De manera pacífica y sin actos de violencia. Así se proclamó, el 14 de abril de 1931, la Segunda República en España después de la celebración de las elecciones municipales del 12 de abril, que provocaron la caída de la monarquía y obligaron al rey Alfonso XIII a exiliarse.
En realidad, Alfonso XIII contaba con que las elecciones le ayudarían a recuperar la confianza de la población después de las dictaduras de Primo de Rivera (1923-1930) y de Dámaso Berenguer (1930-1931), que habían afectado la estabilidad política del país. Así, las elecciones se convirtieron en un plebiscito sobre la monarquía: la población votaba a favor o en contra de seguir teniendo un rey.
Pero los resultados supusieron una gran derrota para la Corona, ya que los partidos monárquicos solo ganaron en 9 capitales de provincia: Ávila, Burgos, Cádiz, Lugo, Orense, Palma de Mallorca, Pamplona, Soria y Vitoria. En las otras 41 provincias, con Barcelona y Madrid a la cabeza, se impusieron los votos a favor de un sistema republicano.