Los seres humanos han sido borrados muchas veces del mapa por catástrofes naturales. Y cuando no hay desastres de este tipo, siempre hay personas dispuestas a desencadenar la destrucción.

El yacimiento de Tall el-Hammam, en Jordania
El meteorito de Dios.Hipotético pero sugerente: algunos investigadores piensan que la antigua Sodoma -destruida según la Biblia por Dios junto a Gomorra- podría corresponderse con el yacimiento de Tall el-Hammam, en Jordania. Y, añaden que no fue Dios quien la destruyó, o al menos no él directamente, sino un asteroide. Cosas que pasan a veces. De hecho, los astrónomos creían que había posibilidades de que otro asteroidellegara a la Tierra en 2032, algo finalmente descartado. Por ahora.

El fresco descubierto en Pompeya
Un cerebro de cristal. Probablemente la erupción volcánica más famosa de la historia es la del Vesubio, que en 79 destruyó Pompeya y Herculano. El infierno que se desató debió ser terrible, con temperaturas tan altas que unos restos humanos ahora estudiados muestran un extraño fenómeno de cristalización del cerebro de la víctima. Las excavaciones de las antiguas ciudades romanas continúan; el último hallazgo es un gran y espectacular fresco dedicado a Baco, dios del vino.

El general Douglas MacArthur, en la campaña de Filipinas, en 1944.
Una fantasía de destrucción. En muchas ocasiones -en la mayor parte de hecho- las calamidades son provocadas por los seres humanos. Por ejemplo, la batalla de Manila entre EE.UU. y Japón, fue definida en un informe de los servicios médicos aliados como “una fantasía de muerte y destrucción”. La victoria fue clave para los estadounidenses en el frente del Pacífico y permitió al siempre incómodo general MacArthur cumplir su promesa de volver a Filipinas tras la retirada de 1942.

El mariscal Pétain se saluda con Adolf Hitler en octubre de 1940
Catástrofes políticas. Hay catástrofes también de índole política que acaban teniendo graves consecuencias. Es el caso de la fractura de la sociedad francesa en los años 30 a raíz del populismo, que fue contada en su día por Manuel Chaves Nogales. Algo parecido puede decirse del derrumbe de Alemania en la década de los 20 del siglo pasado, durante los años de Weimar.
Más allá

Una imagen del foro, en Roma
Plomo en las alas. Una de las grandes preguntas que se les plantea a los expertos en historia antigua es por qué cayó Roma. No se sabe si fue uno los motivos o no, pero de Wired da cuenta de un estudio que concluye que la contaminación por plomo era en el cénit del imperio tan grande que redujo el coeficiente intelectual de la población de forma notable. Y aun así, cabría añadir, los romanos fueron capaces de poner los cimientos de nuestra cultura occidental.
Imágenes de hace un siglo. El diseñador Víctor Oliva mantiene dedicada a la cartelería publicitaria de las primeras décadas del siglo XX, tanto de promoción de productos comerciales como de propaganda política. De la tecnología a la vida privilegiada de las clases acomodadas y del deporte a la Guerra Civil, es una apasionante galería que muestra un mundo del que nos separa ya un siglo.
Déjà vu
Paralelismos inquietantes. A estas alturas resultan inevitables las comparaciones entre la actual situación de la guerra en Ucrania, y las tentativas de paz, con circunstancias anteriores, en especial las producidas durante la Segunda Guerra Mundial y tras el conflicto. Estas últimas semanas Salvador Enguix ha publicado varios artículos en los que establece por ejemplo, paralelismos entre las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia en Riad de finales de febrero y la conferencia de Yalta de 1945. En aquella ocasión Winston Churchill intentó que el Reino Unido tuviera un papel en el reparto del mundo que preparaban soviéticos y estadounidenses. Otro paralelismo parecido podría trazarse respecto al pacto de no agresión firmado en 1939 por Stalin y Hitler, que contenía una cláusula secreta para repartirse Polonia, que en cierta forma podría recordar la estrategia entre rusos y estadounidenses respecto a Ucrania. Fue aquel un paso decisivo, en resumen, hacia el abismo de la Segunda Guerra Mundial y un precedente poco tranquilizador.
La historiadora Margaret MacMillan, que en su trayectoria ha investigado uno de los acuerdos de paz más importantes y más denostados del siglo XX, el de Versalles, publicaba el pasado fin de semana en el Financial Times en el que comparaba las perspectivas de un acuerdo de paz en Ucrania con las negociaciones que tuvieron lugar en Francia al término de la Primera Guerra Mundial. No se puede decir que la comparación con la Gran Guerra sea mucho más tranquilizadora que el paralelismo anterior, pero Macmillan no se propone dar ánimos al lector actual, sino más bien sacar conclusiones a partir de lo que sucedió entonces que puedan servir para analizar lo que ocurre hoy.

Firma del Tratado de Versalles en 1919
Primera conclusión: el camino hacia la paz en Ucrania no pinta bien. En opinión de esta historiadora un acuerdo que no tenga en cuenta al país invadido y que se base en la explotación de sus recursos naturales sería una bomba de relojería cargada con resentimiento. El mismo, por ejemplo, creado por la apropiación de las regiones de Alsacia y Lorena tras la guerra francoprusiana de 1870-1871 que, junto a la Gran Guerra alimentó la sed de venganza francesa. Una sed de venganza que cristalizó en Versalles.
Macmilan recuerda un paralelismo más que ha sido citado estos días en numerosas ocasiones. “Estados Unidos ha emitido señales de que podría estar dispuesta a sacrificar Ucrania de la misma manera que el Reino Unido y Francia hicieron con Checoslovaquia en 1938” para apaciguar a Hitler. El sacrificio fue inútil, y es de sobras sabido cómo terminó todo aquello.