede, pero luego puede comprenderlo:

“Ahora recordaba bien el lazo que le unía a aquel hombre que, a través de las lágrimas que arrasaban sus hinchados ojos, le miraba vagamente. El príncipe Andrei lo recordaba ahora todo: y la piedad y el amor hacia aquel hombre arrebataron jubilosamente su corazón [...] no pudo contenerse más, derramó dulces lágrimas de amor al prójimo, a sí mismo; y lloró también sus errores”.

No podremos saber si, de haber accedido a Guerra y paz, Schopenhauer habría corregido su sentencia sobre novelas nobles y elevadas, aquello de que estas tienen poca acción y mucha vida interior. Como fuera, quizás nosotros debamos convenir en que también la suma de numerosos acontecimientos puede generar un gran movimiento interno. Una novela puede tener mucha vida exterior y, después de cientos de páginas, ofrecernos alguna verdad subterránea.

Lee también

* Rodrigo Estrada es un escritor colombiano. Ha publicado tres libros de cuentos: El Mundo (2014), Episodios sobrenaturales (2016) y La vida que nos merecemos (2024). Trabaja como editor en la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC. Dirige la revista de danza y artes escénicas el cuerpoeSpín y el sello editorial emergente Biblioteca el Sol. Reside en la ciudad de Bogotá.

■ ¿CÓMO PUEDO PARTICIPAR EN LA COMUNIDAD DE LA VANGUARDIA?

¡ʲپ貹!

¿Quieres compartir tus conocimientos?

Si tienen interés en participar en Lectores Expertos pueden escribir un email a la dirección de correo de nuestra sección de ʲپ貹ó (participacion@lavanguardia.es) adjuntando sus datos biográficos y el texto que proponen para su publicación.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...