Marta Pi Martín es doctora en antropología y actualmente colabora como investigadora en el Departamento de Antropología, Filosofía y Trabajo Social de la Universidad Rovira i Virgili. Sus últimas investigaciones se han enfocado en los cuidados comunitarios, el envejecimiento y el género, tres factores que casualmente convergen en un punto en común que le ha servido para desarrollar una investigación. Acaba de publicar (UBe), un libro donde examina la expansión de las coviviendas colaborativas sénior en España y reflexiona sobre sus beneficios y sus retos a partir de siete casos.
Este modelo cada vez está más extendido, aunque todavía está rodeada de interrogantes y dudas. Porque, exactamente, ¿qué es una covivienda colaborativa sénior? ¿Es accesible para todo el mundo? Y si es una alternativa real a las residencias, ¿por dónde empezar a informarse? Este espacio de convivencia genera cada vez más curiosidad y expectativas entre las personas mayores que quieren vivir la vejez de otra manera y que tienen claro que quieren decidir cómo se enfrentan a esta etapa de su vida.
La covivienda senior es una alternativa de vivienda para vivir la vejez que dispone de espacios privativos y comunitarios autogestionados
Comencemos por el principio. ¿Qué es la covivienda sénior?
Es una alternativa de vivienda para vivir la vejez que dispone de espacios privativos y comunitarios autogestionados y que están regidos por los cuidados y la convivencia como ejes centrales. Generalmente, la fórmula que adoptan estas coviviendas en nuestro territorio es la cooperativa de vivienda en cesión de uso, que se caracteriza por la propiedad colectiva y el derecho de uso. En el libro hablo de “hogares colaborativos”, que son comunidades autogestionadas tejidas a partir de redes de apoyo mutuo que promueven el equilibrio entre los espacios de cuidado comunitario y los espacios de intimidad.
A priori, ¿qué tiene de bueno o positivo para las personas mayores?
En parte, los proyectos que he analizado son como una respuesta innovadora a los problemas sociales vigentes para ir más allá de la economía de mercado y recrear vínculos sociales y prácticos entre las personas. Elegir la palabra “hogar” para hablar de los hogares colaborativos permite poner el énfasis en la dimensión de intimidad, confort, seguridad y calidez del concepto y no (sólo) en el elemento arquitectónico del término “vivienda”. El capital social es el protagonista, porque formar parte de estos hogares implica directamente colaborar con la comunidad. Hay una novela de Cecilia Ahern llamada Love, Rosie donde aparece la frase “el hogar no es un lugar, es un sentimiento” y creo que viene muy bien para entender esta alternativa para vivir la vejez.
Yo no diría que es una alternativa a la residencia, pero sí es una alternativa para vivir la vejez
¿Es una alternativa real a las residencias?
Yo no diría que es una alternativa a la residencia, pero sí es una alternativa para vivir la vejez. Pero no es dicotómico: posiblemente, si te decantas por una residencia es porque tienes unas necesidades que consideras que deberían quedar cubiertas por estas, mientras que si te decantas por un hogar colaborativo va más allá de la vivienda, va de cuidarse.
Vayamos por partes. ¿Cómo se empieza a crear este hogar comunitario?
Cada proyecto tiene una manera de hacer, pero normalmente se trata de crear un grupo —el grupo semilla— con las personas que quieren impulsar el proyecto. Mientras tanto, se empiezan a buscar posibles ubicaciones, ya que esto condiciona el tamaño y la estructura del grupo. Después hay que definirlo, obtener el terreno o edificio y disponer de la financiación. Si la fórmula establecida es la de cooperativa de vivienda en cesión de uso, también se formaliza mediante un contrato, con las cuotas, derechos y deberes y la posibilidad de transmisión para hacer efectivo el proceso de habitar el proyecto y todo lo que la convivencia comporta. Y por último, es necesario tener presente el cambio de personas usuarias, a las que, según la fórmula de cooperativa en cesión de uso, habrá que devolver el capital inicial aportado.

Interior de las viviendas del proyecto Walden XXI (renders, Som Habitat).
Las decisiones se toman por consenso, y depende del grupo establecer sus propios mecanismos de participación y mejora de la convivencia
¿Existen normas para la convivencia?
Sí. Las decisiones se toman por consenso, y depende del grupo establecer sus propios mecanismos de participación y mejora de la convivencia. A día de hoy, el camino hasta la convivencia es muy largo. Pasan años y en estos años los proyectos también aprovechan para profundizar en estas temáticas y encontrar las dinámicas que mejor les funcionan, a partir de la realización de talleres, formaciones o incluso elaborando guías propias de cómo deben darse estos mecanismos.
Pero hay personas muy recelosas de su intimidad. ¿Esto se tiene en cuenta?
Lo cierto es que hay mucho trabajo detrás para cuidarse y que todas las personas se sientan representadas. Hay espacios de comunicación donde poder manifestar qué quieren y cómo quieren hacerlo para que todas las voces tengan cabida. Habitar significa construir espacios y vínculos a partir de la implicación de las personas. En estos proyectos los límites entre los espacios pueden ser difusos, por eso pensar los espacios en la etapa formativa de los proyectos o en la de convivencia, en el caso de necesitar adaptaciones, implica poner el cuidado en el centro. Hay que entender el cuidado como eje vertebrador de la organización espacial y social de los hogares colaborativos.
En las coviviendas sénior se evidencia una mejora de la salud física, el bienestar y las conductas y hábitos saludables
¿Y ha notado diferencias entre cómo lo viven hombres y mujeres? Normalmente, son ellas las encargadas de los cuidados…
Cuando se habla de cuidado como sostenimiento de la vida, se entiende una visión amplia del cuidado que trasciende la necesidad de realizar ciertas acciones físicas y emocionales. En nuestra sociedad, la familia constituye la principal institución asistencial y las mujeres son las que tradicionalmente han asumido la responsabilidad de cuidar, con una distribución desigual de las responsabilidades de cuidado en la esfera doméstica. En los hogares colaborativos a menudo hay espacios donde poder manifestar ese malestar, y podríamos decir que existe una mayor concienciación colectiva sobre esta temática. De hecho, en muchos casos hay comisiones centradas en el trabajo de cuidados. Sin embargo, todavía hay dinámicas que también se reproducen.
¿Cuáles son los principales beneficios emocionales y sociales de la covivienda sénior?
Un concluye que se evidencia una mejora de la salud física, el bienestar y las conductas y hábitos saludables, que puede estar relacionada con la seguridad residencial y económica que ofrece este modelo. También habla de la mejora del “apoyo social” y dice que compartir recursos con la comunidad influye en la mejora del bienestar. En relación con la salud mental y emocional, se observa que se reduce el estrés, la ansiedad y la sensación de soledad. Todo ello promueve sentimientos de acompañamiento, seguridad, confianza, ilusión, felicidad o pertenencia y mejora su bienestar.
La motivación para vivir en estos proyectos es no ser una carga para los hijos, autogestionarse
¿La soledad es lo que más les asusta?
A menudo, cuando les he preguntado sus motivaciones para vivir en este tipo de proyectos, las respuestas son diversas: no querer ser una carga para sus hijos, querer autogestionar su vejez, no perder la libertad o decidir qué hacer con su vida hasta el final. Poder elegir.
También ha dicho que hay retos y cosas que mejorar.
Sí. Hace falta realizar una musculatura amplia y articular todos los proyectos para poder hacer presión y garantizar una participación más heterogénea, y actualmente ya se está haciendo. Una gestión pública y comunitaria podría mejorar su acceso y hay otras barreras a superar, como la sostenibilidad y la viabilidad del proyecto en una sociedad con un fuerte componente individualista, sobre todo en temas como la gestión de la dependencia. El modelo de cuidados en España recae sobre todo en las mujeres de las familias, pero en estos espacios las familias no están presentes en esta cotidianidad, y la covivienda senior, hasta el momento y con alguna excepción, no está reconocida dentro de la cartera de servicios sociales. Por lo tanto, los cuidados deben resolverse dentro de la propia comunidad, buscando soluciones que garanticen la sostenibilidad económica y grupal, por ejemplo, externalizándolas. Y esto no significa negarse a la responsabilidad de cuidar, sino hacerlo dignamente con las líneas rojas que marquen los propios residentes.
¿Cómo? Pongamos por caso que hay personas que requieren de cuidados especiales.
Por ejemplo, las enfermedades neurodegenerativas suelen ser las más complejas de abordar y las que tienen más limitaciones. Te pongo un ejemplo. Vanesa, de 75 años y que reside en un hogar colaborativo, me decía lo siguiente: “Si estás con fiebre, que tengas un caldito, si es eso lo que te apetece, o si tienes tanta fiebre que no te puedes hacer una tortilla a la francesa, que alguien te la pueda hacer [...] Pero otra cosa es cuando tú tienes algo más serio, porque una cosa es llevarte un caldito y otra es lavarte el culo. Claro, cuando la necesidad es mayor y hay que lavarte el culo, entonces vamos a hablar de profesionales. Ni yo, ni mi vecino, ni nadie, ni posiblemente a quien se le tenga que lavar el culo, querrá que lo haga yo, ni yo querré hacérselo a él”.
Entonces, siempre se externalizan.
Depende del proyecto, y también hay muchos detalles a tener en cuenta, como si están o no reconocidos como residencia. A menudo lo que hacen es contratar al personal profesional que requieran para resolver estas necesidades de cuidados, y en los casos analizados, lo que hacen es repartir los gastos de estos cuidados entre la totalidad del grupo, independientemente de que sean beneficiarios directos de ello o no. Hay proyectos donde la totalidad del gasto lo asume el grupo de forma equitativa, y otros donde un porcentaje mayor al 50% lo asume el grupo y el resto la persona que requiere estos cuidados.
la covivienda sénior todavía no es accesible para todo el mundo, aunque con el apoyo institucional lo será más
¿Qué perfiles de personas suelen optar a este modelo?
Suelen ser personas blancas, con un nivel educativo medio o alto y de clase media. Los grupos étnicos o colectivos con bajos recursos tienden a estar excluidos, ya sea por las dificultades económicas que en algunos casos puede suponer acceso o por preferencias personales.
Entonces, no es accesible para todo el mundo.
No, a día de hoy no lo es. En los últimos años se están dando muchos cambios, pero todavía queda mucho camino por recorrer. Hay entidades que están trabajando mucho, y en algunos proyectos de carácter intergeneracional sí se ha garantizado la accesibilidad a personas con menos recursos. Pero de momento, la covivienda sénior todavía no es accesible para todo el mundo, aunque con el apoyo institucional será más accesible.
¿Existe ese apoyo institucional?
Cada vez hay más, pero se necesita más. Se realizó el anteproyecto de ley, aprobado por el Consejo de Ministros, y ahora ha pasado al Congreso de Diputados, donde se recoge el cohousing como alternativa e incluye que el servicio de atención domiciliaria pueda llevarse a cabo en estos espacios. Es decir, que pueda haber prestaciones vinculadas y realizar contrataciones de personal.
¿En qué momento está España en relación a la covivienda senior?
Está en un momento incipiente, pero se encuentra en el camino para ir haciéndolo posible. El aprendizaje colectivo también es una herramienta que permite a futuros proyectos saber qué se ha hecho y cómo empezar a caminar para hacer realidad esta alternativa. El primer ejemplo de hogares colaborativos en España fue Los Milagros-Santa Clara (Málaga), cuya cooperativa se creó en 1992 y la convivencia arrancó el año 2000. Son 105 socios y residen permanentemente 66 personas, 56 de ellas mujeres. Tienen 76 apartamentos y disponen de 5 habitaciones acondicionadas para personas enfermas, además de instalaciones como salas de reuniones, biblioteca, huerto, peluquería, capilla, gimnasio, piscina o jardín. También servicios comunitarios, como médico, fisioterapeuta, limpieza o servicio de lavandería. Por poner otros ejemplos, La Muralleta (Tarragona), Trabensol (Madrid) o Walden XXI (Sant Feliu de Guixols, Girona).
Son proyectos llevados a cabo por las propias personas mayores y son ellas las que deciden todo el proceso
A largo plazo, ¿es posible que este modelo se convierta en una alternativa real y accesible para todo el mundo?
Hay que tener en cuenta que es una alternativa, pero no la única. Los hogares colaborativos suponen un cambio de paradigma, una salida al relato del colapso desde lo común, sin adornos, con constancia, con conflictos. Pero, sobre todo, con consensos.
El edadismo y el estigma hacia la gente mayor es una realidad, desgraciadamente. ¿Cree que la sociedad está preparada para este tipo de iniciativas?
Al final sería edadista no estarlo. Son proyectos llevados a cabo por las propias personas mayores y son ellas las que deciden todo el proceso. Solo hace falta, como sociedad, trabajar para acercarlo a todos los colectivos y que pueda ser una alternativa a elegir para cualquier persona que se lo plantee.