Panes con “rebanadas estilo artesano”, pizzas “extrafinas y crujientes artesanas” o jamones que, según sus envoltorios, se elaboran como se hacía antaño. Es fácil toparse con la palabra “artesano” en el etiquetado de cualquier producto procesado o ultraprocesado, aunque el término no siempre corresponda a la realidad.
Es lo que denuncia un nuevo informe del Observatorio de Corporaciones Alimentarias (OCA), promovido por la organización Justicia Alimentaria, que a través de ejemplos concretos (en los que carga contra conocidas marcas) asegura que cada vez es más común y preocupante que el término se use indiscriminadamente como estrategia de marketing. ¿La intención? Añadir autenticidad al producto, aunque no sea verdad.

Patatas fritas de bolsa
Bajo el provocador título No usarás el nombre de lo artesano en vano, el documento alerta de que el uso indiscriminado de esta palabra por parte de grandes operadores de la industria alimentaria está generando una doble injusticia: engañar al consumidor e invisibilizar al pequeño productor que sí trabaja con técnicas manuales, tiempos lentos y producciones limitadas. Es decir, al “artesano” de toda la vida.
“La total impunidad de la que gozan las empresas en este aspecto provoca frustración y sensación de impotencia por parte de los consumidores, por lo que es necesario que se desarrollen medidas urgentes”, explica Javier Guzmán, directorde Justicia Alimentaria, en el documento.
La total impunidad de la que gozan las empresas en este aspecto provoca frustración y sensación de impotencia por parte de los consumidores
Cabe destacar que a diferencia de otros reclamos habituales -como “casero”, “natural” o “receta de la abuela”-, el concepto “artesano” sí está regulado en la legislación española, aunque con diferencias según cada Comunidad Autónoma. En ello radica parte del problema: mientras en algunas regiones existen leyes claras que delimitan quién puede usar ese sello, en otras aún se navega en un vacío legal que permite a empresas sin vínculo alguno con la artesanía real etiquetar sus productos como tales sin consecuencias.
Uno de los casos que analiza el informe es el de unas populares patatas de bolsa que durante años se anunciaron como “artesanas”, pese a que su propio etiquetado reconocía lo contrario. Tras diversas denuncias, la referencia desapareció de sus envases sin hacer ruido, sentando un precedente.

Rebanadas de pan de molde
Otros productos, en cambio, siguen utilizando términos confusos como “estilo artesano”, “receta artesanal” o incluso han creado sellos propios que simulan certificaciones oficiales. Todo en un entorno en el que, según el informe, la falta de inspecciones y la permisividad institucional ha dejado la puerta abierta a una suerte de “artesanía de laboratorio”.
Entre las peticiones que se recogen en el informe figuran tres: clarificar legalmente el uso del término artesano, prohibir las autocertificaciones sin base verificable y garantizar que todas las comunidades autónomas cuenten con una ley específica que proteja la producción realmente artesanal.