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El saludo inventado

Los regímenes de los años treinta

La historia manipulada de una tradición inventada

‘El juramento de los Horacios’, Jacques-Louis David, 1784. Musée du Louvre.

‘El juramento de los Horacios” (1784), de Jacques-Louis David, ha sido erróneamente interpretada como un antecedente del saludo romano. Se conserva en el Museo del Louvre

DeAgostini/Getty Images

Elon Musk y Steve Bannon, autoproclamados expertos en historia clásica, tendrán que admitir la realidad: el llamado saludo romano no era romano y, tal vez, ni siquiera era un saludo. En definitiva, todos esos brazos en alto tienen un único antepasado claro: los regímenes de los años treinta.

El historiador alemán Martin Winkler ha buscado rastros de este supuesto legado de la cultura clásica en todos los ámbitos: literatura, escultura e incluso numismática. Resultado: nada.

Entonces, ¿cómo llegó este gesto a convertirse en un símbolo del fascismo, exportado por Mussolini y después adoptado—con variantes nacionales—por dictadores como Adolf Hitler? El fundador del fascismo basó su régimen en la idea de que era el legítimo heredero de la Roma republicana e imperial. Y la legitimación llegaba a través de los símbolos.

Las tradiciones inventadas suelen ser una respuesta elaborada a tiempos de crisis, a épocas de rápido cambio social, a la necesidad de afrontar nuevas situaciones

Eric H. HobsbawmHistoriador

Como explica el historiador Eric H. Hobsbawm en su ensayo La invención de la tradición: “Las tradiciones inventadas suelen ser una respuesta elaborada a tiempos de crisis, a épocas de rápido cambio social, a la necesidad de afrontar nuevas situaciones; la referencia al pasado sirve entonces para otorgarse a sí mismas una forma de legitimidad”. Y el caso del saludo romano es un ejemplo perfecto de ello.

Mussolini no fue ni siquiera el verdadero “inventor de la tradición”. Antes que él, el poeta soldado Gabriele D’Annunzio había introducido un gesto similar entre sus legionarios durante la ocupación de Fiume en 1919, una empresa ilegal de gran impacto simbólico. Durante aquella ocupación de la actual Rijeka, D’Annunzio y sus seguidores desarrollaron una serie de rituales políticos y gestos simbólicos, entre ellos el saludo con el brazo extendido. Este gesto formaba parte de un repertorio más amplio de liturgias patrióticas y revolucionarias, inspiradas tanto en la estética clásica como en la teatralidad del propio D’Annunzio.

Según Winkler, la creencia de que en la antigua Roma se saludaba con el brazo derecho extendido hacia arriba o paralelo al suelo se consolidó en tiempos modernos, en particular desde finales del siglo XVIII. Historiadores como Winkler sostienen que el mito tiene su origen en pinturas neoclásicas como El juramento de los Horacios de Jacques-Louis David (1784) o Ave César! Morituri te salutant de Jean-Léon Gérôme (1859), que reinterpretaron con gran libertad escenas y figuras de la antigua Roma.

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Sin embargo, “el gesto de levantar la mano derecha o extender el brazo sí existía en la cultura romana, pero con significados distintos”. En la antigüedad, alzar la mano derecha era un símbolo de honor, fidelidad, amistad y lealtad, escribió el historiador Luca Andriola.

En Italia, la historia siempre toma un giro cómico: “¿Pero qué fascismo? ¡Es una cuestión de higiene!” En 2020, entre las nuevas costumbres impuestas por la pandemia estaba la de evitar el apretón de manos, e Ignazio La Russa, actual presidente del Senado italiano y nostálgico confeso del régimen, encontró una solución peculiar: “Para evitar contagios, hagan el saludo romano”. La izquierda se indignó mucho, pero aún no había visto a Musk.

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