Intrigada por cómo un daño en el cerebro puede transformar la personalidad, la psiquiatra Patricia Gracia García, decidió dedicarse a entender los procesos emocionales y conductuales que acompañan estas transformaciones y cómo afectaban tanto a la persona como a su entorno. Esta zaragozana lleva más de 15 años consagrada a la salud mental. Tras especializarse en psiquiatría, amplió su formación en neuropsiquiatría en el hospital John Hopkins (EEUU) y neuropsicología clínica en la Universidad Pablo Olavide, centrando sus trabajos de investigación en el estudio de la asociación entre síntomas psiquiátricos y la demencia
Fruto de este aprendizaje y de su práctica clínica, desde 2017, en el hospital Universitario Miguel Servet (Zaragoza) ha surgido ¿Qué le pasa a mi madre? Guía estratégica para cuidadores de personas con demencia (ed. Hakabooks), un libro que combina rigor y empatía para ofrecer respuestas concretas y herramientas prácticas a quienes enfrentan el duro reto de convivir y cuidar de un ser querido con demencia.
La idea surgió de una carencia del sistema médico en su enfoque hacia las personas con demencia: “suele ser demasiado generalizado, casi como si no hubiera nada más que hacer”, comenta la doctora. A menudo, los cambios de conducta se diagnostican apresuradamente, se medican sin una evaluación integral ni investigar a fondo las causas subyacentes, y la falta de tiempo en consulta deja a las familias sin la orientación que tanto necesitan. Este libro se propone cubrir esa laguna. "Entender la demencia y hacer pequeños cambios puede marcar una gran diferencia en el bienestar y la convivencia”. Hablamos de ello.
Empecemos por el principio. ¿Cuál es el vínculo entre la demencia y la psiquiatría?
La demencia se define como un deterioro progresivo y sostenido de las funciones cognitivas de una persona, acompañado de una pérdida de funcionalidad, limitando las actividades cotidianas que antes realizaba con normalidad y autonomía. Aunque la pérdida de memoria es un síntoma clave en el Alzheimer, no siempre es el primero ni el más relevante en otros tipos de demencia. También pueden aparecer síntomas psiquiátricos como apatía, depresión, irritabilidad, alucinaciones o delirios que pueden aparecer, incluso, antes de que el deterioro cognitivo sea evidente. Aunque estos síntomas no son suficientes por sí solos para dictaminar una demencia, las definiciones actuales ya incluyen los cambios en la personalidad o conducta como uno de los criterios posibles dentro del diagnóstico de demencia.
Pueden aparecer síntomas psiquiátricos como apatía, depresión, irritabilidad, alucinaciones o delirios que pueden aparecer, incluso, antes de que el deterioro cognitivo sea evidente
El primer paso para actuar es entender la demencia, pero esta se manifiesta de formas diferentes…
El alzheimer es la más frecuente. Es una enfermedad neurodegenerativa que afecta las áreas cerebrales responsables de la memoria, que se va perdiendo debido a la incapacidad de almacenar información, lo que genera olvidos e incluso recuerdos falsos. En cambio, en la demencia con cuerpos de Lewy, que afecta a otras regiones del cerebro, presenta síntomas motores similares a los de parkinson, como el temblor y la rigidez, una mayor sensibilidad a los medicamentos antipsicóticos, o la aparición de alucinaciones visuales y falsas percepciones.
¿Qué otros tipos de demencias existen?
La demencia frontotemporal, más conocida por el caso de Bruce Willis, afecta sobre todo a la parte del cerebro que regula nuestra conducta, provocando cambios de personalidad, en el control de impulsos o comportamientos inadecuados, que a veces se confunden con trastornos psiquiátricos, y que pueden aparecer incluso antes de lo problemas cognitivos o pérdida de memoria. También existen demencias provocadas por daño vascular, que afecta pequeñas arterias y puede pasar desapercibido; puede influir en el procesamiento de la información y manifestarse como apatía, falta de iniciativa o dificultades para planificar tareas cotidianas más que una pérdida de memoria evidente.
Recuerdo el caso de una señora que creía que su vecino tenía cámaras instaladas en toda su casa. Para estos pacientes, estas percepciones son totalmente reales
¿Las alucinaciones son solo un problema psiquiátrico o tienen relación también con la demencia?
Muchas veces, las personas con demencia dejan de reconocer a familiares, que los perciben como extraños, o su propia casa. Es importante entender que esto no es una alucinación en sentido estricto, sino una confusión relacionada con la capacidad de reconocimiento. En la demencia con cuerpos de Lewy son frecuentes las alucinaciones visuales: pueden ver animales o personas inexistentes y reaccionan en consecuencia, como defenderse si se sienten atacados; y también existen alucinaciones auditivas, como escuchar voces o sonidos que no provienen de un estímulo real.
También aparece el delirio, en algunos casos, o la paranoia…
El delirio, en cambio, es una explicación racional que la persona busca para entender algo que no puede explicar. Por ejemplo, si no encuentran un objeto, pueden creer que alguien lo ha robado, creando una historia que dé sentido a la situación. También puede suceder que la persona se sienta vigilada. Recuerdo el caso de una señora que creía que su vecino tenía cámaras instaladas en toda su casa. Para estos pacientes, estas percepciones son totalmente reales y extremadamente estresantes, agravando aún más su sufrimiento. Estas creencias son firmes y no responden al razonamiento, lo que dificulta convencerlos de su equivocación.

A menudo, los familiares se enfocan en alimentarlos o asearlos, pero dejan de involucrarlos en conversaciones y decisiones, lo que puede hacerles sentir excluidos.
Uno de los errores frecuentes del entorno de una persona con demencia es intentar razonar con ella para sacarla de su error, esto solo aumenta su ansiedad
Una vez que se conoce el diagnóstico, ¿qué hacer?
Estas situaciones suelen generar tensiones, ya que en muchos casos los familiares, con buena intención, intentan tomar el control total de la vida de la persona afectada desde el primer momento, incluso cuando ella aún es capaz de gestionar algunos aspectos, lo que genera frustración y resistencia, así como sentimientos de impotencia y aislamiento. En algunos casos, se deben tomar medidas de seguridad, aunque la persona no esté de acuerdo, pero siempre buscando un equilibrio, que no es fácil, entre protección y respeto por su autonomía. La clave es adaptarse a sus capacidades, ofreciendo ayuda de manera gradual y respetando su dignidad.
¿Cuáles son los principales errores en los que suele caer el entorno de una persona con demencia?
Uno frecuente es intentar razonar con ellos para sacarlos de su error. Pero si están convencidos de algo, como que su vecino les ha robado, insistir en su equivocación solo aumenta su ansiedad. Al no ser conscientes de su enfermedad, es difícil que acepten la situación. También es habitual sobreprotegerles, anulando su autonomía incluso en tareas que aún pueden hacer.
A menudo, los familiares se enfocan en alimentarlos o asearlos, pero dejan de involucrarlos en conversaciones y decisiones, lo que puede hacerles sentir excluidos
¿Qué otros errores se dan?
Es bastante común centrarse solo en los cuidados básicos, olvidando que, más allá de la enfermedad, sigue habiendo una persona con necesidades emocionales. A menudo, los familiares se enfocan en alimentarlos o asearlos, pero dejan de involucrarlos en conversaciones y decisiones, lo que puede hacerles sentir excluidos y afectar su calidad de vida. Es fundamental mantener una comunicación clara, sin ignorarlos ni hablar de ellos como si no estuvieran presentes. Otro error es intentar que recuerden algo cuando su memoria ya no funciona igual. Aunque la intención sea buena, insistir en preguntar solo genera frustración y ansiedad; es mejor brindarles apoyo emocional, sin forzarles a recordar.
¿Pero cómo se puede concretar ese apoyo?
Es importante acompañarlos y no sustituirlos, entendiendo que muchas de sus conductas son intentos de adaptarse a un mundo que ya no reconocen del todo. El apoyo debe ser siempre flexible y adaptado a cada caso. No se trata de hacer todo por ellos, sino facilitarles lo que necesiten sin anular su independencia.
Lo más eficaz no es contradecirla, sino ofrecer seguridad. Es importante no invalidar su percepción
Pongamos ejemplos…
Por ejemplo, cuando surgen dificultades con tareas complejas como cocinar, se puede ayudar en aspectos puntuales, como hacer la lista de la compra o acompañarlos a realizar el pago en la tienda. Si la persona tiene problemas con el manejo del dinero, una opción es darle una cantidad razonable para que se sienta autónoma, sin exponerse a riesgos de llevar grandes sumas de dinero. En la cocina, si hay un riesgo de que deje el fuego encendido, se puede permitir que participe bajo supervisión e involucrarla en otras actividades, como ayudar a lavar los platos, recoger o preparar ingredientes. Mantenerla activa en la vida cotidiana refuerza su autoestima y sentido de utilidad, y en vez de señalar sus errores y corregirla, es mejor centrarse en lo que aún puede hacer.
¿Y cuando aparecen las confusiones o los delirios?
Lo más eficaz no es contradecirla, sino ofrecer seguridad con frases como ‘No te preocupes, estoy aquí contigo y no dejaré que pase nada’. Es importante no reforzar su miedo o su confusión, ni invalidar su percepción. Además, hay que ser conscientes de qué conductas realmente implican un riesgo y cuáles no. Por ejemplo, si camina sin rumbo por la casa, pero sin peligro, es preferible dejar que siga su rutina en lugar de tratar de frenarla innecesariamente.
Lo ideal es encontrar un balance entre las tareas cotidianas y las actividades que refuercen un sentido de propósito y conexión con los demás
¿Es cierto que las rutinas son esenciales para las personas con demencia?
Totalmente. Son fundamentales, ya que les proporcionan una estructura que guía sus actividades diarias y reduce su ansiedad, manteniéndolas ocupadas y estimuladas tanto a nivel cognitivo como afectivo. Sin embargo, deben adaptarse a sus capacidades actuales, deben tener sentido para la persona y estar alineadas con sus intereses previos. Forzar tareas irrelevantes o poco motivadoras solo genera frustración. Además, combinar estas rutinas con actividades de estimulación cognitiva en grupos o con profesionales puede potenciar habilidades compensatorias, mientras que fomentar la interacción social contribuye a su bienestar emocional. Lo ideal es encontrar un balance entre las tareas cotidianas y las actividades que refuercen un sentido de propósito y conexión con los demás.
Sin embargo, hay ciertas situaciones y conductas que terminan generando una escalada de tensión…
Manejar situaciones difíciles con una persona con demencia requiere paciencia, flexibilidad y empatía. Es natural que la familia se sienta desbordada, pero hay que recordar que la persona no actúa con mala intención, sino desde su propia confusión y carece de las herramientas cognitivas para comprender todo lo que sucede.
Lo mejor es evitar la confrontación. Adoptar un tono de disculpa y comprensión suele ser más efectivo para evitar una escalada de tensión
¿Cómo se debe actuar, por ejemplo, ante la agresividad o la resistencia?
Si se muestran agresivos o nos acusan de algo, discutir solo aumenta su ansiedad e irritabilidad. Lo mejor es evitar la confrontación. Adoptar un tono de disculpa y comprensión suele ser más efectivo para evitar una escalada de tensión. Del mismo modo, si se resiste a una actividad, como ducharse, forzarla solo aumentará su rechazo. En estos casos, es preferible esperar y probar en otro momento, cuando esté más receptiva. Esperar y volver a intentarlo más tarde suele dar mejores resultados.
La paciencia es clave…
Hay que intentar adaptarse a sus tiempos y emociones, sin imponer el ritmo propio. Es verdad que no es fácil, porque muchas veces el estrés del cuidador, la falta de tiempo o la presión por cumplir con otras responsabilidades hacen que la convivencia sea aún más complicada. Pero el apresuramiento puede empeorar la situación. Las intenciones de cuidar y proteger, si no se manejan bien, pueden ser perjudiciales. Pequeños cambios en la comunicación y el enfoque pueden hacer que la convivencia sea más llevadera para todos.
Aceptar la demencia es un proceso dinámico y complejo
Si la demencia no tiene cura, ¿hasta qué punto es importante tener un diagnóstico precoz?
Un diagnóstico precoz no detiene la enfermedad, ya que actualmente no existen tratamientos preventivos definitivos, pero ayuda a entender los cambios, evitar malentendidos, conflictos o culpas, así como planificar apoyos futuros, involucrando al paciente mientras sea posible. La demencia es un proceso en continuo cambio, y justo cuando las familias y los pacientes se adaptan a una fase, pueden surgir nuevos retos. Por eso, un diagnóstico temprano permite enfocarse en el presente y valorar o aprovechar los momentos de estabilidad para fortalecer el bienestar del paciente y de su entorno. Aceptar la demencia es un proceso dinámico y complejo, en el que tanto pacientes como familiares, necesitan transitar a su propio ritmo.
Pero llega un momento en que la enfermedad avanza y es difícil asumir su cuidado.
En efecto, llega un momento en que el cuidado en casa puede volverse insostenible, tanto por la exigencia física y emocional como por la falta de recursos especializados. En estos casos, las residencias pueden ser una opción beneficiosa. A pesar de los prejuicios y estigmas, con un añadido complejo de culpa por parte de los familiares, institucionalizar al paciente no significa abandono, sino darle un entorno donde pueden estar acompañados, estimulados y cuidados profesionalmente. Es una decisión difícil, pero puede ser mejor que mantener a la persona en casa con cuidadores externos, sobre todo si el aislamiento o la falta de supervisión son problemáticos. La clave está en priorizar siempre el bienestar del paciente y el equilibrio de sus cuidadores.