Esta es la 36a entrega de ‘Después de los 60’, la sección de testimonios sénior donde recogemos experiencias vitales en esta etapa de la vida. Nos puedes hacer llegar tu historia a seniors@lavanguardia.es.
Teresa Sánchez Romero pasó gran parte de su vida dedicándose a los demás y descuidando sus propias inquietudes, hija de una generación de mujeres volcadas en la casa y los hijos. Pero cuando bordeaba la sesentena apretó el acelerador y ya nunca más pisó los frenos. Fue a esa edad que empezó a escribir y descubrió que necesitaba sacar todo lo que siempre tuvo dentro, expresando por medio de la escritura todo lo que guardaba en su imaginación. Ahora ya tiene 81, varias novelas publicadas y, dice, muchas ideas para seguir desarrollando en forma de libros.
Su primer contacto con la escritura fue con los relatos, que le dieron el empujón para asistir al círculo de lectores de la biblioteca pública. Al ver que tenían buena acogida, no desistió en su tarea, pero no fue hasta que la premiaron por uno de sus textos que se dio cuenta que escribir estaba hecho para ella. “Para mí empezó una nueva y maravillosa etapa que me devolvió la ilusión de seguir soñando”, explica Teresa.
Me casé con 24 años y lo dejé todo para dedicarme a mis hijas; escribir me devolvió la ilusión de seguir soñando
Así, decidió contar la historia de Extremadura con el relato Sinfonía de color, que se publicó dos veces en El Periódico de Extremadura, se apuntó a un taller de escritura creativa en la Universidad Popular del Ayuntamiento de Cáceres —un espacio de educación ciudadana del municipio— y le publicaron sus relatos en el libro de honor del centro. A partir de ahí, fue un no parar: empezó con dos libros de relatos cortos —Misterios al borde del abismo y Misterios dentro del abismo— y se lanzó a escribir su primera novela bajo el título Todo comenzó en Mielec, de casi 700 páginas y que autoeditó con la editorial Círculo Rojo. Y la siguieron muchas más.
Sobre por qué no empezó antes a darle rienda suelta a su narrativa, Teresa lo tiene claro. “Me casé con 24 años y lo dejé todo porque me dediqué a mis hijas”, cuenta, ya que ganó unas oposiciones en Telefónica y no continuó para poder dedicarse a ser madre. Lo que sí hizo fue aprovechar los estudios de sus hijas para empaparse de conocimiento ella también, y se sentaba con ellas a enseñarles Historia. “En el colegio me preguntaban que por qué mis hijas contaban la historia como si fuera un cuento”, ríe esta cacereña.
De pequeña iba al cine y cuando llegaba a casa me hacía un guion de la película y la interpretaba con mis amigas
Porque, haciendo memoria, Teresa también recuerda que esta pasión de crear universos y contar lo que pasaba ya la tenía de niña, cuando se pasaba los domingos con sus amigas disfrazándose y haciendo películas. “Iba al cine y cuando llegaba a casa me hacía un guion de la película y la interpretábamos”, explica. Esta manera de ver el mundo también lo desarrolla en Los relatos de Teresa, su propio blog, que ya cuenta con unas 90.000 visitas.
Haciendo una pequeña radiografía de su momento vital, confiesa que su entorno está encantado, que sus hijas están pendientes para que pueda darle rienda suelta a su pasión y que ha recibido la ayuda de profesores, incluso del historiador Santos Benítez Floriano, Cronista Oficial de la Ciudad de Cáceres. A Teresa le gusta escribir sobre historia y se inspira en las cosas que suceden a su alrededor. De ahí, por ejemplo, nacieron dos novelas más —Un agente llamado Scott y El alma del universo—, la última de ellas escrita en solo una semana, y también ha publicado Jazmín.
Me encanta que la gente me diga que le he hecho pasar un buen rato
Historias sénior
‘Después de los 60’
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Autores como Edgar Allan Poe, Arturo Pérez Reverte, Stephen King o Javier Sierra le sirven de inspiración —“de ellos saco la maldad para mis relatos”, dice—, aunque se confiesa una apasionada de la lectura desde siempre, y para ella la escritura ha sido terapéutica. “Mi marido siempre estaba viajando y yo estaba sola con mis hijas, para mí escribir ha sido una terapia”, cuenta. Y para ponerle palabras a su imaginación, tiene un mismo ritual. Se sienta a escribir, siempre a mano, y es solo cuando termina la novela y la corrige que la pasa al ordenador. Esa es la única relación que tiene con la pantalla, ya que ni siquiera le gusta mirar la televisión.
Además, Teresa reniega un poco de la tristeza y reivindica que le gusta hacer feliz a la gente, “que la gente lea lo que he escrito y me diga que le he hecho pasar un buen rato, eso me encanta”. También la satisfacción personal de haber cumplido con uno de sus sueños, algo que nunca se habría esperado y que le ha cambiado su rutina en esta etapa de su vida. “Me da vida, ¿por qué no lo voy a hacer? Si yo con esto no voy a hacerme rica ni nada, solo quiero ser feliz”, dice una Teresa animada.
Con esto no me voy a hacer rica, yo solo quiero ser feliz; mientras tengas aliento hay que seguir haciendo cosas
Su trabajo como escritora lo desarrolla por las tardes, sin dejarse ni una, y por las mañanas toma café con sus amigas y va a clases de zumba. Después de comer, se sienta a escribir, y su marido, de 87 años, lee a su lado. A veces va a la biblioteca a hacer consultas y documentarse para seguir con la escritura. Dice que le encantaría viajar a Egipto, aunque lo ve complicado, aunque sí hacen excursiones que a ella le sirven para inspirarse.
De momento, Teresa ya tiene terminadas unas tres novelas más, una sobre Alejandro Magno, aunque confiesa que tiene que limitar el gasto y que aún no puede editarlas todas, porque su objetivo quiere satisfacer el alma más que el bolsillo. Lo que sí tiene claro es que seguirá escribiendo “hasta que mis manos tiemblen”. Y añade: “Cuando veo a gente mayor que cree que la vida se ha terminado, no me gusta; mientras tengas aliento hay que seguir haciendo cosas”.