Las tensiones diplomáticas en la región ártica, las amenazas de Donald Trump a la soberanía de Groenlandia y el nuevo orden internacional han puesto en alerta a Islandia, un territorio que desde la Segunda Guerra Mundial tiene un gran valor geoestratégico. Con el estrecho de Dinamarca al noroeste y el mar de Noruega al este, las aguas que rodean la isla son una puerta de acceso al mar de Barents, primordial para las fuerzas navales rusas y, al mismo tiempo, clave para el futuro del transporte entre Europa y China. En medio de la pugna entre tres superpotencias nucleares –Estados Unidos, Rusia y China– por reforzar su posición militar y comercial en el Ártico, Islandia observa de reojo a Groenlandia, mientras replantea sus alianzas internacionales y su modelo de defensa.
La ministra de Exteriores islandesa, Þorgerður Katrín Gunnarsdóttir, trabaja actualmente en la reformulación de las políticas de seguridad del país, condicionadas por el hecho de que Islandia no tiene ejército y por la vigencia del acuerdo bilateral de defensa con Estados Unidos, que data de 1951. “La necesidad de fortalecer la seguridad y la defensa es urgente. Debemos asegurar que el conocimiento, las capacidades y las infraestructuras necesarias están en su lugar para garantizar la seguridad de Islandia, en colaboración con nuestros aliados”, dijo Gunnarsdóttir hace pocas semanas en la presentación de su nuevo plan, que incluye como medidas inmediatas el refuerzo de la ciberseguridad, la puesta en marcha de un submarino no tripulado para la vigilancia de cables submarinos y la compra de equipamiento para detectar drones ilegales.
Nueva política
Tras más de una década de gobiernos aislacionistas, el nuevo Ejecutivo es partidario de sumarse a la UE
La novedad para Islandia en el nuevo tablero internacional es que los desafíos ya no provienen solo del este. “Nos haremos con Groenlandia. Sí, cien por cien”, afirmaba Donald Trump a finales de marzo. Comentarios como este inquietan a Reikiavik y han empujado al país hacia una decidida apuesta de acercamiento a Europa. Tras once años de gobiernos de tendencia aislacionista, la nueva coalición que gobierna Islandia desde diciembre (formada por socialdemócratas, liberales y populistas de centro) es mayoritariamente favorable a que la nación se convierta en el vigésimo octavo Estado miembro de la UE.
El Gobierno se ha comprometido a organizar un referéndum entre el 2026 y el 2027 para consultar a los islandeses si desean continuar las negociaciones –interrumpidas en el 2013– para sumarse al proyecto europeo. La última encuesta de Gallup, publicada a principios de mes, muestra que el 44% de los islandeses quiere adherirse a la UE, mientras que un 36% está en contra, y el 20% restante no tiene una opinión formada. Estas cifras muestran un cambio profundo en la percepción de la población islandesa respecto a la UE: hace tan solo quince años, el 59% de los islandeses se oponía a formar parte de ella.
Dagur Eggertsson, diputado socialdemócrata nacional, jefe de la delegación islandesa en la asamblea parlamentaria de la OTAN y exalcalde de Reikiavik, ha sido una de las voces más críticas con la Administración estadounidense y las amenazas contra Groenlandia. En un artículo publicado en el digital local í , Eggertsson advertía a los islandeses de los peligros de la ofensiva proveniente de Washington. “Las declaraciones del presidente de Estados Unidos durante sus primeras semanas en el cargo dejan una gran incógnita sobre su respeto hacia la legislación internacional, la soberanía y las normas tradicionales en las relaciones entre estados. Estos fundamentos en las relaciones internacionales son extremadamente importantes, más aún para estados pequeños como Islandia”, escribía Eggertsson.
Giro en Washington
Estados Unidos, el gran aliado histórico de la Islandia moderna, genera dudas desde la llegada de Trump
La estrategia de presión de la Administración Trump dirigida a los partidos y ciudadanos groenlandeses también ha resonado en el Consejo Nórdico, una asamblea de representantes de Dinamarca, Noruega, Finlandia, Suecia e Islandia, en la que también tienen voz Groenlandia, las islas Feroe y las islas Åland. “La democracia, el Estado de derecho y los derechos humanos son valores fundamentales del Consejo Nórdico. Groenlandia es una parte importante de la región y de la cooperación nórdica, y el Consejo Nórdico expresa un enérgico apoyo a las declaraciones de los líderes de los gobiernos de Groenlandia, Dinamarca y otros países nórdicos sobre el hecho de que la toma de decisiones sobre el futuro de Groenlandia debe recaer en el pueblo groenlandés”, expresó la presidenta de la institución, Heléne Björklund, a raíz de los comentarios de Trump en los que no descartaba la vía militar para hacerse con Groenlandia.
El flirteo entre los gobiernos de Trump y Vladímir Putin ha trastocado el estado de las cosas en Islandia. El acercamiento entre Washington y Moscú ha dejado al país expuesto en primera línea a un movimiento diplomático de pinza que empuja indefectiblemente a los islandeses hacia Europa. Estados Unidos, el gran aliado histórico de la Islandia moderna, genera dudas. Nunca Reikiavik había estado tan cerca de Bruselas. Pero no se trata solo de una cuestión estratégica en términos de defensa; es también una cuestión ideológica. Lo resume así Eggertsson: “Europa defiende los derechos humanos, la paz, la libertad y el derecho internacional, tal como lo hacemos nosotros. Islandia necesita aliados cercanos y en los que pueda confiar, y un lugar en la mesa donde se determine la dirección del futuro. Esos aliados son los países europeos”.