Los Jordis tenemos la inmensa suerte de celebrar nuestro santo en un día excepcional. Ayer también lo volvió a ser. En las calles de la mayoría de las ciudades catalanas había un civismo y se respiraba una atmósfera de positivismo que no era la habitual. Como marca la tradición, había que comprar y regalar rosas a las personas estimadas y badar (la traducción al castellano de distraerse no hace justicia al verbo) por los puestos de libros para rebuscar algún libro para regalar o autorregalarse. (En este ambiente idílico hay que destacar la excepción de todas aquellas personas que ayer tuvieron que utilizar el vehículo privado en la ciudad de Barcelona. Mejor que se abstengan de emitir su opinión.)

Familias mirando libros en un puesto de Sant Jordi en Girona
A los amigos de los récords les gustará saber que ayer se vendieron más rosas que nunca en Catalunya (más de siete millones) y seguramente más libros. También hubo el mayor número de puestos callejeros para su venta, superando la cifra prepandémica del 2019.
En lo que ya es una tradición, las emisoras de radio improvisaban sus estudios en plena calle contagiadas por la marabunta ciudadana. Nuestra cadena hermana, RAC1, lo hacía, y es justo reconocerlo, con la impresionante cifra lograda en el último EGM de más de un millón de oyentes diarios. Bonita cifra alcanzada el año en que se cumplen 25 años de su existencia.
Los escritores de otras latitudes o turistas despistados que paseaban ayer por Barcelona descubrían este ambiente inédito en cualquier otra ciudad. ¿Dónde alguien iba a encontrar cerca de 400 casetas repletas de libros y distribuidas por las calles más céntricas de la ciudad? ¿Dónde se respira este clima festivo y alegre sin tensiones de ningún tipo? La imagen que se proyecta de Barcelona durante el considerado “el mejor día del año” es la que nos gustaría ofrecer al mundo los otros 364 días.
Los problemas de vivienda, pobreza, discriminación o seguridad que padecen muchos ciudadanos quedaron ayer en un segundo plano. Porque, por desgracia, una cosa es cómo nos gustaría ser y otra, que suele ser diferente, es cómo somos en realidad. Al menos durante un día, está bien que nos dejemos contagiar por este ambiente de felicidad.